Por lo general utilizamos la palabra pasión con dos posibles significados: sufrimiento o fuerte atracción.
Pienso que vamos a coincidir en que el significado más inmediato que evoca este término, especialmente si se lee ligado a Los Archivos del Cardenal, es el primero, porque cardenal evoca a iglesia, iglesia a Jesús y Jesús a pasión.
En este significado histórico–religioso, pasión es sinónimo de persecución, abuso, injusticia, crueldad, sadismo, tortura, asesinato; así como de indefensión, dolor y muerte.
La pasión de Jesús también generó archivos con relatos de lo acontecido, que durante años se guardaron o circularon clandestinamente. Poco a poco fueron dando origen a escritos más reflexivos e interpretativos que derivaron en los libros testimoniales que hoy se conocen como evangelios.
Además, en torno a la pasión de Jesús, se fueron construyendo especies de museos de la memoria con imágenes, representaciones y hasta actualizaciones de la historia, que tenían por objeto impedir que su recuerdo se esfumara. Y esta porfía contra el olvido continúa estando presente después de 20 siglos.
La serie Los archivos del Cardenal son una suerte de símil moderno de ese intento por guardar la memoria histórica, para interpretarla, transmitirla y generar reflexiones y aprendizajes, en este caso, para que nunca más en Chile…
Hay buenas razones para comprender que la palabra pasión, en el contexto del título de este comentario, evoca el significado histórico–religioso que la liga a sufrimiento.
El segundo significado con el que relacionamos esta palabra, es el que evoca una emoción fuerte, generalmente acompañada de acciones y reacciones enérgicas y decididas.
Se habla de personas apasionadas como sinónimo de atraídas irresistiblemente por una actividad, persona, idea, situación, identificación, etc. Pensemos lo que entendemos cuando se habla de “la pasión por la roja”. Los Archivos del Cardenal también los he relacionado con este significado de la palabra, aplicado a Chile.
En lo más inmediato, me han impresionado las pasiones que desataron estas memorias en personas ligadas directamente con la dictadura.
Así por ejemplo, el diputado Alberto Cardemil escribe en el diario la Segunda.“(TVN) empezó a exhibir anoche una sórdida selección de los supuestos archivos del cardenal” y luego reclama irritado que se haya realizado y comenzado a exhibir esta serie en el canal nacional.
El ex canciller Miguel Schweitzer, por su parte, acusa de promover la publicación de esta serie a “pequeños sectores extremos de nuestra sociedad, reacios a ello [a la reconciliación] y que se empeñan en que no se cicatricen las heridas del ayer”.
Más agresivo e hiriente es el tono fino y burlesco del senador Carlos Larraín, que declaró a la prensa que la serie “se va a matar solita”, ya que “la telenovela, que quiere ser documental, es más fome que chupar un clavo amohosado”.
Estas reacciones apasionadas también tienen en común un deseo de descrédito, ocultamiento, o de eliminación de la incómoda memoria.
El primero, cataloga de “supuestos” a los archivos (como supuestos, asimismo, se catalogaban a los desaparecidos). El segundo, aboga por el olvido y el último, goza anunciando la muerte próxima de la serie.
Es la pasión expresada como irresistible deseo de matar o enterrar viva una parte de la historia.
Sin embargo, el primer capítulo de la serie me ha traído a la memoria otra pasión: la de un gran número de personas que entregaron años de su vida a trabajar en la defensa de los Derechos Humanos.
La Vicaría de la Solidaridad es hoy un símbolo de la acción de múltiples instituciones, organizaciones, agrupaciones y personas que en todo el país se constituyeron “en asilos contra la opresión”, tal como reza nuestro himno nacional.
Mantener esa actividad en el contexto de la represión organizada desde el poder de un Estado dictatorial no era posible, sino por una profunda pasión por la vida, por la dignidad y por la humanidad que impulsó a esas personas, muchas de las cuales llegaron a perder la propia vida en la entrega por su pasión.
La serie destaca con justicia esa pasión de la asistente social. Su rol en el primer capítulo exhibido, es un fiel reflejo y merecido reconocimiento a la función anónima de una gran cantidad de personas. Función que, por cierto, fue creadora y protagonista en miles de historias ocultas, muchas ni siquiera documentadas.
Sólo algunas de esas historias serán reveladas en las próximas ediciones de Los archivos del Cardenal.
Espero y deseo que la serie contribuya a reanimar en Chile esta última pasión descrita: la pasión por la solidaridad y por la defensa de todos los Derechos de todas las personas.
Veremos qué se viene en los próximos capítulos y qué pasiones desata.
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