El senador Carlos Larraín, presidente de RN, pidió suspender de la serie “Los archivos del cardenal”, que empieza esta noche en TVN.
Él sabe que es una ficción, aunque basada en los archivos de la Vicaría de la Solidaridad creada el 1 de enero de 1976 por el cardenal Raúl Silva Henríquez.
No pudo elegirse un mejor nombre, “Los archivos del cardenal”, porque adicionalmente se homenajea a un hombre excepcional, a un héroe de nuestros tiempos.
El Cardenal Raúl Silva Henríquez fue capaz de erigirse en el defensor de los perseguidos, de los sin voz, cuando los ideólogos de la Dictadura experimentaban con la sociedad para aplicar el modelo económico de libre mercado, mientras el Pueblo sufría las violaciones de los Derechos Humanos.
Esta noche muchos sentirán en sus conciencias: ¿Caín que hiciste con tú hermano?.
La Vicaría de la Solidaridad la creó el Cardenal Silva Henríquez, para la defensa de los Derechos Humanos, la justicia y la libertad, promoviendo y coordinando sectores que pedían una transición pacífica. Lo hizo después que la dictadura cerrara el Comité de Cooperación Para la Paz que el Cardenal Raúl Silva Henríquez, junto a otras iglesias, había creado el mes de octubre de 1973 también para ayudar a las víctimas del golpe militar.
Editó la revista llamada Solidaridad, la que pronto se transformó un medio de comunicación creíble por su compromiso con la verdad y porque promovía la libertad, justicia y fraternidad para suplantar la violencia y el terror de la tiranía.
El cardenal definió a la Vicaría como “el símbolo de nuestro amor por los perseguidos y nuestro deseo de que se respeten los derechos humanos de todos”.
La Vicaría de la Solidaridad, fue así, una de las pocas voces que se alzó contra la tortura y la violencia de los agentes del Estado, prestando ayuda a los perseguidos y sus familiares.
Por esa labor humanitaria, la propia Vicaría de la Solidaridad fue objeto de las persecuciones de la Dictadura. Muchos de sus miembros sufrieron detenciones, amenazas de muerte, expulsiones del país como ocurrió con uno de sus vicarios, Ignacio Gutiérrez y asesinatos como pasó, con José Manuel Parada uno de los profesionales degollados.
La violencia de la dictadura también arreció contra el Cardenal. En una ocasión, su residencia fue ametrallada y la tumba de sus padres fue violada. “Es mucho más difícil entenderse con un régimen totalitario que con un gobierno democrático”, comentó el Cardenal en una entrevista.
“Fue un hombre valiente que siempre dijo lo que tenía que decir incluso cuando lo amenazaban de muerte”, dijo de él, el sacerdote Miguel Ortega.
En una oportunidad el Cardenal visitó el estadio Nacional que era un campo de concentración, con su autoridad se impuso ante los militares que quisieron cerrarle el paso.
Les habló a los detenidos dándoles un valioso mensaje de apoyo.
Manuel Bustos contaba que el creía que el Cardenal la había salvado la vida en esa visita al Estadio Nacional donde Manuel estaba detenido, pues el Cardenal cuando habló lo nombró a él y le dijo que tuviera valor.
Sola Sierra, ex presidenta de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos, lo recordaba como “el personaje de la esperanza y de la paz, pero sobre todo el hombre símbolo de la solidaridad en el Chile del período más dramático de su historia”.
Don Andrés Aylwin dijo de él: “Apenas semanas después de desatarse la brutalidad, los que no tenían casa para compartir su dolor encontraron casa, y los que carecían de voz para suplicar clemencia encontraron voz para solicitar justicia”.
¡Raúl amigo, el Pueblo está contigo!,… así le decía la gente. Y, el Cardenal respondía: “Sí, ya sé que están conmigo”
El Cardenal recibió innumerables reconocimientos y su muerte fue una de las más sentidas por el Pueblo y sus funerales uno de los más masivos.
“Ningún totalitarismo es un modelo de vida cristiano; para el bien del pueblo, para el bien de la nación, existe un solo camino: el del respeto de todos los derechos y el de la justicia social”, dijo el Cardenal en abril de 1981.