Nuestro país tiene mucho que agradecer en lo deportivo a cientos de extranjeros que nos han ayudado a crecer y a ser mejores en diferentes disciplinas. En el ámbito del fútbol, por cierto, esto es también un hecho.
Sin embargo, pocas veces en muchas décadas, se había dado una secuencia tan peculiar y feliz, como la que ahora ha acontecido con los casos de Marcelo Bielsa y el Bichi Borghi.
Para muchos que tenemos como una de nuestras pasiones el fútbol, y opinando en estas líneas como un simple aficionado y sin ninguna imprudente intención de meternos en especialidades que no son las nuestras, es un hecho que el fútbol chileno ha experimentado una gran revolución gracias a estas dos figuras.
Cada uno en lo suyo y en su momento, Borghi en Colo Colo y Bielsa en la selección nacional, nos han deleitado con un estilo y modo de juego que, sin poder evitar los lacerantes nervios según la ocasión, ha sido un verdadero placer de contemplar, a la vez que en el plano internacional ha emergido una cara del fútbol chileno con una nueva prestancia y actitud.
Personalmente, muchas veces y aunque parezca una insensatez, uno ha salido del estadio algo contrariado después de perder “la roja”, pero, definitivamente, con otra sensación y sabor.
Quiso el destino que Marcelo Bielsa tuviera que dejar Chile, dejándonos a millones de ciudadanos de este país dolidos y molestos, sobre todo por los actores y circunstancias bajo las cuales tuvo lugar este hecho, a la vez que, en una decisión que en el momento que se toma termina siendo políticamente tanto o más acertada que en lo técnico, se nombrase a Borgi como nuevo conductor de la oncena nacional.
Es indiscutible que, dentro de las posibilidades económicas de Chile, Borghi aparecía como de los pocos, sino el único, que podía calmar al pueblo chileno que estaba herido, apenado y rabioso.
En un mundo en que el “mentado modelo” socializa a las personas para una competencia desleal y muchas veces inmoral y en que tantos se “mercadean en el mercado” de las imágenes, del tener, del aparentar y del “éxito”, nuestros dos entrenadores nos han dado una lección, que va mucho más allá de lo técnico y/o de los resultados.
En efecto, a pesar de la presión natural y a veces claramente fomentada por cierto periodismo, para instalar una suerte de comparación enfermiza entre ellos, que es la antesala de una división y/o proclama: Bielsa vs. Borgi, los dichos de ambos en relación a Chile, a sus jugadores y, lo que es más importante, en relación al otro, han sido de una tremenda enseñanza humana y profesional.
Cuando Borghi, en su hasta ahora estupenda campaña de la Copa América, comenta que esta selección ya traía un estilo e impronta anterior, que él ha acogido y que le ha ido agregando sus estilos y matices, sin trepidar en respeto y elogios por Bielsa, o cuando Bielsa desde Bilbao hace otro tanto por Borghi y le desea lo mejor a Chile en esta competencia, estamos en presencia de expresiones de nobleza humana poco comunes a nuestros tiempos.
Dios quiera que esta faceta que nos muestran estas brillantes y queridas personas, sea también percibida y aquilatada por las presentes y futuras generaciones, del fútbol o de cualquier actividad.
Sin duda que en el respeto y ambiente humano con que ambos, cada uno con su estilo, han sabido contagiar a la actual y rutilante generación de jugadores de la selección, se manifiesta esperanzadoramente mucho de esto.
Finalmente, cuando Marcelo Bielsa declara recientemente en Bilbao que “todo lo bueno que le pase a Chile en general, y por supuesto en lo futbolístico, siempre lo va a poner contento”, queremos responderle que a millones de chilenos su pasada por este país, en lo futbolístico y como persona coherente y de valores, difícilmente se nos va a olvidar.
Y al Bichi, independientemente de que ganemos o no la Copa América, decirle que es un tremendo entrenador, un “tipazo”, que no se vaya de por acá y que como dicen sus compatriotas “no te mueras nunca”.