En los últimos 20 años en Chile ha existido una clara propensión por parte de las fuerzas políticas de buscar copar el centro político para efectos de no solamente acceder al poder, sino que también para mantenerlo. El actuar de la Concertación encarnó muy bien la descripción anterior, y la Coalición por el Cambio pareciera estar siguiendo esta misma suerte.
La verdad es que esta condición de nuestra cultura política no tiene nada de malo, y más bien es un signo que muestra la madurez de nuestro sistema democrático, que de alguna forma condiciona a sus integrantes a moderar las ideologías estridentes e imprudentes.
Tal como lo argumenta Javier Santiso, en nuestro país existe un consenso que ha permitido la duración de una economía política de lo posible, y que nos ha alejado del canto seductor de las políticas de lo imposible que fueron promovidas por el voluntarismo populista de varios de nuestros gobiernos en los años sesenta y setenta. Nuestra propensión hacia un incrementalismo pragmático que descarta todo tipo de reformas bing bang o fundacionales y el continuismo de nuestras políticas públicas es lo que le ha dado estabilidad y éxito a nuestro modelo de desarrollo.
Ahora bien, el éxito de nuestro desarrollo no se ha concretizado sin un precio. El costo más elevado viene por el lado de la política. Sin duda que el sistema binominal ha contribuido al fortalecimiento de nuestra economía política de lo posible, pero también le ha restado pluralismo, diferenciación, vitalidad y competitividad.
Estamos frente a un sistema con fatiga de materiales que es administrado por muy pocos y que se encuentra gatillando hace rato efectos colaterales negativos. Me refiero obviamente a nuestro envejecido padrón electoral, a la poca participación ciudadana en la política, y al divorcio que existe entre los partidos políticos y la ciudadanía en general. Básicamente estamos viviendo en una sociedad que desconfía ampliamente de la política y no valora su importancia. El riesgo de esta realidad para Chile no es menor.
Una solución: Primarias
Desde este contexto resulta muy alentador escuchar voces que sugieren el mecanismo de primarias para determinar el próximo candidato presidencial del oficialismo. Lo anterior es importante puesto que las primarias podrían ser el contexto ideal para generar más competencia, legitimidad, debate y participación ciudadana dentro del sector, y con ello dar un paso importante hacia la anhelada consolidación de una verdadera mayoría social de centro derecha.
El Diseño y la Implementación de esta Solución no es Obvia ni Simple
Esta sugerencia abre a la centro derecha un espacio de oportunidades pero también de amenazas. La determinación del tipo de primarias a ser efectuada no es un tema banal. Requiere mucha reflexión política y técnica. De nada servirá una primaria que básicamente refuerce los vicios que poseen actualmente los partidos políticos. Demás esta recordar los nefastos efectos generados por la primaria de la Concertación para la elección presidencial pasada. Básicamente fue uno de los factores detrás de la derrota de Eduardo Frei.
En este sentido, cobra importancia que las primarias sean diseñadas de una forma abierta que permitan la mayor cantidad de participación ciudadana y una competencia real entre todos los actores que muestren una vocación de poder dentro de la Coalición. La primaria debería constituirse en el espacio donde se consolide una mayoría, que le sigue siendo muy esquiva a la centro derecha.
En definitiva, más que encontrar candidatos en “una realidad que se impone” (las encuestas) como se ha realizado en el pasado, la Coalición por el Cambio debe ir a buscar su mayoría social en el espacio más adecuado y transparente: una competencia política sin barreras de entrada, con reglas claras y mucha información.
Llegó la hora de que Allamand, Lavín, Golborne, Hinzpeter, Longueira, Mathei, entre otros, vayan a reencontrarse con la ciudadanía, es decir con la verdadera política.