No te preocupes, sé feliz: esa podría ser la consigna política de los políticos chilenos hoy, sean de Gobierno, de Oposición, de derecha, de centro o de izquierda o de la tendencia que sea.
Uno de ellos, al que le fue mal en la última medición, dice que no vive mirando las encuestas; otro expresa que le entró agua al bote, aunque a él también le fue mal pero prefiere mirar para el lado y no ver el agua en el propio; las encuestas son fluctuantes, señala otro, afectado por una fluctuación en contra; y, así, podríamos seguir, sumar y seguir.
De otro lado, según las aludidas cifras, los de Oposición pueden alegrarse que el Gobierno tiene bajísimos niveles de apoyo; y los del Gobierno, que la Oposición tiene bajísimos niveles de apoyo.
Como he planteado en otro artículo publicado en este mismo sitio –el cual nadie leyó por supuesto, excepto unos cuantos amigos míos, que se sintieron obligados, por amistad- lo anterior refleja que los actores políticos no han calibrado al parecer en toda su magnitud que lo que está en crisis es la política chilena misma, no solamente ellos o sus partidos o sus preferencias políticas.
En efecto, una mirada a las encuestas más recientes indica –aún con los respectivos márgenes de error, que no ayudan a ser más benevolentes- que existen bajísimos niveles de confianza en los políticos, los partidos políticos, el Congreso, las instituciones políticas en general, y que la política, como actividad está, para expresarlo suavemente, deteriorada.
La pregunta es, ¿habrá algo de qué despreocuparse si uno piensa, como es mi caso y el de muchos otros creo, que la política es una actividad sumamente relevante, crucial, para el desarrollo de un país? Si las cifras políticas continúan así, ¿es como para estar despreocupado y ser felices?
A mí no me parece. Y son los políticos y los partidos políticos los primeros que debieran estar muy preocupados e infelices con lo que está pasando en su área de actividad principal.
De otro lado, admito que la respuesta no consiste en preocuparse y ser infeliz con cada encuesta que aparece, porque la tendencia antes reseñada existe, se expresará otra vez y parece muy improbable que se revierta así no más, en la próxima encuesta. En realidad, es cierto y uno puede alegar que las encuestas son fotos, instantáneas de la realidad.
Sin embargo, cuando la instantánea se repite una y otra vez, comienza a ser una película. Y la película que estamos viendo es una mala película para los políticos y para, lo que es peor, la política, ese difícil, complejo, noble, arte de hacer lo posible en situaciones de alto conflicto y de poco consenso que caracterizan a la sociedad chilena, como argumenté en otro artículo anterior, menos leído aún.
No faltará el lector –si es que alguno, digo- que pregunte pero ¿por qué este señor percibe solamente el vaso medio vacío y no la parte medio llena? Yo supongo, lectores, que habrán escuchado esa “profunda” reflexión, tan popular entre nosotros los chilenos. Mi respuesta es que no me interesa que el vaso esté lleno, esté medio lleno o casi vacío, lo que me interesa es el contenido del vaso, porque si lo que el vaso contiene es veneno, en realidad me interesa, y debiera interesarnos a todos, que esté vacío.
Y lo que está comenzando a llenar a medias o por entero el vaso de la política y de los políticos es un veneno, la tendencia a su desprestigio, a su denostación, a su rechazo absoluto, al son del canto aquel que reza que sin partidos y sin políticos, estaremos unidos y seremos felices para siempre (excusen si lo no cito bien, no lo he escuchado tanto, pero ahí está y ustedes lo podrán reconocer, estoy seguro).
Para terminar -si es que este artículo es publicado porque reconozco que es duro de leer- me parece que los principales preocupados e infelices con la situación que describo, en caso de ser cierta, porque yo no escribo para transmitir verdades absolutas en materias que por su esencia son opinables, debieran ser los políticos.
Todos ellos, pero especialmente quienes entre ellos tengan noción de lo serio que es que los políticos y la actividad que desarrollan, la política, estén en las condiciones de severo deterioro, desprestigio y desconfianza que las encuestas, una tras otra, nos indican que están.