“Mi método no consiste en separar lo duro de lo blando, sino en ver la dureza de lo blando”, escribía Wittgenstein.
Lo blando, lo pre-científico, lo que antecede a la simple inteligencia, lo borroso, lo que no se deja coger por las causas y los efectos, lo que elude el espacio-tiempo, lo cualitativo, lo que se intuye, lo que se intenta comprender, lo que no se mide con números, lo que vive en lo subjetivo, es el reino de lo “sutil”.
Es allí donde habitan finalmente las motivaciones y el sentido que orientan nuestra existencia.
Ya Heidegger en uno de sus seminarios a los psiquiatras, (de Zollikon) se esforzaba (al parecer, sin mucho éxito),en enseñarles las diferencias radicales entre la causalidad y la motivación.
“A diferencia de la causa, la cual sigue una regla, no hay nada semejante para la determinación de lo que sea un motivo…que mueve, que interpela al ser humano.
El motivo es“la comprensión, estar abierto para un determinado nexo de significado, y de mundo”.
Allí se funda la comprensibilidad.
Es decir,en el sentido, que Husserl lo radicaba en “el carácter silencioso de la experiencia primitiva anterior a todo concepto y enunciado verbal”, originándose en el mundo “vivido”.
Este es el sentido que se siente, enraizado en las sensaciones y percepciones corporales, prisionero de las emociones, pero que se deja explorar por una razón que nunca es capaz de atraparlo totalmente, ya que su misión es lanzarnos hacia una apertura que sólo humana, nos impulsahacia el mundo infinito de las posibilidadesde futuro y trascendencia.
Es el territorio de lo sutil, de la mente, el alma y el espíritu.
Es el territorio del espíritu de la libertad para el bien y la verdad.
Es el territorio donde se despliegan hoy las protestas y marchas ciudadanas…
Un amigo ingeniero me decía en broma, espero,que todo lo que no se mide no existe.
Bueno, creo que hoy,ese es el problema del gobierno para tratar lo que sucede con los estudiantes. Su incapacidad hasta hoy, para lidiar con lo sutil, por provenir la mayoría de sus integrantes del mundo “duro” de la gestión.
Cuando se califican de irracionales las marchas, en el fondo de sin-sentido, no perciben que son demandas de sentido, y que están llenas de sentido potencial o latente de cambios radicales.
Cuando se tratan de explicar sólo a través de sus posibles causas, como el izquierdismo e ideologización anti-gobierno y aún anti-sistema de sus dirigentes, la irresponsabilidad e intransigencia de los jóvenes, (aunque de verdad lo que ellos aman, es la novedad y el riesgo), o cuando se trata de explicar por el aumento veloz del ingreso per cápita en las últimas décadas, o la presencia (necesaria y fundamental) de las nuevas redes sociales,o la falta de controles sociales y del mercado, se falla lastimosamente.
(Demás está decir, que una estrategia comunicacional es llevarlas a este terreno).
Más certeras son las miradas emocionales sobre la frustración-ira acumulada y la indignación frente a un obsesivo foco en un materialismo consumista y la creación de riquezas, que comienza, como lo señala Vargas Llosa, refiriéndose a muchos jóvenes de la China actual,a “embotar la vida intelectual y espiritual, empobreciendo valores como el idealismo, la solidaridad y la generosidad”, que hoy guían las manifestaciones.
Pero donde se acierta en pleno, es cuando se internan en el territorio sutil del poder (ya que también tiene un espacio “duro”, muuuy, duro).
Es el poder el que está reacomodándose, desplazándose en el mundo, hacia los más débiles y sometidos de antaño, que hoy sienten que pueden cambiar el curso de su destino, y de forma pacífica.
Y los cambios siempre producen resistencias (a perder estatus, privilegios y el mismísimo poder de manejar el poder), desórdenes, cambio en los límites, y alteración en las fronteras de los sistemas socioculturales, incertidumbre, perplejidad, miedo y ansiedad.
Quién mejor maneje y desarrolle esta realidad, del lado “duro del mundo de lo sutil”, conducirá y percibirá mejor los cambios.
Recordemos que “el sentido transforma realidades”, y que los nuevos paradigmas nacen en las fronteras de los sistemas en cambio, por ya no ser capaces de irradiar sentidos, valores e identidad compartidos.