La restricción vehicular adicional fue una gran medida para reducir las emisiones atmosféricas en días de contingencia ambiental en la Región Metropolitana.
Afortunadamente, esta medida preventiva ha perdido efectividad y las emisiones que se evitan por su implementación son cada vez menos y de menor significancia si las comparamos con las emisiones observadas en los primeros años de su implementación (desde 1998 se encuentra vigente un plan de prevención y descontaminación atmosférica en Santiago).
Si analizamos el parque de vehículos livianos en la región Metropolitana, no solo constataremos su crecimiento, sino que también una sostenida mejora de sus estándares de seguridad, confort y emisiones.
Si en el año 1997 el 45% de los vehículos de la región Metropolitana no tenía convertidor catalítico, hoy más del 80% tiene sello verde, y la mejora permanente de los combustibles que se venden en Chile (y particularmente en la región Metropolitana) ha permitido la adopción de estándares internacionales casi a la par que en los países fabricantes de vehículos.
Lo anterior, ha significado un cambio en las responsabilidades relativas de emisiones por sector. Los 630 mil vehículos livianos que existían en 1997 emitían un poco mas de 600 ton/año de material particulado, y en el año 2010 el parque de vehículos livianos que es de un millón 300 mil vehículos, es responsable de 516 ton/año del mismo contaminante, según los respectivos inventarios de emisiones.
Tema aparte es el material particulado (no necesariamente respirable) que se resuspende por el tránsito. Por esta, y no por otra razón, es difícil justificar la existencia de la restricción vehicular y más aun ampliar sus alcances.
Seamos claros: esta medida no cumple mayor utilidad que retrasar la implementación de la tarificación vial que constituye la solución más integral y equitativa para tratar las externalidades negativas del uso del automóvil (congestión, ruido y emisiones) en espacios mucho más reducidos e impactados de nuestra ciudad.
Por lo anterior, no es bueno situar el debate en la valentía de uno u otro gobierno para implementar una medida impopular. Más bien, es el tiempo de actuar con inteligencia, leer un contexto que cambia y que impone nuevos desafíos.
Y a quien le guste la restricción vehicular como medida, le sugiero analizar el crecimiento del parque de vehículos livianos a diesel, que efectivamente tiene emisiones mayores, incluyendo emisiones directas de material particulado.
Si alguna justificación tiene seguir implementado nuestra restricción vehicular, bien vale la pena para nuestros nuevos y modernos 4×4 a diesel que incluso gozan inmerecidamente de un menor costo de su combustible.
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