¿Cómo juzgamos el éxito o resultado de una marcha como las realizadas en protesta a HidroAysén? ¿Qué indicador utilizamos para definir si el balance de tanta manifestación es positivo o negativo?
Algunos dirán que basta mirar la cantidad de personas marchando para concluir que han sido exitosas como canal de participación política. Otros dirán que la violencia generada y los ataques a Carabineros son suficientes para catalogar la experiencia como negativa. Los más estrictos dirán que no hay éxito alguno mientras se siga adelante con el proyecto hidroeléctrico en plena Patagonia.
Si bien miles se suman a las marchas para evitar que se construya HidroAysén, creo que se logrará algo valioso aún cuando el proyecto termine aprobándose en su totalidad.
A mi juicio, el gran éxito de las marchas hasta ahora ha sido fomentar el debate amplio e informado en torno a los requerimientos eléctricos de nuestro país y a la necesidad de planificar el crecimiento teniendo realmente en consideración el medio ambiente. La masividad de la discusión ha hecho imposible que el gobierno evada el problema y esto puede llevar a que ocurran importantes cambios en el sector energético.
Años atrás, cuando comenzaba la campaña “Patagonia Sin Represas”, lo que los no expertos sabíamos era que torres de alta tensión atravesarían nuestro país arruinando la vista de la cordillera. Existía evidente impacto en el medio ambiente y se amenazaba el turismo. Por otro lado se nos decía que Chile necesitaba energía, que íbamos a quedar a oscuras, que había que construir. Así, la discusión hasta hace poco no era del todo profunda y no reflejaba las verdaderas necesidades del país ni toda la información que se debe considerar para tener una opinión bien formada
Hoy no solo sabemos de cables, de falta de energía, de daño al medio ambiente. Ahora hablamos de megawatts hora, de matriz energética, de ERNC, de multicarrier eléctrico, de autopista energética. Por fin se discute no solo sobre contaminación en la producción de energía sino también sobre competitividad en el mercado de la energía y sobre el alto precio de ésta en Chile. Se plantea cambiar las reglas del juego que hacen rentable proyectos contaminantes y los criterios que permiten aprobar un proyecto. Está sobre el tapete el diseño de una estrategia de largo plazo de desarrollo energético y se ha anunciado la creación de una comisión especial para lograrlo. Al fin nos cuestionamos si estamos dispuestos a pagar el costo de proteger el medio ambiente.
Nada de eso estaba en la agenda antes. Hoy ya lo está. La movilización ciudadana en torno al tema ha hecho que la discusión sobre el problema sea inevitable. El gobierno, que ya se mostró de acuerdo con HidroAysén, debe dar señales de que tiene real interés en el medio ambiente y que tomará medidas concretas para asegurar que Chile crezca minimizando el costo para el medioambiente.
Sin duda vendrán anuncios rimbombantes y mediáticos pero, afortunadamente, habrá mucha gente atenta y dispuesta a marchar de nuevo como para que todo quede en nada. Tal como lo hicieron los pingüinos en 2006, hoy quienes protestan exigen cambios radicales y con visión de largo plazo.
Para convocar a las marchas es necesario que se crea que HidroAysén se puede evitar y ése es sin duda el objetivo de muchos.
Pero creo que no debe haber desánimo si no se logra. El futuro promete bastante y es preciso que en adelante, el esfuerzo de expertos y autoridades sea acompañado por el interés activo de la ciudadanía por seguir los procesos de cambio en el sector energético en Chile.
A la larga, luego de HidroAysén vendrán otras muchas centrales y no se trata de marchar todos los días contra proyectos individuales. Lo que se requiere es hacer notar que la atención existe y que, si es necesario porque nada cambia, las personas harán sentir su descontento.