Admiración causa la protesta multitudinaria de la madrileña Puerta del Sol y varias otras plazas españolas.
Protestas que la clase política no llega a entender, pese a que allí están sus propios hijos, sobrinos, nietos.
Lo concreto es que las movilizaciones reciben el apoyo y la admiración de la sociedad: por su organización y convicciones, por la frescura de los planteamientos.
Los jóvenes, han recuperado el sentido original de la plaza, del Ágora.
En la antigüedad, la plaza pública servía de punto de encuentro de los ciudadanos para discutir temas importantes de la vida de la comunidad.
Al menos allí, pueden dialogar sin censuras, sin los actuales condicionamientos que imponen los monopolios de los medios de comunicación.
Las autoridades y lo políticos no entienden.
Aunque las demandas de los jóvenes sean claras y, a lo mejor, las mismas o parecidas a las que a ellos los motivaron a ingresar a la política: justicia social, democracia real, libertad, honestidad, pues allí, la falta de trabajo solo fue un percutor, como aquí, lo ha sido el medio ambiente.
No es fácil, porque incluso los países son dirigidos por intereses económicos foráneos, pero, es posible que las protestas toquen el corazón de las dirigencias y, ocurran cambios.
Los jóvenes de Santiago no acampan en Plaza Italia, pero los motivan sueños parecidos de justicia social. Sus demandas son diferentes, propias de un país subdesarrollado con carencias en salud, educación o vivienda; también, en medio ambiente.
La historia muestra que cuando las políticas no apuntan al Bien Común, cuando campea la corrupción, cuando los derechos de las personas son atropellados, éstas se cansan y tienen derecho a indignarse.
Los ciudadanos, tienen derecho a no conformarse con nada que no garantice democracia para todos, justicia social, respeto a todos los derechos humanos incluidos los sindicales y políticos, un Estado transparente, honesto que brinde igualdad de oportunidades en salud, educación, vivienda, seguridad y trabajo para todos.
Los políticos y los Partidos Políticos tienen la oportunidad de aprender de la protesta, de corregirse, renovarse y democratizarse, porque a pesar de todo, la Democracia es el mejor sistema político existente y, para funcionar bien, necesita de Partidos Políticos fuertes y auténticamente democráticos.
Estas protestas masivas, ya sea, en Plaza Puerta del Sol o Plaza Italia, están llamadas a aportar cambios a sus sociedades y, son plenamente legítimos.
En nuestro país, la expresión popular no puede ser ahogada por un grupo de violentistas coludidos con la delincuencia. El Gobierno tiene que garantizar que los ciudadanos democráticos, puedan expresar sus diferencias, libremente y en paz. La libertad y el derecho de expresión, son derechos mínimos.
La violencia la repudiamos. La que hiere a un carabinero, la que hiere el ojo de una estudiante o, la que sentimos al ver a trabajadores extranjeros tratados como esclavos.