La muerte de Osama Bin Laden y la aprobación del proyecto HidroAysén son dos grandes hechos que me han llevado a pensar en el tema del patriotismo y sus derivados.
La muerte y supuesta ejecución -dado que nunca se mostró explícitamente aquello- del líder de Al Qaeda por parte Estados unidos, me impresiona por la reacción del pueblo norteamericano que con pancartas aplauden el hecho con frases del tipo “al fin te agarramos y te vas al infierno”.
Vimos personas saliendo a las calles de Nueva York en señal de festejo por la muerte del máximo terrorista buscado por los Estados Unidos y Barack Obama -Premio Nobel de la Paz 2009 – en cadena nacional daba una señal al país y al mundo de misión cumplida. ¿De qué mensaje estamos hablando?
Si bien Bin Laden hizo un daño tremendo dejando numerosas víctimas, sembrando el terror y atacando al ícono más simbólico de los Estados Unidos y su ego, como dirían los transpersonales, ¿es una buena señal el que se pudra en los infiernos y que se festeje por ello? Esta suerte de patriotismo en base a la muerte y la ejecución, me parece cuestionable.
¿Qué realmente se celebra? El fin de un líder terrorista y la venganza por las víctimas ocasionadas un 11 de septiembre, o la reafirmación de un poder imperante como Estados Unidos, que irrumpe sin importar ningún tratado, ninguna norma ni religión, para restablecer su apogeo en el mundo y decir finalmente estamos a salvo, el mundo está a salvo, tarea cumplida.
El segundo hecho nos afecta directamente y consiste en cómo reacciona una cultura como la nuestra ubicada en el extremo sur del continente cuando no está de acuerdo con ciertos temas.
La aprobación del proyecto HidroAysén es un ejemplo de aquello, dando cuenta que a pesar de las redes sociales y las campañas en su contra, éste ya estaba aparentemente aprobado hace años.
Y nos remecernos y salimos a las calles, dejando atrás esa faceta de cultura reprimida, cuasi infantil que deja que las autoridades decidan. Nos estamos movilizando y pucha que ha costado.
La participación ciudadana, la expresión está ganando terreno, quizás a veces no de la mejor manera; las marchas podrían ser menos escandalosas y menos tergiversadas mediáticamente, para no perder el fondo de lo que se está protestando.
Aquí no se trata de cuántos detenidos o muertos hay en una protesta, ni que éste sea un hecho de ambientalistas o no, se trata de qué temas queremos discutir e intervenir como ciudadanos en un veredicto que amerita el voto popular. El chileno común quiere expresarse y en Chile debe haber garantías para ello, conservando el orden por supuesto.
Escuchando a Manfred Max Neef en entrevista con CNN Chile, al finalizar su intervención anuncia que aquí hay una paradoja, por una parte es bueno que este proyecto se haya aprobado, para así remecer las conciencias y unirse como ciudadanos en contra de esta decisión y finalmente no se ejecute el proyecto HidroAysén.
Aquí hay otro ejemplo de acción ciudadana, un patriotismo ecológico por llamarlo de algún modo, donde el fin es usar el espacio público para gritar a las autoridades en sus narices ¡No estamos de acuerdo!
¿Cómo tomarán esto las autoridades?, ¿Qué hará el gobierno actual?, ¿Cuánto le afecta?,
¿Seguirán avanzando a pesar del evidente rechazo ciudadano que existe?, ¿Qué nos espera este 21 de mayo?
Sea cuál sea la respuesta, no pueden hacerse los sordos ni cerrar la puerta, la acción ciudadana ya no pide permiso.