Desde los inicios de la televisión en la década de 1930, y que llegó a Chile en 1959, mucha agua ha pasado bajo el puente y lo que pareció en su momento una herramienta casi mágica para la comunicación entre las personas ha ido perdiendo su encanto y hoy se enfrenta a un cambio tecnológico de tal magnitud que amenaza su sobrevivencia.
De modo tangencial, los antecedentes sobre la audiencia en la última Teletón dan clara cuenta de los cambios que estamos viviendo como sociedad. El programa tuvo un rating de 40,6 % sumando todos los canales que la transmitieron y se informó que el 82,6 % de los televidentes tiene sobre los 50 años de edad.
En cambio, la aplicación telefónica para recibir la información de la campaña por medio de los móviles fue bajada por 380 mil usuarios y la emisión vía streaming fue vista por poco más de un millón cien mil personas, la mayoría entre los 18 y los 24 años de edad. Está claro que el mundo está cambiando.
Lo de la Teletón es solo una muestra. Hace mucho rato que se viene hablando de una disminución general de las audiencias y esa es una de las principales causas de la crisis que vive la industria tradicional. Cuando el público prefiere internet y dejan de ver la tele, los auspiciadores buscan al público donde se va y abandona los espacios que ya no utilizan. Luego, la inversión publicitaria se traslada de la televisión en favor de Facebook, Twitter y las demás redes sociales y hasta los blogs personales.
Los canales de televisión -como pesados elefantes que tienen una capacidad de reacción lenta- descubren luego de un par de ejercicios financieros que entra menos dinero del que producen.Unos invierten más para recuperar sintonía, otros comienzan a despedir personal, pero ya la pérdida acumulada ha alcanzado un nivel que los limita en su capacidad de enfrentar la crisis.
Es en este escenario que se produce la crisis de Televisión Nacional. El canal que fue saneado financieramente al retorno de la democracia y al que se le mantuvo la tarea de actuar como TV pública pero compitiendo con la TV privada, es la primera víctima del cambio de escenario. La estación está en el último lugar de la sintonía y acumula este año pérdidas por 18 mil millones de pesos como consecuencia de una reducción de los ingresos por publicidad del 34 %. TVN no es el único canal que pierde pero sí es el que más ha perdido y los cambios de ejecutivos no han sido capaces de frenar la caída.
Ahora se dice que negocia con privados la venta de bienes y la contratación de créditos para subsistir. ¿Puede exponerse tan radicalmente al mercado un canal que debe servir los intereses de todo el país? De alguna manera, la estación ha quedado expuesta a la voluntad de los privados, en momentos en que todos disputan la misma inversión publicitaria.
Del mismo modo que los políticos que obtuvieron financiamiento para sus campañas de la empresa privada, Televisión Nacional de Chile se apronta a contraer compromisos similares.Hasta lo anuncia por la prensa y nadie dice nada.
Los cambios que está viviendo la industria televisiva son un riesgo y una oportunidad. Los canales privados tienen la responsabilidad de adaptarse, pero en el caso de la televisión pública es el Estado en su conjunto el que tiene que proporcionar las herramientas para enfrentar con éxito la transición.
El mundo está cambiando y cualquiera que haya observado la velocidad de los avances tecnológicos no apostaría por la supervivencia de la televisión, al menos en el largo plazo.Eso significa que la adaptación no puede limitarse a sacar a la calle a las figuras de la pantalla, sino que hay que deshacerse de la piel y hacerse de un traje nuevo.
En el caso de la TV pública, la evolución es más difícil porque tiene que superar la burocracia propia de su condición. El modelo actual es una camisa de fuerza y como el país siempre necesitará una estación pública, no se le puede seguir exigiendo que sea, al mismo tiempo, un canal estatal dentro de la lógica de mercado.