Preocupación ha creado en el mundo de la cultura y en la gente que gusta de la buena televisión, el anuncio de Cristian Warnken de poner fin a su programa Una Belleza Nueva que desde el año 2006 se trasmite por las pantallas de televisión abierta de TVN y por su señal internacional.
Esto habría sido desencadenado por la decisión de modificar el horario de trasmisión del programa del día domingo colocándolo a las 8.00 de la mañana lo que a todas luces es un horario donde la mayoría de los chilenos, incluido el publico más fiel del programa, aun duermen.
Para Warnken esta decisión aparece como una forma de sacar el programa de pantalla sin sacarlo, manteniéndolo más bien como una decoración en la parrilla dominical. Para los ejecutivos que determinaron el cambio de horario ello se justifica por el bajo rating del programa y por el peso a la baja que este dato cruel produce en la entrega del resto de la programación del domingo en la mañana.
No ha habido seguramente un intento de imponer un cambio premeditado para liquidar el programa, pero sí constato que el celo por el rating, que un ejecutivo de un canal público que se autofinancia no puede dejar de lado, es tan poderoso que limita otras consideraciones respecto del sentido formativo que para TVN tiene un programa como Una Belleza Nueva.
Mas que simplemente una mala decisión hay una lógica que arrastra cuando un canal público debe autofinanciarse enteramente y hacer del rating la ley para lograr este objetivo.
Hablamos de un programa de conversación cultural único en la TV chilena, que se ha extendido y perdurado en diversos canales por 16 años y que nos ha instalado en pantalla a decenas de los mejores intelectuales, científicos, escritores, poetas, astrónomos, arquitectos , premios nacionales e internacionales de diversas disciplinas que la mayoría de los auditores no habrían podido jamás conocer de no ser por La Belleza de Pensar, como se llamó por largos años, o Una Belleza Nueva, como se titula desde que llegó a TVN.
Personalmente se me viene a la memoria, al momento de escribir estas líneas, a los personajes que yo mismo vi y escuché, entrevistados con notable conocimiento de cada tema por un hombre de cultura transparente como es Warnken, a decir, Mario Geymonat, el gran filólogo italiano, Gianni Vattimo, filósofo italiano, los escritores Carlos Fuentes, José Saramago, Fernando Savater, los cineastas Raúl Ruiz y Carlos Saura, nuestros Premios Nacionales Isabel Allende y Raúl Zurita, la astrónoma María Teresa Ruiz, entre otros.
Hay que decir que es un verdadero milagro comunicacional, probablemente derivado más que nada de la pasión, la convicción y una suerte de finura y generosidad de Warnken de traernos cultura a nuestros hogares, el que un programa de estas características se haya mantenido en su formato prácticamente inalterable en el tiempo mientras los ritmos y géneros de la TV como los gustos de las audiencias cambiaban radicalmente.
La pregunta es entonces, si a un programa como este, de reposada conversación cultural, que hoy convive con programas de entretención masivos caracterizados por ser un culto a lo efímero y la banalidad, se le podía exigir rating para su programación o si más bien eran otros los parámetros a considerar para su ubicación en la parrilla de TVN.
Una Belleza Nueva claramente no es un programa que pueda ser categorizado en función del rating sobre todo si, como dice Sartori, el rating no está hecho para medir calidad sino para fijar el precio de la publicidad. No es un producto para vender en el mercado sino es un alimento imprescindible para la mente y el espíritu que no tiene precio.
Un programa así debía ser protegido por TVN, como ocurrió en estos años, cuidado como parte de la diversidad y la diferenciación del canal público que si bien es felizmente masivo, no puede producir solo TV de masas y debe también tener en su programación espacios que, abiertos al interés de todos, llegan a un público más segmentado, a un público que aprecia la cultura y los contenidos y que no cree que la misión de la industria televisiva en general y de TVN en particular sea solo promover la entretención.
Defender un programa como Una Belleza Nueva no es estimular la TV de elite, como algunos dicen en estos días, es resguardar el pluralismo televisivo, es ligar la ciencia y la cultura a la comunicación, llevar estos contenidos a la población, crear mayores espacios de libertad intelectual, promover valores, diversidad, respeto por lo distinto, preservar sueños y, a través de ello, construir identidad como canal y como país.
Tengo la convicción que el fin de Una Belleza Nueva es una derrota cultural para TVN y una demostración que, de una parte, la tensión entre misión del canal público y su autofinanciamiento es cada vez más palpable y aguda y, de otra parte, que la industria TV demuestra no estar preparada, ya no solo para el cambio de pluralidad, ideas, formatos y contenidos que exigirá la revolución digital de las comunicaciones sino para algo mucho más simple: el cumplimiento de la ley de TV digital que impone a los canales abiertos dos horas diarias de cultura en horarios prime en su programación.
La televisión digital dará la posibilidad de mayor diversidad y oferta televisiva. Pero su instalación debe ir acompañada de un debate sobre la calidad de la TV en nuestro país y en particular sobre los estándares y la forma como TVN cumple con la Misión que la ley le entrega como canal público de todos los chilenos. Hay insatisfacción en la ciudadanía con la oferta televisiva.
La TV está demasiado atrapada por el mercado, es la publicidad la que define el sentido de sus contenidos, hay demasiada TV basura apoyada en las tendencias culturales de moda, en el voyerismo, en la exacerbación de la publicidad de la vida privada y ello circunscribe la enorme capacidad que existe en nuestros creadores que deben acomodarse a las exigencias reinantes y obscurece la potencialidad de buenos programas que transversalmente tiene en su parrilla TVN y también los otros canales abiertos.
Creo que más que nunca, con al advenimiento de la TV digital, se requiere que el CNTV disponga de mayores recursos para los fondos concursables de programas de calidad en la TV abierta y creo también que la TV digital genera la posibilidad que existan canales segmentados para diversos públicos y en particular que se cree una señal cultural publica enteramente financiada por el Estado que no dependa ya del rating y que sea un impulso genuino para el desarrollo de la cultura, las artes, la ciencia en relación con la comunicación televisiva.
Me gustaría volver atrás el reloj y lograr que el desencuentro entre Warnken y los ejecutivos directos del canal se subsanara y poder continuar, seguramente con un formato más adecuado a la TV y a las audiencias de hoy y un horario que sume y no reste audiencia. Sé que Mauro Valdés, nuestro Director Ejecutivo, ha apoyado siempre este Programa y confío que en el diálogo puedan superarse las diferencias que han llevado a esta dolorosa decisión.
Sea o no así, agradezco a Cristian Warnken por lo que nos ha dado como humanidad y cultura en estos años, su mensaje está registrado en la memoria de varias generaciones y ello es un premio significativo para un realizador.