Dentro de un marco de respeto y admiración por varios de los colegios que fueron mencionados en el reciente programa de Contacto de Canal 13, a propósito de la eventual segregación social que se daría en sectores y actores de nuestro país, me ha parecido preocupante la “reacción en cadena” que se ha suscitado para neutralizar, cuando no descalificar dicho programa.
Me queda la sensación de que la solidaridad transversal que suelen mostrar las élites de la sociedad chilena frente a “ciertas amenazas”, se puso nuevamente en evidencia.
Se activaron las alarmas y surgieron diferentes voceros y medios que, mitad espontáneamente mitad coordinadamente, lograron desdibujar y eclipsar un hecho que, independientemente de cualquier otra consideración, debería llevarnos a una sincera y más profunda reflexión.
¿Por qué no debe oírse y acogerse con más humildad una queja o crítica; por qué debe ser contestada con ninguneos y objeciones preferentemente procedimentales y/o de ceñirse más o menos a tales o cuales normas editoriales?
¿En cuántos otros casos se han constatado que programas similares del mismo canal han permitido efectivamente tomar consciencia y/o corregir determinados hechos en beneficio de la comunidad?
¿Por qué alguno de los medios, columnistas y opinólogos que han reaccionado estos días tan elocuentemente en contra de dicho programa, no lo han hecho de igual forma ante otros contenidos y emisiones de la TV chilena que sí lindan con una verdadera deformación ético-ciudadana?
¿Hasta qué punto parece un despropósito la renuncia “por propia iniciativa” del Director de Prensa y de la Editora de Reportajes de Canal 13 como resultado del discutido programa?
¿Las autoridades de dicho medio de comunicación pueden pretender asumir un rol tan inocente frente a la emisión (autorización) del programa y a la vez constituirse en evaluadores y jueces tan omniscientes y categóricos de dicha transmisión y de sus autores?
Parece ser que, de pronto y extrañamente, un programa de TV que lleva años haciendo reportajes análogos, en su enfoque y metodología, se “demonizó” y todos sus autores y productores carecen de ética, idoneidad profesional y objetividad comunicacional.
Es cierto que un profesor de metodología de la investigación social podría analizar con sus alumnos en qué medida tales o cuales técnicas de recogida de información se aplicaron en este caso con mayor o menor rigor metodológico, no obstante, los datos y la realidad mostrada por el reportaje no dejan de tener valor para una reflexión que se detenga, preferentemente, en el fondo del problema y en que lo esencial esté por sobre lo más accidental.
Por lo demás, en la actual visión de las ciencias sociales, gracias a la herencia de Husserl y su fenomenología, uno puede describir una experiencia y/o tomar consciencia de una situación, sin necesariamente reducirla a la exigencia de datos científicos obtenidos sólo a través de los reduccionistas procedimientos de las mal llamadas ciencias exactas (físico-naturales). Es decir, hay experiencias cotidianas que, de suyo, permiten tomar consciencia de una determinada situación en un lugar específico.
En este sentido, el programa de canal 13 en comento, indiscutiblemente constituye un significativo aporte.
El imperativo, actúa de tal manera que no contraríes a algunos, piensa al gusto de ellos y no siembres dudas a sus alrededores, no sólo contraría el sentir de la mayoría de la ciudadanía del s. XXI, sino que olvida que son precisamente aquellos temas en los que hay en juego algo serio, los que muchas veces dan pie a las polémicas más apasionadas.
Por último, recordar que la segregación social refuerza y está vinculada a la agresiva desigualdad social existente en nuestro país que diferentes organismos han comentado una y otra vez.
Por lo tanto, dar a conocer una nueva experiencia e información acerca de tan importante componente y fisura de la sociedad chilena, aunque sea en una puntual expresión, es siempre algo justo y necesario.