A mi padre lo seguían tipos raros en autos raros. Esos que después serían conocidos como Civiles No Identificados (CNI).
Yo debo haber tenido unos 4 ó 5 años y recuerdo un par de ocasiones en que (no sé con qué criterio) mi padre los enfrentaba. Se bajaba de su Fiat 600 y les gritaba que se bajaran y dieran la cara, preguntando por qué lo seguían.
Confieso que la situación me parece ahora bastante ridícula. Estaba claro que lo seguían porque era director de la radio Chilena (la radio de la Iglesia Católica) que en esos tiempos había elegido el eslogan de “La voz de los sin voz”. Era la radio del Cardenal.
Yo no podría decir, ni lo siento tampoco, que fui una víctima de la dictadura.
Un par de veces los tipos raros se pararon afuera de la casa a preguntar a los vecinos nuestras costumbres, a qué hora llegábamos, si salíamos, quien nos cuidaba en el día a mi hermana y a mí, etc.
Otras veces llegaban en la noche y pateaban la reja. La instrucción era quedarse callado.
Un par de veces teníamos que salir a dormir a otras casas porque un amigo carabinero avisaba que esa noche no era bueno pasarla allí. A mis cinco o seis años, lejos de sentirme víctima, para mí era casi juego.
Digo que no fuimos víctimas porque dormir un par de noches fuera no se compara con los horrores que vivieron otros. Los demócrata cristianos, especialmente los muy cercanos a la Iglesia, como era mi padre, no eran los verdaderos perseguidos.
En realidad, su rol era ayudar a los comunistas, socialistas y miristas, que eran quienes principalmente estaban siendo masacrados.
Quizás lo único que podría decir con justicia es que la dictadura le fregó a mi padre, como a toda una generación, sus años más productivos; en vez de estar construyendo una situación personal, había que estar pendiente de una lucha colectiva por la libertad.
Muchos años después vine a entender porqué no aceptó cuando lo llamaron de TVN para ofrecerle trabajo.
Yo escuchaba que conversaban con mi madre que le ofrecían el doble de lo que ganaba en la radio y que sólo debía elegir un escritorio en cualquier área que no fuera el departamento de prensa. A mí me parecía un trabajo entretenido, pero en ese tiempo creí que a mi papá le gustaba más la radio que la tele.
Mi padre no habla mucho de esta época. Asumo que tampoco se siente víctima ni héroe.
Como buen periodista, supongo, simplemente pensó que tenía que hacer la pega que le correspondía hacer: ser lo más fiel posible a la verdad y a la libertad. Sin libertad de expresión no hay democracia, dijeron los periodistas por muchos años.
De todas estas cosas me he ido acordando paulatinamente con cada capítulo de “Los Archivos del Cardenal”, serie de TVN que fue posible, entre otras cosas, gracias al aporte de periodistas jóvenes que participaron en múltiples roles, desde el guión hasta la producción.
Ante la temática de la serie es imposible abstraerse del contenido político. Más de alguno entre los más intolerantes, como el Presidente de RN, pensará que TVN ha incentivado el conflicto con esta serie. Yo, por el contrario, creo que se ha hecho un aporte invaluable al alma nacional. TVN ha sido, más que nunca, el canal de todos los chilenos.
Se ha mostrado el dolor, con un enfoque orientado al rescate de la humanidad, de los valores, en un contexto de violencia política, pero centrado en las personas. Se ha mostrado también la humanidad de un torturador, cosa tremendamente difícil, mostrando los grises y no sólo los estereotipos. Se ha evidenciado la locura que significa llegar a negar la humanidad de otro.
Se mostró también el desvarío de la violencia de extrema izquierda, que además en la serie termina mal, con muertes, sangre, sin resultados y aislada.
Todo además, con una excelente factura, entregando un producto televisivo de calidad, entretenido e ilustrativo para las nuevas generaciones.
Para quienes critican a TVN, de lado y lado, y que cada cierto tiempo reclaman por cualquier tontera, por una nota aislada en un noticiero, por una entrevista que no les gustó, porque creen que criminaliza las protestas o que no muestra los logros del gobierno, sería necesario que vean al canal en su conjunto.
Que evalúen el aporte global, de su departamento de prensa, de sus programas de entretención, de deportes y especialmente la ponderación y calidad de programas como “Informe Especial”, “Esto No Tiene Nombre” y “Los Archivos del Cardenal” (entre otros), antes de volver a criticar tan livianamente como lo hacen a diario por cada cosa que no les gusta, incapaces de fijarse en todo aquello relevante que el canal público pone en pantalla.
La gente de TVN tuvo la gentileza de invitarme al lanzamiento de “Los archivos del cardenal”.
Yo esperé pacientemente el final de la serie para escribir esta columna. No quería equivocarme. En esa ocasión su Director Ejecutivo, Mauro Valdés señaló que la vocación de la TV pública “es la transgresión, pero con contenido: es mover las fronteras mentales y enfrentar nuestros miedos y ataduras, aprendiendo de nuestra historia y contribuyendo permanentemente a la reflexión colectiva en torno a lo público”.
Yo creo que lo están logrando.