La rana grande chilena Calyptocephalella gayi ha sido testigo de muchos eventos geológicos, como la separación de los continentes y la elevación de los Andes, manteniéndose como una especie sobreviviente que tiene más de 50 millones de años de antigüedad y aislada genéticamente de las otras especies vivientes en el país.Es por esto que ocupa el puesto número uno en los listados sobre especies que deben ser protegidas.
Lamentablemente el efecto antrópico, más que el cambio climático o los eventos geológicos amenazan su supervivencia. Esta especie depende en un 100% del medio acuático, como humedales y esteros, los que están destinados a desparecer también en el corto plazo, pues pocos están dentro de las áreas protegidas o reservas naturales y algunos, que destacan por su alta diversidad y son señalados como prioritarios para conservar, no tienen una protección efectiva.
Este es el caso de la Reserva Nacional El Yali, sitio Ramsar N° 878, por la alta diversidad de aves migratorias que anidan o descansan en ella, después de atravesar el continente desde el hemisferio norte (Canadá y Estados Unidos), dirigiéndose al Sur.
Esta alta diversidad está sustentada por la variedad de alimento y hábitat que les pudo ofrecer el sistema de lagunas que la integran, pero que lamentablemente ha cambiado drásticamente en los últimos cinco años y no por causas estacionales, sino por el efecto antrópico severo de los agricultores de la zona, quienes han priorizado el uso del agua para sus cultivos de alfalfa, palta y frutillas, en detrimento de las condiciones del Humedal.
Es por esto que desde hace dos años se han empezado a ver cadáveres de adultos de la rana chilena, que tienen al menos 15 años de vida y que representan a los reproductores que, al parecer, han fracasado en su intento de permanecer en sus sitios de reproducción, que ahora son pajonales secos, en medio de pastizales y aledaños a zonas de arado, en contacto directo con herbicidas, plaguicidas y fungicidas.
La piel sin escamas de los anfibios los convierte en ejemplares frágiles, que mueren de manera rápida por el contacto con sustancias tóxicas o por deshidratación, cuando la radiación es muy alta y tienen altas tasas de evo transpiración, sin encontrar un refugio de vegetación acuática.
Este es el caso de las poblaciones de la rana grande chilena de la Región de Valparaíso, quienes exhiben una distribución de tallas mayores a las de las regiones del sur del país.
Por más de seis años de estudio en la Universidad Santo Tomás, hemos desarrollado investigación tendiente a conocer las condiciones bióticas y abióticas que hacen exitosa la cría en cautiverio con fines de conservación, lo que es un hecho, pero que resulta coartada al no encontrar zonas protegidas en donde poder realizar estas políticas de conservación.
El ser humano debe ser consciente de que si este grupo de vertebrados ha empezado a morir, simplemente está informando sobre la degradación abrupta del hábitat acuático, que tarde o temprano también va tener incidencia sobre las poblaciones humanas de la zona.
También debe considerar que solo se puede hablar de vivir en un país desarrollado cuando se alcanza un equilibro con todas las especies y los hábitats con los que convive, lo que lamentablemente no se cumple actualmente.
Así que éste es un mensaje de la rana grande chilena, quien ve que uno de las especies que convive con ella (el Homo sapiens) la está condenando a morir.