11 jun 2014

Todo permiso debe tener una vigencia acotada

En la Ordenanza General de Urbanismo y Construcciones (OGUC) se señala con bastante claridad que los permisos de edificación caducan automáticamente a los 3 años de concedidos por el Director de Obras Municipales, ello si no se hubieren iniciado las obras contenidas en esos actos administrativos o si aquellas faenas hubieren permanecido paralizadas durante el mismo período de tiempo.

Para evitar “malos entendidos” entre los actores privados y los funcionarios públicos, esta reglamentación dice que una obra se entenderá iniciada una vez se hayan ejecutado los trazados y comenzadas en el terreno las excavaciones contempladas en los planos del proyecto.

Llevado a un extremo y para ejemplificar la situación, en el día anterior al cumplimiento de los 3 años el privado realiza todos los trazados y excava el terreno en donde levantará su edificación y con esa acción está en condiciones de esperar 3 años más para iniciar la construcción con las normas fijadas en el permiso, es decir, si el Plan Regulador Comunal se transformó en más restrictivo ese privado, si hizo lo indicado en este opúsculo, mantiene las normas urbanísticas por 6 largos años, aunque las mismas estén derogadas.

Muchos actores privados, coludidos con funcionarios municipales, utilizan rebuscadas interpretaciones para sobrepasar esa disposición, siendo algunas de ellas francamente risibles, pero como es muy difícil detectarlas se producen los efectos buscados y así se mejoran sustantivamente las rentabilidades de sus inversiones.

Las Resoluciones de Calificación Ambiental (RCA), ya sea vía “Declaración” o “Estudio”, caducan a los 5 años si los proyectos evaluados favorablemente por la institucionalidad no se hayan iniciado, lo que está reseñado en la última modificación de la Ley Ambiental.

En todo caso, en el nuevo reglamento del Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental (SEIA), vigente desde el 24 de diciembre de 2013, por algún motivo incomprensible, se eximió a los proyectos inmobiliarios que se ejecutan en las zonas declaradas latentes o saturadas de contaminantes, a someterse al SEIA hecho extraño que, con dos abogadas expertas y un competente arquitecto y académico universitario, nuestra fundación Defendamos la Ciudad ya le representó formalmente esta irregularidad en reunión sostenida hace un par de meses al nuevo ministro de Medio Ambiente para que esta administración solucione el impasse. Estamos seguros que así sucederá.

Los proyectos inmobiliarios habitaciones y los de oficinas o comerciales que tienen 250 y 150 estacionamientos, respectivamente, deben someterse a un Estudio de Impacto Sobre el Sistema de Transporte Urbano (EISTU), el que es elaborado por un consultor privado y posteriormente analizado por diversos servicios de la Administración del Estado con coordinación por parte del Seremi de Transportes.

En este análisis se establecen las medidas de mitigación vial y una vez aprobado, el solicitante del permiso de edificación puede obtener la autorización respectiva por parte del Director de Obras Municipales.Pero, inexplicablemente por falta de rigor del sector público sectorial, este tipo de actos tienen una vigencia ilimitada por no decir perpetua, con lo cual, si ha transcurrido mucho tiempo, pierde eficacia el EISTU.

Ya que en mi calidad de presidente de la fundación antes nombrada, he sido invitado a formar parte de la Comisión Asesora Presidencial Pro Movilidad Urbana, cuyo Decreto fue firmado el martes 10 de junio reciente por la presidenta Michelle Bachelet en el Salón O¨Higgins del Palacio de La Moneda, expreso en esta columna que mi primera intervención en este cuerpo colegiado se relacionará con el cambio reglamentario para que los EISTU tengan una vigencia determinada, la que podría ser 5 años como máximo, teniéndose en cuenta el excesivo crecimiento del parque automotor en el país.

Declaro lo anterior porque existen diversos megaproyectos inmobiliarios de altísimo impacto en las redes viales, que cuentan con EISTU aprobados hace 14 años (?), como es el caso del mall Marina Arauco 2 en Viña del Mar, ejecutándose en un sector totalmente colapsado, con el agravante de que el permiso de edificación fue mal otorgado porque el proyecto no está emplazado sobre una vialidad idónea para su alta carga de ocupación y más encima dicho permiso ya está caducado por el imperio de la ley.

En resumen, estamos seguros que vendrán tiempos mejores para los ciudadanos que habitan nuestras ciudades y ello dependerá de la necesaria reingeniería al interior del aparato público y de la labor de control y fiscalización por parte de la prensa y de las organizaciones de la sociedad civil.

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  • romanmd

    En Viña del Mar se hacen muchas trampas para validar los permisos de edificación caducados. En el sector dunas de Reñaca se está construyendo un gigantesco edificio con una “modificación” de un permiso de construcción otorgado hace mas de 8 años. Para prorrogar su validez, justo antes del vencimiento del plazo, llevaron varias máquinas al lugar, movieron un poco de tierra, y solicitaron al municipio un “certificado de continuidad de obras”, documento que no está contemplado en la Ordenanza de la Ley de Urbanismo y Construcciones, pero que fue otorgado por el Director de Obras sin siquiera ponerse colorado. Para conocimiento del lector, dicho edificio fue construido por la inmobiliaria Euro, vinculada a los concesionarios del Casino Municipal de Viña del Mar, de quienes se ha dicho gozan de una increíble red de protección al interior de ese municipio.

  • Erika González Prelle

    Resulta muy razonable el tener un plazo corto para ejecutar
    aprobaciones de proyectos urbanos y respetar esos plazos responsablemente como
    ciudadanos, ya sea como personas públicas, privadas, individuales o colectivas.
    Tres años aparece como un plazo más que razonable pues en muy corto tiempo se
    presentan muchos proyectos para una misma zona, en función de una condición
    inicial, que al poco andar cambia drásticamente. No podemos desconocer que
    nuestras intervenciones en la geografía que habitamos altera fuertemente el
    entorno y con las tecnologías actuales, en muy breve tiempo. De allí que lo que
    hoy se autorizó en las condiciones presentes pierda vigencia en casi un abrir y
    cerrar de ojos. La obsolescencia ya no es solo respecto de un plazo de un
    documento administrativo sino de la realidad imperante. Si comparamos el plazo
    de nuestras intervenciones estructurales en nuestras ciudades y entorno
    geográfico, y la urgencia con que se presentan proyectos para ser autorizados,
    las aprobaciones administrativas quedan obsoletas probablemente en menos de
    tres años. Algo así debe ser lo que sucedió en la zona norte de Santiago, donde
    inicialmente se presentaron muchos proyectos de “barrios exclusivos” y que en
    menos de 6 años se llenó de ellos confluyendo todos a Av. Pedro Fontova. Nadie
    sostuvo la promesa de vivir en un entorno “tranquilo y exclusivo”, con “mejor
    calidad de vida viviendo fuera de la ciudad pero a pasos de ella”. Es curioso
    que, con el sistema institucional que poseemos,
    no estemos teniendo una mirada sistémica del tipo de ciudad que estamos
    construyendo. ¿Quién mira el límite de crecimiento y de aumento de la densidad
    de personas (y vehículos) que debe tener una cuenca como la de Santiago y de
    cualquier otra zona de nuestro territorio?. Siendo cada uno de nosotros
    mamíferos, al fin y al cabo, es necesario considerar las características de
    nuestro comportamiento cuando estamos sometidos a situaciones de hacinamiento
    (agresividad o violencia) además de la conocida
    congestión, contaminación y la mayor probabilidad de accidentes con
    daños materiales y humanos. ¿Qué calidad de vida queremos tener en el largo
    plazo, para nosotros y nuestra descendencia? La reflexión del Sr. Herman me
    hace pensar en la necesidad de equilibrar nuestra mirada teniendo en cuenta esa
    obsolescencia de las autorizaciones
    administrativas y la de la realidad que las generó, con las necesidades
    humanas permanentes en el tiempo que cuentan con una sola geografía para
    habitarla todos los años que vienen.