En el Congreso se discute la “agenda corta anti delincuencia”, que básicamente centra el debate y la discusión sobre los delitos de propiedad y una ampliación de atribuciones para las policías en materia de control de identidad.
Sin embargo, me parece absolutamente necesario preguntarnos cómo pasamos de un paquete de medidas reactivas ante las cifras de victimización y la percepción de inseguridad a una política que apunte a una sana vida en comunidad. De alguna manera el Programa de Gobierno “Seguridad para Todos” lo delineaba, aunque todo indica que ha quedado en el olvido, tal vez por su acento en la creación de estructuras e instituciones en desmedro de la acción interagencial.
Partamos por rayar la cancha, ¿qué vamos a entender por prevención del delito?,esto me parece relevante al momento de brindar una respuesta de futuro a la seguridad ciudadana. Según la RAE prevención es la preparación y disposición que se hace anticipadamente para evitar un riesgo o ejecutar algo.
Si asumimos esta acepción de prevención y la interpretamos desde lo comunitario, se requiere más que un trabajo sobre instituciones reactivas (PDI, Carabineros o fiscalía), sino que debiera fundamentarse en acciones concretas en las personas, para que estas se sientan miembros de la sociedad, con valores y futuro común.
Desde esa perspectiva, una agenda larga anti delincuencia, sustentable y con sentido social enfatiza el robustecimiento de la cohesión social por medio de políticas públicas orientadas a la educación y formación de personas en valores republicanos.
Esa política pública, bien comunicada, tendría especial sentido y eco en la clase media, la que mayoritariamente entiende que las policías están mitigando un problema que se extiende por desafectos y problemas estructurales en la educación y marginación (población vulnerable), elementos sobre los cuales el aumento en el consumo de drogas ha generado una descomposición social en los distintos estratos sociales (con efectos diferenciados). Este fenómeno no puede abordarse sólo desde el nivel policial y/o persecutorio, ¡con ello no creamos sociedad!
Al respecto, en el asunto de fondo están los lineamientos políticos para abordar la seguridad pública, es decir nuestras convicciones. En efecto, la prevención debiéramos situarla en un contexto de categoría sistémica ordenadora, ya que para ser eficiente debe estar situada en las esferas de Cultura y Educación, puesto que en ese nivel la intervención resulta más efectiva y consistente en el tiempo.
Por ello, mi propuesta es orientar nuestra política de seguridad pública desde un enfoque intersectorial e interagencial, es decir, que las políticas, programas o lineamientos para prevención que estén dirigidos a distintas realidades etarias y/o socio culturales se realicen en sinergia con las carteras de educación, cultura, deporte, Interior, además de otras como SERNAM, SENDA, SENAME(Ministerio de Justicia).
En tal sentido, requerimos de un Estado más eficiente y comprometido en objetivos estratégicos comunes, en una aplicación de políticas integradas (no competitivas) cuyo eje de acción se realice por medio de la coordinación, sin necesidad de crear más burocracia o entidades de gobierno, sino que aunar criterios, mejorar los estándares en las evaluaciones de programas y complementar sus capacidades.
Nuestro objetivo como sociedad es ampliar el sentido de vida, para lo cual la prevención más efectiva es por medio del afecto e integración de las personas. Es decir, levantar barrios amigables (conectados, con servicios sociales, en un entorno seguro y con espacio de encuentro para los vecinos); atender a los jóvenes y sus aspiraciones antes de que se inclinen por infringir la ley; actuar en la reforma educacional con esmero para mejor la calidad en la formación del carácter de los jóvenes, en definitiva, todo lo que apunta en la construcción del nosotros, base constitutiva de una República que quiere a todos sus hijos, y donde todos tiene cabida, incluidos quienes están privados de libertad y donde el Estado devela toda su incapacidad de reinserción.
Esta agenda anti delincuencia de largo plazo no erradicará la delincuencia, eso es una quimera, ninguna realidad política a excepción de las que proscriben todas las libertades (dictaduras) consiguen aquello, pero sí reduciría la percepción de inseguridad y sobre todo nos centraría en la discusión de fondo, que desde la política no podemos obviar y en la que la tecnocracia no tiene respuestas: ¿cuál es la sociedad que queremos crear, una centrada en la vigilancia y control social o una que intente robustecer una sociedad de personas que tienen un futuro común y compartido?