El país, o al menos gran parte de los chilenos, estamos siguiendo jueves a jueves la nueva serie de TVN “Los Archivos del Cardenal”, a través de la cual y siguiendo un relato de ficción, pero amparado en hechos fidedignos, estamos rememorando los nefastos acontecimientos provocados por una dictadura militar cuyas heridas en el alma de Chile tardarán mucho en cicatrizar.
La serie es particularmente impactante para quienes formamos parte activa del Movimiento de DDHH.
Cada trazo, cada relato, cada imagen y el contexto histórico que se reproduce fielmente en la serie televisa nos emociona y nos hace pensar en lo duro que fue ser parte de ese movimiento, acogiendo los dolores y esperanzas de nuestro pueblo. Muchas veces, más dolores que esperanzas.
Cada minuto de la serie nos permite recordar también con cariño al Cardenal Silva Henríquez, auténtico Pastor de la Iglesia, hoy en la memoria agradecida de millones de compatriotas.
La Vicaría de la Solidaridad y los organismos humanitarios que acompañaron su labor (Fasic, Codeju, CCHDH, Serpaj Chile, Codepu y otros) fueron la expresión máxima de un movimiento que consagró una acción no violenta, firme y persistente en contra del régimen militar.
Los voluntarios y profesionales que se integraron al movimiento marcaron una huella profunda.
Y la acción de estas organizaciones se destacó por su enorme profesionalismo, calidad técnica y capacidad de generar proyectos que fueron admirados y respaldados por la comunidad internacional.
Entre ellos, la capacidad de archivar y registrar con minuciosidad dolida los miles de antecedentes de chilenos golpeados, torturados, violados en su dignidad.
Los Archivos de la Vicaría de la Solidaridad son hoy un Monumento Histórico. El Informe Rettig, sobre ejecuciones y desapariciones forzadas y el Informe Valech sobre prisión política y tortura corroboraron con extrema precisión, todos los datos que día a día, desde los inicios del golpe militar en septiembre de 1973, fueron anotados pacientemente por Trabajadores Sociales, Abogados, Psicólogos, Médicos y muchos otros profesionales.
Esos datos, que daban cuenta de apremios ilegítimos, detenciones arbitrarias, secuestros en la vía pública, desapariciones de detenidos, chilenos enviados al exilio o a la relegación…
Todo, minuciosamente, fue anotado aunque muchas veces la utilidad de esos datos y el dolor que encerraban no tenían ninguna utilidad inmediata.
No por tanto escribir o registrar lo acontecido, las vidas de los detenidos podían ser protegidas eficientemente.
El poder total era muy superior. Pero los escritos adquirieron vida con el tiempo y se acumularon para que un día la esperanza de investigaciones y juicios encontrase en estos registros la huella necesaria para establecer la verdad y hacer justicia.
“Los Archivos del Cardenal” son los Archivos de la Vicaría de la Solidaridad, principalmente, pero también son los Archivos de Serpaj Chile, de Codepu, de la Comisión Chilena de DDHH, de la Comisión Nacional contra la Tortura, de Fasic.
Es el trabajo de cientos de activistas que formamos parte de ese movimiento. Y es justo, y es necesario que el país reconozca el valor ético e histórico de lo que esos Archivos representan.
La serie televisiva reconstruye los episodios del dolor y de la esperanza. Combina adecuadamente la vida cotidiana de los activistas, entre el amor, la sobrevivencia, las naturales discusiones entre amigos.
A veces olvidarse algo de los dolores del día en medio de una convivencia….Se trataba también de vivir un poco la vida que teníamos.
No era fácil, pues aun en medio de alguna convivencia irrumpía el llamado telefónico o alguien, presuroso, llegaba para decirnos: “detuvieron a tal persona”…”apareció muerto a quien estábamos buscando…”, “sacaron de su casa a un vecino”…
Vivir una vida “normal” bajo un régimen dictatorial no fue fácil para el movimiento de DDHH.
Lo sabemos muy bien porque lo llevamos en el alma. Pero nuestra esperanza fue siempre que registrando cada acontecimiento, aunque fuese sólo para la historia, sin perjuicio de que igual hacíamos todo lo necesario para poner en la agenda pública las detenciones, torturas y desapariciones, sólo con ese gesto de anotar y conservar los antecedentes, algún día Chile haría justicia.
Estamos en ese camino aun.