Las Fundaciones PRO y Chile 21, más la Corporación Proyecto América, realizaron el jueves 28 un interesante seminario sobre movimientos sociales y ciudadanos y reformas políticas en un céntrico hotel santiaguino, con el patrocinio de la Fundación Ebert, entidad representativa de la cooperación alemana con los movimientos socialdemócratas del continente.
El evento estuvo muy concurrido, especialmente por jóvenes, dado que entre los expositores estaban invitados importantes dirigentes que lideran el movimiento estudiantil.
Además, fueron invitados exponentes de organizaciones ambientalistas, de la Fundación Igualdad, del movimiento pro Asamblea Constituyente, de Océanos Azules, de la coordinación de ONG de Chile y líderes políticos.
Es probable que este evento político-académico sea uno de los más relevantes de estos días, organizado además por Fundaciones que cubren parte fundamental del movimiento opositor.
Una de las intervenciones que me llamó la atención por calidad y fundamentación fue la del Vicepresidente de la FEUC, Pedro Pablo Blatt, estudiante de Derecho, lúcido, firme y categórico en sus apreciaciones.
Uno de los argumentos que expuso es que la intensa dinámica del movimiento estudiantil, que ha liderado grandes movilizaciones sociales en el país, actualmente tiene sus raíces en la profunda desconfianza provocada por la clase política de Chile, especialmente a partir de los acuerdos constituidos en la denominada movilización de los pingüinos (2006).
Blatt señaló que ellos confiaron en esos acuerdos. Confiaron en que los dirigentes políticos y autoridades de Gobierno que suscribieron tales acuerdos los cumplirían.
“Han pasado cinco años”, señaló, “y lo que hemos visto y comprobado es que nada de lo principalmente acordado se cumplió. Por eso nos preguntamos: ¿porqué deberíamos confiar en acuerdos cupulares hoy? Nuestro interés hoy es que las reformas y los cambios que necesitamos sean impulsados y exigidos por la movilización social”.
Las palabras del dirigente estudiantil fueron nítidas y precisas y la audiencia reunida comprendió en pocos minutos la magnitud de un proceso que no tiene características artificiales o temporales.
Hay una problemática de fondo de enorme magnitud. Otro dirigente estudiantil, en el momento del café, me comenta: “La mayoría de los actuales líderes de los partidos de la Concertación fueron Ministros, Subsecretarios o autoridades de los Gobiernos anteriores, ¿qué pueden ofrecernos de verdad hoy día?”….
El país está inmerso en un dinamismo significativo que tiene un fuerte componente político.
No son solo las demandas específicas: educación más justa, fin al lucro, reconstrucción real de las zonas damnificadas, justicia para los indígenas, transporte más humano de pasajeros, efectos del alza de combustibles, etc.
Lo que hay en el fondo de estos reclamos es el cansancio de un país con un sistema político consensuado en el inicio de la transición y que despojó a los ciudadanos de su capacidad de participación y de decisión.
La sociedad chilena reclama hoy un protagonismo directo.
Quiere incidir en las decisiones y por eso la democracia representativa pasa por su momento más crítico.
Todo esto lleva consigo la urgente necesidad de que el mundo político interprete mejor los “signos de los tiempos” (como se diría en clave teológica) y pueda actuar en consecuencia, no corrigiendo sino transformando lo esencial: que la política de verdad vuelva al soberano, el Pueblo mismo.