Un curioso debate generó un video de promoción de ProChile (como dijo un twitero: financiado por todos los chilenos).
Muy bien producido, en una regia cocina de estudio, un Chef nacional explica ante los televidentes la preparación de la causa (limeña), el uso de leche de tigre (especialidad peruana) y la elaboración de Pisco (de Elqui) con ingredientes compartidos con los “vecinos”. El concepto de “vecinos” es el único que se emplea en todo el video para referirse a los hermanos peruanos.
La descripción de estos productos en el marco de una clase de cocina no tendría nada de objetable si no fuera por dos hechos:
1. El video se titula “Sabores de Chile” y resulta que las preparaciones que se promueven pertenecen principalmente a la rica cocina peruana y
2. ProChile recoge, finalmente, la cadena de reclamos en internet y ¡emite un comunicado! en donde intenta explicar lo inexplicable… y lo hace de manera inusitada: “Sabores de Chile” no tiene por objetivo exhibir netamente platos típicos chilenos, sino contribuir al aumento de las exportaciones de productos alimenticios chilenos”… (sic).
No entiendo. El video se titula “Sabores chilenos” y lo que menos se promociona son nuestros platos típicos nacionales. Y si se pretende promocionar productos chilenos que hacen a la cocina nacional e internacional, los productos que se exhiben son al menos, compartidos con la cocina peruana. Y la única referencia del Chef nacional a los peruanos es con el concepto “vecinos”.
El comunicado de ProChile es contradictorio. Seguramente ello, más el error comunicacional, obligaron a bajar el video en youtube.
Lo que queda es un intento supranacional de ProChile, convirtiendo una buena idea en un desastre comunicacional.
Y vamos al fondo de este problema: los alimentos, los productos campesinos y la cocina de nuestros países tienen valores ancestrales y comparten en común aspectos que son sustanciales entre nuestros pueblos.
Los Pueblos Indígenas nunca han reclamado entre sí y para sí la hegemonía de sus productos y de su gastronomía.
La papa boliviana, con decenas de especies, ha sido compartida desde siglos por aymaras y otros pueblos de todo el continente.
Lo mismo sucede con productos que están en la base alimenticia de los mapuches desde antes de la instalación del Estado chileno y recién ahora se descubre su riqueza nutricional y su calidad en las mesas más especializadas. Pero mapuches y aymaras no disputan la marca de sus productos entre sí: las comparten.
La sociedad mercantil tiene otra concepción de la naturaleza. Todo cae en el marco del intercambio comercial y de la propiedad privada de los productos.
¿De qué otra forma debiéramos entender la aprobación por parte del Senado del UPOV-91? Por eso no es extraño lo acontecido con el video de ProChile. No es el reflejo de un error; es la representación de una doctrina, en este caso de mercado, en un contexto de competitividad.
Y en ese escenario la apropiabilidad de una práctica o la hegemonía respecto de un modelo alimenticio son exclusivos y excluyentes.
ProChile no ha cometido un error: quiso ejercer una hegemonía cultural.
El problema hoy es que miles de chilenos en las calles reclaman, entre otras cosas, respeto por la diversidad cultural. ¡Salud!