El nuevo gobierno argentino lleva adelante a toda velocidad un plan de ajuste. Las metas anunciadas recientemente por el ministro de Hacienda, Alfonso Prat Gay, apuntan a una inflación entre 20 y 25% para 2016, una reducción de déficit fiscal de 1% del PBI y un crecimiento de 0,5% a 1%.
Sin embargo, a pesar de ser metas modestas, ninguna parece factible de cumplir en 2016 ya que las medidas que se han tomado tienen efectos contradictorios. Unas estimulan la economía y otras la deprimen.
Por un lado, medidas que propiciarán el crecimiento: fin del cepo al dólar y eliminación de las declaraciones juradas de importación DJAJ.
Estas dos medidas eran muy necesarias y también estaban en la agenda Scioli. Tanto el cepo al dólar (2011) como las declaraciones juradas de importaciones (2012) fueron medidas destinadas a administrar la escasez de divisas en los últimos años de la administración Kirchner. Ambas disposiciones fueron llevadas adelante más allá de lo recomendable. Lo que se debió hacer no era administrar la escasez poniendo un embudo a la economía sino ampliar las exportaciones a través de una política cambiaria correcta.
Macri acierta en poner al dólar al frente de las prioridades. Sin embargo, esta medida positiva depende de que los dólares que alimenten la economía provengan de fuentes genuinas a partir de los saldos positivos de la balanza comercial y la inversión extranjera, no a través de los créditos internacionales. Eso sería solucionar un problema abriendo otro ya resuelto.
Por otro lado, la eliminación de las Declaraciones Juradas propiciará también una mejor performance de la economía. A partir de 2012, los importadores debían elevar una solicitud de importación que podía tardar en ser aprobada o rechazada. Esto dificultó el trabajo de ciertas industrias que veían trabados sus procesos productivos al ser retrasados la importación de equipos, insumos, partes y otros. Hoy podrán pagar las deudas contraídas y acumuladas con los proveedores internacionales e importar automáticamente sin controles.
Pero no todo lo que brilla es oro. Miremos las medidas recesivas.
1.- Devaluación
2.- Quita de retenciones a exportaciones agrícolas
3.- Eliminación de subsidios a la energía
4.- Alza de tasas de interés
5.- Contracción monetaria
6.- Reducción de empleados públicos
7.- Reducción del gasto público
En primer lugar, la devaluación provocó una carrera de precios durante diciembre que llevó la inflación a 3,9% sólo en ese mes. A diferencia de Brasil o Chile, los precios en Argentina están muy atados al dólar por lo que una devaluación del peso amenaza siempre con provocar una escalada de precios que termina por anular o aminorar el efecto que se esperaba provocar. Algunas consultoras privadas estiman un incremento de los precios del 38% para este 2016. Macri no solo no cumpliría con la meta auto impuesta sino que se anotaría una inflación anual más alta que cualquier año del kirchnerismo.
Así como la eliminación de las retenciones incrementa los necesarios dólares, también disminuye la recaudación fiscal. Cero retenciones, cero recaudación. Para cerrar los números van a incrementar a partir de febrero los servicios de electricidad, gas y agua. Los subsidios a la energía, en la actualidad, son un importante ítem de gasto público que ahora pasarían a pagar directamente las familias. Este incremento de los costos para las familias y la inflación por debajo de los aumentos de salarios traerán consigo muy probablemente un escenario recesivo para el conjunto de la economía interna.
Ningún ajuste es inocuo. Hay programas de estabilización exitosos y otros que fracasan, dejando sin resolver los problemas originales y generando otros nuevos. El caso más claro para comparar es Brasil. El Gobierno de Dilma Rousseff, frente a los déficit en el gasto público y la alta inflación, llevó adelante cambios en el manejo económico, con un programa de reducción del gasto público y encarecimiento del crédito.
El resultado ha sido nefasto tanto económica como políticamente, al llevar a Brasil, que no creció en 2014, a caer 4 puntos el 2015. Es una auténtica destrucción de capital a toda velocidad. La inflación, en lugar de retroceder, recrudeció, llegando al 9%. Por tanto, el ajuste a la brasileña ya demostró ser parte de la alta montaña de ajustes fracasados. Los ajustes han sido exitosos en países pequeños con fuerte orientación exportadora, que pueda compensar una depresión del mercado interno. No es el caso de Brasil, tampoco de Argentina.
El caso Brasil está en los escritorios de Macri, conscientes del riesgo de los impactos que puede generar el plan de ajuste. Sin embargo, confían en que San Dólar traiga todos los milagros. Sarcasmo aparte, quienes vivimos en Argentina estamos asistiendo a acelerados cambios en los precios relativos, cuyo saldo es imposible que favorezca a todos.
Hay reacomodamientos entre capital y trabajo, entre salarios y beneficios, entre exportadores e importadores, consumidores y productores. La economía siempre es política, el resto es chamullo, palabra que compartimos amistosamente chilenos y argentinos.