Hace 5 años dejé Chile, un país laico, democrático y libre, sin embargo, no volvería al Chile que veo desde afuera.
Según los últimos resultados de medición de la “Liga Anti-Difamación” (Anti-Defamation League), institución internacional que mide índices de antisemitismo mundial, Chile obtuvo un 37%, un resultado superior a muchos países del continente, como Argentina, Bolivia, Uruguay, Brasil y otros. La medición indica que de un total de 12.458.198 adultos chilenos, 4.600.000 tendrían algún tipo de actitud antisemita.
Uno de los grandes golpes para la población judía chilena fue el retiro del embajador chileno en Israel en tiempos de guerra con el Hamas, mientras chilenos en Israel se refugiaban de misiles provenientes de Gaza, la Presidenta de Chile llamaba a su embajador, dando una señal clara. Es necesario entender que ni Egipto ni Jordania, países que fueron enemigos y declararon guerras al Estado judío, retiraron embajador durante el conflicto de 2014.
Creo que debo hacer un paréntesis necesario aquí, muchos dirán “pero eso es antisionismo, no antisemitismo”. Lamentablemente, tengo que rebatir esta manoseada afirmación. Sion es simplemente un sinónimo de Jerusalén, denominado así por el Monte Sion, uno de los accesos a la Ciudad Vieja. Sionismo no implica más que la pertenencia del pueblo judío a Jerusalén y la tierra de Israel, en ningún caso de forma excluyente de otros pueblos.
El sionismo es el derecho a la autodeterminación judía en su tierra. El anti sionismo es antisemitismo porque el derecho de autodeterminación que no se cuestiona para las otras 192 naciones de la tierra, se le niega a la nación judía y solamente a la judía.
Aclarado esto, continúo.
El hecho de que figuras públicas, políticos, actores y rostros utilicen los medios o sean utilizados para generar discordia con un único Estado en el mundo es a lo menos preocupante, desde funcionarios públicos quemando banderas de Israel, pasando por la resurrección de textos antisemitas de la Rusia Zarista para justificar una supuesta “invasión sionista” en la Patagonia chilena y la falsa acusación de “genocidio” con una recurrencia record.
El término genocidio, es otro de los manoseados conceptos del antisemitismo. Cuando culpamos a un Estado de genocidio, se entiende que asesina en masa y la población sufriendo este ataque disminuye, como ocurre en Siria, con sobre 300.000 muertos en 5 años. El conflicto árabe-israelí ha cobrado sobre 60.000 vidas en 8 guerras y 2 intifadas. Esta cifra incluye israelíes, jordanos, egipcios, sirios, iraquíes, libaneses y palestinos. Para aplicar el término, deberíamos ver una disminución demográfica, pero los números indican que no han disminuido, sino se han cuadriplicado. Con estos datos, aplicar el término genocidio es mentir.
Igualmente preocupantes son las manifestaciones impersonales de antisemitismo en Chile, pasando por la prensa, que frecuentemente invierte roles y cronología de hechos en titulares, solo hace horas un medio chileno informaba sobre los atentados que ha sufrido Israel en los últimos meses, donde palestinos atacan civiles, soldados, policías, ancianas, niños y familias en violentos ataques con arma blanca, pero el título es “Fuerzas israelíes matan a cuatro palestinos tras ataques en Cisjordania”. Sólo en el desarrollo se entiende que los palestinos apuñalaron israelíes y fueron abatidos en el acto.
Otro ejemplo está lamentablemente en educación. Hace 3 años, JUNJI, hizo entrega de un inocente cuento en todos los jardines infantiles del país, el cuento era titulado “Abudi, un niño palestino”, el cuento para infantes de 5 años de edad contenía éste párrafo, “la familia de Abudi no podía vivir en su patria, que es Palestina, debido al conflicto con otro país, Israel. Esto ocurrió desde que los israelitas llegaron a vivir a su territorio”. Enseñar esto a niños chilenos de 5 años, moldeando una postura sobre un conflicto internacional a 13.000 km. de distancia, es grave. El cuento fue retirado tras la protesta de un padre israelí a quien tengo el gusto de conocer.
Hace solo unas semanas, DEMRE pidió disculpas públicas por una pregunta extremadamente tendenciosa, que incluía un mapa de Israel en evolución, con datos explícitamente falsos en cuanto a historia, un ejemplo inaceptable de adoctrinamiento, cuando los jóvenes rindiendo la PSU sienten que son evaluados con ideas que, para los conocedores del conflicto, las saben falsas.
Y llegamos a un análisis demográfico, la población chilena de origen árabe es inmensamente superior en número a la judía. Con una comunidad palestina de al menos 200.000 personas, comparados con los 18.000 judíos de Chile, que intentan sacar la voz ante las mentiras de sus constantes atacantes mediáticos durante cada conflicto en Medio Oriente.
En Chile, los representantes comunitarios de ascendencia palestina, a pesar de representar a una mayoría cristiana en Chile pero que es ínfima minoría en Palestina (un 8-10% de Belén y un máximo de 4000 almas en Gaza), utilizan métodos de propaganda propios del islamismo radical aunque declarativamente se desmarquen de ellos o del terrorismo del Hamas y la Yihad Islámica.
Los portavoces mienten habitualmente en entrevistas, muy parecido a la técnica islamista de Taaqya (ocultar la verdad), promueven el boicot (BDS) a un único Estado en el mundo, que justamente es el judío y justifican acciones contra civiles realizadas por sus hermanos palestinos. Es muy probable que las declaraciones de los líderes palestinos en Chile no hagan otra cosa que avergonzar a sus familiares cristianos en Belén o Gaza.
Así ve Chile un judío chileno que se fue, que vivió el antisemitismo en primera persona, que fue golpeado de niño por ser judío, que hoy ve como defienden a sus agresores y que recuerda con un sabor agridulce al país que lo vio nacer.
Espero que en este nuevo año solar, Chile entre en sus cabales y vea las cosas por lo que son y tome medidas, como aprobar una ley efectiva contra la incitación al odio, sin disfrazar los problemas sociales y el odio infundado.