“Sin la guerra de Irak, ISIS no habría podido existir”. Esa fue la frase que utilizó Loretta Napoleoni (autora del libro “El fénix islamista. El Estado Islámico y el rediseño de Oriente Próximo) para dilucidar algunas de las causas que explicaran el origen y fortalecimiento del Estado Islámico (ISIS) en los territorios que sigue controlando en parte del espacio sirio-iraquí.
Y es que precisamente la guerra de Irak (liderada por Estados Unidos y occidente) implicó el derrocamiento de Saddam Hussein, y la instalación en el poder de los chiítas encabezado por Nuri al-Maliki. Junto a otros elementos, lo anterior sirvió de caldo de cultivo para lo que hoy es el grupo ISIS.
Napoleoni en su mismo libro retrataba en base a algunas entrevistas, que en muchas localidades sunitas los residentes pese a no compartir los castigos medievales de los terroristas, preferían que ellos tuvieran el control de facto antes que las milicias afines al gobierno iraquí.
El motivo se explicaba en el “abandono” en la que dichas comunidades sunitas habían quedado tras la instalación de los chiítas en el poder. Aprovechándose de este abandono, y como forma de ganar una “legimimidad” en lo social, ISIS vacunaba a los niños contra la poliomielitis, organizaba comedores populares y restablecía el suministro eléctrico y de agua potable en las localidades abandonadas por el gobierno central iraquí.
ISIS es de esos grupos que ha combinado una radicalidad en lo militar junto a un pragmatismo en lo social. Estos son elementos que lo han llevado a contar con un respaldo en grupos islamistas afines que van desde el Maghreb hasta al sudéste asiático, pasando también por los nacionales europeos que se sienten atraídos por su ideología de lucha.
Es por esto que ISIS ha sido subestimado en sus méritos sociales, aunque ha sido sobreestimado en lo militar. El argumento de los “100 días” que transitaron desde las tomas de Faluya, Ramadi o Mosul hasta la proclamación del califato, (donde el mundo se impresionó por este “rápido” ascenso de ISIS en la realidad del Oriente Medio), se debió también a la larga lista de deserciones y corrupción que aquejó a las filas del ejército iraquí.
Si ISIS se ha hecho más fuerte, es porque salvo en el caso sirio, no hay tropas en tierra que tengan la decisión de combatirlos. No es ninguna sorpresa decir que los ataques aéreos de la coalición liderada por Estados Unidos no sólo han sido insuficientes, sino que contraproducentes en su objetivo de derrotar a los terroristas.
Los recientes atentados en Francia son una prueba de que es imperioso unificar los esfuerzos internacionales para combatir a ISIS. Siria apoyaría con las tropas en tierra que Estados Unidos o Rusia son reticentes a enviar. Con el apoyo de estas superpotencias quedaría claro que las capacidades de ISIS en lo militar en gran parte fueron sobreestimadas en los cerca de 17 meses que llevan de vida tras la proclamación de su califato.
En conclusión, lo peor que podría pasar es la continuidad de la realidad actual, en que cada país responda a su agenda de seguridad y a su propia percepción de la amenaza, ya que esto no haría más que fortalecer a ISIS sobre la base de la experiencia reciente.
Si Francia materializa las recientes declaraciones que dio su presidente, François Hollande en el sentido de formar una sola coalición para combatir a ISIS, el esfuerzo apuntaría en la dirección correcta al terminar de reconocer que el régimen sirio es un aliado y no un enemigo.
Lo realmente complejo sería convencer a Estados Unidos y a las monarquías árabes de que difícilmente encontrarán un mejor aliado para combatir a ISIS, que el propio régimen sirio que se intenta derrocar.