Este domingo 25 de octubre se realizarán en Argentina las elecciones presidenciales para elegir lo que la prensa dominante en Chile ha llamado el sucesor de “la Señora K.”
La vilipendiada y subestimada “Señora K.”, jefa de Estado en un país que es visto desde aquí como en permanente crisis política y económica, encabeza un movimiento político que no sólo va a competir en estas elecciones sino que está en condiciones de ganarlas por un claro margen de votos.
El apoyo de “la Señora K.” al candidato del Frente para la Victoria, Daniel Scioli, no ha sido “un salvavidas de plomo” sino que, por el contrario, ha reforzado su rol de favorito: pocos discuten que se impondrá por un buen margen este domingo, como lo hizo en las primarias recientes en las que se eliminaron los candidatos de todos los sectores con bajo o bajísimo apoyo electoral.
En las recientes primarias nacionales Daniel Scioli alcanzó una votación de 38,67 por ciento; el candidato de las derechas Mauricio Macri un 30,12, y el candidato peronista disidente Sergio Massa el 20,57.
Scioli, gobernador de la provincia de Buenos Aires, es peronista, un peronista de centro izquierda, como “la Señora K.”, aparentemente menos “de izquierda” que ella y más abierto a resolver los problemas de Argentina con la banca norteamericana y sus fondos buitres. Tiene 58 años, lleva de candidato a Vicepresidente a Carlos Zanini, estrecho colaborador de la Señora K., y fue Vicepresidente de Néstor Kischner entre 2003 y 2007.
El peronismo argentino es muy amplio y diverso y cubre casi todo el espectro político, desde la derecha a la izquierda y, en los años que van desde 1940, hace más de setenta años, ha acumulado en su interior desde fuerzas fascistas a fuerzas socialdemócratas de izquierda, desde golpistas de extrema derecha, como López Rega, a extremistas de izquierda, como los Montoneros.
Sergio Massa (43 años) es la cabeza actual del peronismo de centroderecha y ha tenido un apoyo electoral de 20 por ciento, lo que es considerable. Sigue las aguas “ideológicas” de Menem pero sin contaminarse, hasta ahora, con la corrupción de que es acusado el ex esposo de nuestra ex Miss Universo. Su persistencia en mantener hasta el final su candidatura puede ser resultante de su aspiración a suceder al hipotético Scioli triunfador y no abrirle camino a una derecha que, encabezada por Macri, podría volcar la Argentina hacia posturas polarizadas y muy alejadas de las de Uruguay y Brasil.
Mauricio Macri, neoliberal, de cuna oligárquica, hijo de un multimillonario de 88 años que apunta al triunfo de Scioli y no de su hijo, es jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires. En las primarias recientes alcanzó el 30,12 por ciento. Es una especie de Piñera, con harta plata, más joven, con más energías y con menos competidores en su sector. Ha tenido, bajo su billete, a Boca Juniors (el Colo Colo de Argentina), como Piñera tuvo a Colo Colo de Chile. A diferencia de otras capitales, como Santiago de Chile, Buenos Aires sólo representa el 8% del electorado argentino, lo que no es poco pero no es decisivo.
Todo parece indicar que Macri será derrotado en esta elección y en el balotagge, si lo hay.
Sería una nueva derrota de la derecha en Argentina y una muy mala noticia para la derecha chilena, sus voceros, como El Mercurio, y los analistas empresariales y comunicacionales que siempre han subestimado y mal tratado a la Sra. K.
Dentro de las fuerzas de izquierda, a la izquierda de Scioli, nunca relevantes en la política argentina, destaca el Frente de Izquierda, que aspira a una votación del orden del 5 por ciento, y que es encabezado ahora por Nicolás del Caño, de 35 años, diputado nacional por Mendoza.