La Cámara de Diputados acordó de manera transversal, mediante un proyecto de resolución, valorar “el enorme esfuerzo que está llevando a cabo el presidente de Colombia Juan Manuel Santos y el Jefe de las FARC, Timoleón Jiménez”.
Es valorable lo ocurrido, porque abre espacio y acoge un importante acuerdo que da un respiro a nuestros pueblos hermanos azotados por la desgracia de una prolongada guerra.
Lo significativo es que el Presidente colombiano, Juan Manuel Santos, quien no es precisamente un representante de la izquierda, sino que todo lo contrario, pues mantiene vínculos con empresarios y transnacionales, terratenientes, fuerzas militares y de seguridad, firma a nombre del Estado un acuerdo con el jefe de la principal guerrilla del país.
¿Puede un actor político rechazar este acuerdo, señalarla como “derrota para la democracia” y a la vez reivindicar que esta manifestación se realiza desde una posición de “centro” o “moderada”? Difícilmente, lo que en una opinión de este tipo se observa es un actuar claramente “ultra”.
Es así como tenemos que el diario La Tercera, en su editorial del pasado 1 de octubre, cae en una actitud absolutamente destemplada. Si esa nota se hubiera publicado en Colombia, habría significado el rompimiento de la mesa, el quiebre de los acuerdos y la confrontación más aguda entre el Estado y la guerrilla. ¿Quién puede quedar contento o esperar un resultado así? Ciertamente nadie.
Este importante acuerdo, además, implica una condición especial para nuestro país, ya que al igual que Venezuela somos países “acompañantes” en dicho esfuerzo junto a las naciones garantes de Cuba y Noruega. Considerando la situación política internacional de nuestro país, no es menor el rol que podemos jugar en sellar la paz definitiva para Colombia. Implica a su vez una clara vocación democrática y pacífica de nuestro país y nuestro pueblo.
Es una alegría que ante dichas situaciones y pese a editoriales que buscan enlodar el proceso de paz, nuestra Cámara de Diputados haya podido sustraerse al “ruido” que buscan introducir estos actores y saber reconocer la más dulce melodía, la de la paz para nuestros hermanos que reposa delicadamente en estos aún frágiles acuerdos.