Hace 70 años, el 6 de agosto de 1945 a las 8:15 horas, se lanzó el primer ataque nuclear sobre una ciudad, causando la destrucción y muerte instantánea a cerca de 70 mil personas, la mayoría mujeres, niños y ancianos. Otros tantos fallecerían en menos de un año.
Hiroshima no fue la primera expresión de un tipo de crimen de guerra que más tarde vendría a llamarse la “guerra total”, es decir, la ejecución de actos de destrucción masiva contra ciudades o poblaciones civiles que no se encuentran protegidas ni constituyen objetivos militares. Antes de Hiroshima o del bombardeo de la ciudad Alemana de Dresden, la aviación nazi inauguró este expediente el 26 de abril de 1937 dejando caer su furia sobre la ciudad vasca de Guernika.
Para los que justifican el ataque, éste y luego el embate sobre la ciudad de Nagasaki, tuvieron el mérito de poner fin a la resistencia japonesa, que a pesar de estar estratégicamente derrotados, seguían luchando con ferocidad causando miles de muertes en las tropas norteamericanas. Dirán que se salvaron muchas vidas de soldados estadounidenses, a modo de justificación.
Para los que lo critican, el ataque fue injustificado desde el punto de vista militar. La guerra ya estaba decidida. Se trató más bien de una demostración de poderío tecnológico y militar para asentar la ventaja estratégica de Estados Unidos sobre el mundo que sobrevendría a la segunda guerra mundial: el conflicto entre occidente y la URSS. No hay que olvidar que la derrota de Hitler había sido en manos del ejército rojo, por lo que los americanos necesitaban urgentemente demostrar su poderío.
Ciertamente la guerra de los aliados contra el nazismo y el militarismo japonés fue una guerra justa y necesaria. Su derrota liberó al mundo de unas tiranías feroces y criminales. El mundo con razón celebra esa victorias de hace 70 años.
Sin embargo, sigue rondando la pregunta sobre la necesidad de las matanzas de civiles en Hiroshima y Nagasaki. El pueblo norteamericano, especialmente entre los jóvenes, ha venido modificando su opinión sobre la justificación de estos hechos. El mundo está cada vez más interesado en conocer el testimonio de los sobrevivientes japoneses, antes que los relatos supuestamente heroicos del piloto y tripulación del Enola Gay.
Hoy pocos discutirían que se trata de una de las peores tragedias de la historia humana. Tragedia en el mejor sentido de la palabra: es decir, un conflicto que provoca un desenlace catastrófico que sólo puede dejar lágrimas y sufrimientos para todos los participantes y sus herederos.