Desde que se inició el conflicto en Siria el año 2011, el régimen de Bashar al-Assad nunca ostentó un nivel de presión como el que ha estado sufriendo en las últimas semanas. Esto ni siquiera se dio durante los mayores niveles de actividad armada en los grupos opositores al régimen, ni ante el impacto mediático, político y militar sobre el uso de armas químicas en la segunda mitad del 2014.
El gobierno de Siria se ha visto asediado en lo militar por el avance del islamismo radical en distintos frentes del país, así como también por los bombardeos de la coalición internacional liderada por Estados Unidos y las monarquías del Golfo Pérsico.
En los últimos días, el Frente Al-Nusra ha tomado casi la totalidad de la ciudad de Idleb, quedando a pocos kilómetros de Latakia, el bastión costero del régimen sirio.
Por su parte, hace unas semanas el Estado Islámico (EI) ha capturado la ciudad siria de Palmira, catalogada por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) como uno de los seis sitios sirios que la organización considera como dentro del Patrimonio de la Humanidad. Palmira fue en los siglos I y II D.C. uno de los centros culturales más importantes del mundo antiguo y un punto de encuentro en la Ruta de la Seda, conteniendo en la actualidad varios sitios arqueológicos y esculturas de un valor incalculable.
El daño en lo cultural y patrimonial a la humanidad y su historia evolutiva ha sido tremendo.El islamismo radical ya ha realizado en Afganistán algunos ataques, como cuando en 2001 los talibanes dinamitaron y atacaron con artillería antiaérea a las estatuas de los Budas de Bamiyan, que fueron talladas durante el siglo VI D.C. en un acantilado de un kilómetro. Se componía de dos estatuas, una de 53 y otra de 35 metros. Un equipo de arqueólogos alemanes por cuenta propia intentó reconstruir las piernas de la estatua más pequeña, pero era prácticamente imposible realizar aquello tomando la multitud de fragmentos de roca, por lo que actualmente sólo queda el vacío en el acantilado.
En Irak, y durante febrero de este año, el avance del Estado Islámico en las provincias de Nínive y Nimrud dejaron como saldo la destrucción a punta de martillos de varias estatuas de toros alados que en algunos casos tenían más de 3000 años de antigüedad, y que pertenecían a la cultura asiria del siglo VII A.C.
Es por esto, que la toma de la ciudad de Palmira a manos del Estado Islámico, no solo puede dejar de ser una preocupación por cómo esto sigue evidenciando la volatilidad en Oriente Medio, sino que también por los incalculables daños al patrimonio cultural.
El intento de destrucción del patrimonio cultural y arqueológico por parte del Estado Islámico, Al Qaeda y otros movimientos islamistas contemporáneos, es porque recogen muchos de los lineamientos teológicos dados por el wahabismo (aunque no es su única fuente de inspiración), cuyo principal exponente, Muhammad Ibn Abdul Wahab reafirmó la idea del tawhid o la noción de que Alá era el verdadero y único dios.
Wahab observaba con preocupación la “coexistencia” de Alá con dioses de otras culturas, y que incluso, algunos musulmanes de la época también terminaron internalizando como propio.Esto originó la idea del shirk o politeísmo que era contraria a la idea del tawhid propuesta por Wahab.
De ahí que sea útil comprender que el wahabismo – muy predominante en la actual Arabia Saudita – sea particularmente una visión unitarista, puritana y hostil frente a la disidencia interna. Wahab a su vez, consideraba que la profesión del tawhid por sí sola no era una garantía suficiente para hacer frente a los “falsos dioses”, o taghut.
Por ello, era necesario combatir esta noción de coexistencia, y que si para ello era necesario destruir imágenes, estatuas, esculturas, tumbas o cualquier lugar de culto, se debía realizar sin vacilación. Así, estas ideas del wahabismo, están muy presentes en organizaciones islamistas como el Estado Islámico o Al Qaeda y que de mantener su posición en Palmira, el legado cultural y patrimonial a la humanidad seguirá estando amenazado, tal como ocurrió en Bamiyán, Nínive o Nimrud.
No obstante, es importante señalar que el daño del Estado Islámico no ha sido solo patrimonial en el Oriente Medio, sino que también de imagen hacia el mundo musulmán, donde las comunidades islámicas en Europa y otras regiones han ostentado mayores niveles de hostilidad.
En consecuencia, es importante realizar un esfuerzo no sólo en lo militar para combatir al islamismo radical, sino que también un esfuerzo mediático, cultural, académico y político, donde el mundo islámico y occidental deben y tienen que asumir con decisión.