En la Calle 16, número 2630, en Washington D.C., y en la Avenida Calzada en el barrio El Vedado en La Habana, cubanos y estadounidenses hacen los arreglos en una antigua casona y en un rectangular edificio de pocos pisos, en lo que serán las embajadas de Cuba y Estados Unidos, respectivamente, una vez que se formalicen los vínculos diplomáticos a nivel de embajadores.
En esos inmuebles ya se hacen reparaciones y acondicionamientos de oficinas, entre las que se encuentran las que albergarán a las o los embajadores cubano y estadounidense, que en el caso cubano, lo más seguro provendrá del ministerio de Relaciones Exteriores (Minrex), y del Departamento de Estado en el caso del estadounidense, es decir, funcionarios de carrera diplomática.
Los movimientos en la casona de la Calle 16, donde quedará la Embajada de Cuba en un barrio residencial hermoso y tranquilo de la capital estadounidense, y en el edificio de Calzada, justo frente a un apacible y caluroso malecón habanero, se aceleraron cuando el 29 de mayo se desató uno de los nudos más duros en la relación cubano-estadounidense: la Casa Blanca sacó a la isla caribeña de la lista de países que “patrocinan el terrorismo”. Aunque quedó otro nudo atado: el bloqueo de Estados Unidos a Cuba.
Varios de los pasos que se siguen dando están dentro del marco de los gestos. A mediados de mayo, por primera vez en medio siglo, un grupo de periodistas cubanos entró a la Sala de Prensa de la Casa Blanca y fueron parte de una conferencia de prensa del vocero de Barack Obama, Josh Earnest. A él, la joven periodista Cristina Escobar, de la Televisión Cubana, le preguntó si el Presidente de Estados Unidos iría a Cuba. Earnest, primero, dijo “bienvenidos a Estados Unidos y a la Casa Blanca” y luego manifestó que para Obama sería una posibilidad ir a la isla antes de concluir su mandato, es decir, antes de dos años. “Sé que a él le daría mucho placer la oportunidad de visitar la isla de Cuba y en particular, La Habana”, indicó el vocero.
Luego vino la visita del reconocido equipo de fútbol estadounidense Cosmos a Cuba, aunque antes, en abril, llegó una delegación de la NBA (National Basketball Association), parte de los gestos de acercamiento entre ambas naciones. También en estas semanas hubo hechos como las declaraciones de James Williams y Luke Albee, altos directivos de Engage Cuba, para intensificar los negocios estadounidenses-cubanos, la visita de congresistas de Estados Unidos a La Habana donde llamaron a reanudar las relaciones a alto nivel y se re/establecieron los servicios bancarios de la Oficina de Intereses de Cuba en Washington.
Quizá un factor que juega en este tablero de la alta diplomacia internacional, es el señalamiento de Josefina Vidal, la representante cubana en las negociaciones, cuando declaró que “nos estamos tratando como iguales”, entre Cuba y Estados Unidos.
En todo caso, no todo es tan fluido. Hay sectores políticos dentro de Estados Unidos y en América Latina que no están contentos con estas aproximaciones cubano/estadounidenses y menos con que se re/establezcan los vínculos a nivel de embajadores. Principalmente porque siguen cuestionando al régimen cubano y piensan que Barack Obama le hace un favor al gobierno isleño.
Hay situaciones no menores, como que en Estados Unidos ya se aprobó para el próximo año el uso de 20 millones de dólares para respaldar actividades de grupos contrarios al régimen socialista, un punto muy sensible para las autoridades cubanas.
En todo caso, Roberta Jacobson, la representante estadounidense en las conversaciones con Cuba, ha manifestado que se irán despejando las situaciones que mantienen averiadas las relaciones entre ambas naciones. Se espera que las tratativas no sufran atrasos, ya que el primero de junio el Presidente estadounidense nombró a Jacobson como embajadora de Estados Unidos en México.
Como sea, el seguimiento de todo este proceso entre ambos países no solo tiene que ver con un cambio de fondo en una de las confrontaciones históricas y más llamativas registradas en América Latina, El Caribe y Norteamérica, sino que va resultando en una clase magistral de diplomacia con la peculiaridad de que se trata de la potencia más grande de los tiempos contemporáneos, con uno de los países más pequeños de un lado del planeta.