Se está haciendo una mala costumbre que prácticamente todas las semanas se nos haga llegar noticias sobre las abominables ejecuciones del grupo terrorista Estado Islámico.Estas ejecuciones encontraron en sus víctimas desde periodistas cautivos, a voluntarios de organizaciones humanitarias, así como militares de los países que forman parte de la coalición internacional que combate las posiciones del Estado Islámico en Irak y Siria.
En algún momento, este grupo terrorista fue una filial de Al Qaeda en Irak y posteriormente, se separó de su mando central para contar con una autonomía que ya no es solo operativa, sino que también logística, económica e ideológica.
Las nacionalidades de las víctimas son de los más diversos países, pero en forma creciente, la causa y el impacto mediático que ha despertado este grupo, le ha hecho ganarse un respeto internacional por parte de otras células islamistas como los talibanes paquistaníes, los argelinos de Jund al-Khilafah, los filipinos de Abu Sayyaf, o el grupo nigeriano Boko Haram por nombrar sólo algunos ejemplos.
Occidente ha visto con preocupación cómo muchos de sus nacionales han abandonado varios países de Europa para instalarse en Irak y Siria. Los combatientes occidentales cuentan con pasaportes de sus países de origen, lo que los convierte necesariamente en una amenaza para la seguridad internacional al poder contar con una mayor libertad de movimiento, especialmente para aquellos combatientes que aún no han sido detectados por los organismos de inteligencia.
Aunque no se cuenta con cifras oficiales, las estimaciones hechas por el Centro Nacional de Contraterrorismo de Estados Unidos habla de que sólo entre los países occidentales han emigrado unos 3400 combatientes para sumarse al Estado Islámico.
Puede resultar revelador que recientemente se haya confirmado que el “Jihadista John” – el seudónimo con el que era conocido el combatiente del Estado Islámico que decapitó a James Foley, Steven Sotloff, Alan Henning y Abdul Rahman – era de nacionalidad británica, lo que no hace más que confirmar las intenciones que algunos ciudadanos europeos tenían para sumarse al Estado Islámico.
Recientemente, el Presidente Barack Obama ha solicitado al Congreso de su país mayores poderes para combatir al Estado Islámico. Algunas medidas van desde la intensificación de los ataques aéreos, la ampliación de operaciones conjuntas con otros Estados de la coalición internacional para atacar las posiciones de los jihadistas, hasta la transferencia de material militar a sus aliados del Golfo Pérsico. Hasta acá se ha hablado sólo de la estrategia militar para debilitar al Estado Islámico, sin embargo, la derrota de este grupo terrorista está lejos de tener una solución meramente militar.
El Presidente egipcio, Abdel Fatah al-Sisi, ya lo señaló hace unas semanas cuando sostuvo que la guerra contra el Estado Islámico debe ser “global, intelectual, educativa, económica, cultural y política”.
Sin embargo, se hace indispensable definir claramente contra qué enemigo se está luchando, ¿se van a dirigir los esfuerzos para luchar militarmente contra el Estado Islámico que controla algunos territorios de Irak y Siria, o se va a luchar contra ese Estado Islámico que ha inspirado ideológicamente a europeos, kirguises o chechenos bajo la promesa de atacar a los infieles?
Aunque el componente militar y de inteligencia es vital en la lucha antiterrorista, la fuente teológica e ideológica con la que se nutren los movimientos islamistas, es la que debe desacreditarse públicamente.
En ese sentido, las palabras de Barak Barfi – el vocero de la familia de Steven Sotloff – luego de la difusión del video mostrando su decapitación, retó al líder del Estado Islámico a debatir sobre las enseñanzas del Islam. Fue un interesante precedente, aunque insuficiente por sí mismo.
De todas formas, nos da algunas luces de que la lucha contra estas organizaciones debe contar con un componente mediático y educativo potente, y allí se tendrá que dirigir un esfuerzo importante. Se les debe resaltar a los islamistas que su visión del Islam es una cosmovisión antojadiza y desvirtuada que no representa a la inmensa mayoría de los musulmanes repartidos por el mundo.
Las enseñanzas del Profeta Mahoma que el Estado Islámico dice aplicar, están muy lejos de ser las directrices que el mensajero de Allah buscó heredarle a sus compañeros. Por esta razón, se hace fundamental, educar e instruir no solo a las sociedades islámicas – que se encuentran vulnerables ante la amenaza islamista – sino que también a las sociedades occidentales que actualmente han encontrado en grupos como el Estado Islámico una fuente de inspiración para atacar a Occidente.
Mientras dichos esfuerzos no se dirijan en esa dirección, tendremos que acostumbrarnos a ver en los medios de prensa cómo día tras día, surgen noticias de nuevos reclutas occidentales, o de rehenes capturados y ejecutados por el Estado Islámico.