La principal red de televisión en línea del mundo, Netfix, anunció que los cubanos podrán contratar sus servicios, siempre y cuando tengan tarjetas de crédito internacional y acceso a internet de banda ancha. La noticia suena a desembarco inmediato, pero la realidad de la isla pone en evidencia que es más un anuncio que una realidad.
A pesar del embargo de Estados Unidos contra Cuba, series como la del doctor “House” o películas como Batman se ven en la televisión cubana sin pagar derechos de autor. “Juego de tronos” o “Braking Bad” circulan pirateadas por la isla a precios irrisorios en “el paquete”, como se conoce a un sistema informal de comercialización de películas, series y publicaciones digitales de productos extranjeros que circulan semanalmente por la isla por apenas un par de dólares.
Uno de los puntos fuertes de Netflix es que en Cuba la oferta televisiva de producción nacional es poco atractiva, las limitaciones materiales a la hora de trabajar son claras pero también la creación de guiones alejados de la realidad cotidiana cubana genera el distanciamiento.
Paradójicamente los televidentes cubanos prefieren las telenovelas brasileñas de O Globo, en las que los blancos mandan y los negros suelen tener papeles de choferes o domésticas y es normal que los jefes, siempre comprensivos con los empleados, vayan a trabajar en helicóptero.
También arrasan en audiencia programas como “Nuestra belleza latina” que se pueden ver por el “Canal Educativo 3” que es como le llaman a las conexiones ilegales de televisión satelital en Cuba. El hombre nuevo pensado por el “Ché” Guevara queda fuera de los argumentos de estas realidades.
Pero hay un programa humorístico de la televisión cubana que sí es capaz de alcanzar altos niveles de audiencia y además generar estados de opinión: “Vivir del cuento”. Los protagonistas de la serie son unos jubilados que en cada capítulo tienen que inventar para sobrevivir en su realidad cotidiana. Los dobles sentidos en sus críticas han calado hondo en el público que ve las noticias que no aparecen en los noticieros de la propia televisión estatal.
En una primera fase no parece un gran negocio ofrecer el servicio de Netflix, que tiene precios elevados para el salario medio en la isla, el cual ronda los 20 dólares mensuales, y que además necesita una conexión con ancho de banda en un país donde las conexiones privadas sólo alcanzaban el 3,4 por ciento en 2013, según la Unión Internacional de Telecomunicaciones.
Opciones como Netflix o la televisión por cable, más tarde o más temprano, serán una realidad en Cuba, pero mientras tanto la mejor forma de entrar el capitalismo en Cuba, me refiero a sociedad de consumo que es a lo que aspira gran parte de la sociedad y no tanto el pluripartidismo, no es cobrando por lo que ya tienen gratis sino “regalando” o abaratado los precios en una primera etapa, generar el “hábito y necesidad” para después tener creada la dependencia sobre el producto.
Un buen ejemplo son las cajas transformadoras de la señal de la televisión digital terrestre que al principio las regaló el gobierno chino, ahora se venden en las tiendas y mientras tanto Cuba utiliza la norma china de transmisión a diferencia de su entorno geográfico. La fórmula no es nueva, generar necesidades y dependencias tecnológicas para luego cobrarlas.