Estoy más que consciente que el déficit atencional de mis compatriotas ya amenaza con erosionar de antemano las palabras que siguen ”¡Ya fue!”, oigo exclamar a los devotos seguidores de la moda en todas sus expresiones.
La obsolescencia de la tecnología se instaló hace mucho tiempo en el subconsciente del hombre esquizoide del siglo XXI (el que lee entienda), el flujo noticioso es tan veloz y variado que poco espacio hay para un juicio racional y calmo frente a los mercuriales flashes noticiosos que se consumen bajo el rótulo de información, con la misma avidez e indiferencia con que el chileno se zampa un helado o un cuarto de libra ojalá con queso.
De esta forma no es efímero el hecho en sí, es la calificación de noticia el que lo es, y esa calificación es, por ende, subjetividad; cuando esa subjetividad tiene la firma de un conglomerado de medios con una lista grosera de intereses, el asunto es preocupante.
Esa subjetividad se convierte en la realidad acatada sin más reparos por los demás. Es tal la prisa que no hay tiempo real para la reflexión. Rodeado de tanta información actual de deshecho, hoy día parece completamente inadmisible la existencia de un Platón o un Aristóteles.
Hace menos de una semana, una pandilla de infelices acribilló a un grupo de artistas visuales a sangre fría nada menos que en la capital de las artes: París. Se identificaron con la traída de los pelos variante del Islam conocida como yihadismo y validaron su ataque en base a la que consideraban la imperdonable blasfemia de representar a sus bien amados objetos de culto.Semejante crimen concluyó con la todavía más cobarde muerte de un policía herido que clamaba piedad y era a su vez ¡musulmán!
Bravo, idiotas, tienen el paraíso de su dios más que merecido, incluso con el bono extra de matar a uno de sus propios hermanos. La policía francesa acaba de hacerles el favor, ultimándolos hace poco, cuando habían tomado rehenes en una imprenta y un mini mercado para proseguir con la carnicería en honor a su dios, al que llaman el misericordioso (!)
El sardónico medio galo Charlie Hebdo, -cuyo equivalente podríamos encontrar en el Mad estadounidense, el Punch británico o en The Clinic acá- había publicado gruesas caricaturas de Mahoma lo que detonó la furia de estos iluminados de poca monta, cuyo único argumento de fe eran unas Aka-47. Aleluya.
Se inició en el mundo rápidamente una benigna ola de solidaridad. 3,7 millones de franceses marcharon en París el domingo pasado, musulmanes, judíos, cristianos y ateos, encabezados por líderes mundiales (ruidosa ausencia de un Obama pajarón, escandalosa presencia de Netanyahu) y la consigna “Je suis Charlie”, colmó toda red social que se respete. Miles de ilustradores dispensaron sus homenajes, extraordinarios.
Para todo aquel que tienda a simpatizar con esos pobres infelices que les gusta oponer violencia a ideas, balas a pinceles, imagine el cuadro de tres tipos armados hasta los dientes y fusilando impunemente a Hergé, Quino, Goscinny o Matt Groening.
Algunos y algunas objetan que la calidad estética del semanario humorístico deja bastante que desear y que sus portadas no hacen sino estimular el desprecio de raza y clase propio del colonialismo occidental. Denostan el que denominan desprecio hacia las minorías y se desmarcan (no sé si por… moda la verdad) con un sonoro “Yo no soy Charlie”.
Conforme, estamos en una democracia y sé que rebatir las ideas de amigos y enemigos internautas en Chile no debería valerme un kilo de plomo en mi cuerpo (jeje). Pero aquí es donde hay que recordar el contexto real de las cosas. Se argumenta que Charlie Hebdo simplemente cosechó lo que sembró, se metió con religiones, atacó a los débiles que dijeron basta, etc. etc.
Primero, quiero que sepas que esta revista no es un pasquín anti-islámico, las bromas incluyen a todas las religiones establecidas, a la siniestra derecha de Le Pen, incluso a Michelle Houllebecq.Cuando las religiones detentan poder, hacen lobby a la banca y sus líderes, legitiman iniquidades como el abuso patronal o encubren crímenes como el genocidio o la pedofilia, no son sino caras del lavado de imagen del poder fáctico.
Ante su enorme poder, ¿cómo se pueden criticar sus vicios, sus silencios, la soberbia que suelen exhibir muchos de sus líderes? El islam es una de las religiones que más crece en el mundo, ¿puede seguir considerándosele como una “minoría”?
Este artículo no es un ataque al islam, basta de paranoias. El mismo Mahoma en sendas cartas predicó el mutuo entendimiento y la misericordia real y el respeto con los cristianos. (No existen documentos correlativos de parte del cristianismo en esa época). Al profeta se le representó en numerosa y rica iconografía en el mundo musulmán. Este mundo fue el que nos dio a un Avicena, a un Averroes, al sufismo.
¿Qué les ocurrió a después a sus líderes que permitieron la aparición de horrores y errores como Al Qaeda, Boku Haram o Isis? ¿Y en qué pensaban los deschavetados jeques, republicanos y tories que los financiaron generosamente?
¿Qué piensan los imanes de grupos que fomentan la ignorancia, el machismo recalcitrante, el exterminio sin control del que piensa distinto? No, no hablo de los nazis, Mr. Spielberg. Ustedes critiquen a Charlie Hebdo, a mi me preocupa el resurgir de los brutos, los ignorantes con todo el poder de fuego que deseen y la anuencia de cada vez más gente.
Lo ha dicho Ian Mc Ewan en un notable artículo reciente: Estamos frente a la resistencia heroica contra un grupo de enajenados cuyo logro máximo es el rapto y violación de mujeres, maltrato y adoctrinamiento de niños soldados, oposición al alfabetismo, un genocidio inédito, destrucción de patrimonio cultural de su propia cultura y un largo etc., todo esto bajo la “tolerancia”(?) de occidente.
Charlie Hebdo estaba para contener eso, con una de las pocas armas que nos quedan: el humor.Para eso nació la comedia, del canto burlón, lascivo y mal comportado dios Commus se pasó a la risa para corregir vicios sociales, para advertir de la corrupción del poder, para disuadir de la necedad y recuperar la capacidad de análisis.
Lo dijo Mauricio Kagel, no hay nada más serio que el humor. Todo humor, por grueso que parezca, comporta una moral. Yo estoy de parte de la moral de Charlie, yo todavía soy Charlie.