Ganar una guerra ciertamente es mucho más fácil que ganar la paz. Quizás ello explique porque una y otra vez israelíes y árabes palestinos optan por el camino de la violencia y no por el camino del entendimiento.
Sin embargo, ahora que al parecer el grupo fundamentalista islámico Hamas ha capitulado, aceptando un cese al fuego prolongado impulsado por Egipto y apoyado por la Autoridad Nacional Palestina corroborando el sinsentido de este conflicto (es el mismo acuerdo que Egipto propuso desde el inicio, que Israel aceptó en 11 ocasiones y que Hamas obstinadamente quebrantó en esas mismas 11 ocasiones) judíos y árabes palestinos debemos enfriar la cabeza y definir el camino que se debe seguir hacia adelante.
Me atrevo por lo mismo a usar este espacio para proponer algunas reflexiones como chileno de origen judío, ciertamente no exhaustivas ni taxativas, pero que aspiro aporten a refrescar nuestra mirada. Confío a su vez que los chilenos de origen palestino hagan lo propio para que desde la lejanía de nuestro país podamos contribuir a exportar semillas de paz y convivencia que tanta falta hacen en el Medio Oriente.
1) La creación de un Estado palestino viable viviendo en paz y seguridad al lado del Estado nación del pueblo judío, Israel, es ineludible. No basta un Estado que solo posea papelería con membrete o un simbólico reconocimiento de la ONU, sino que se requiere un Estado con territorio que permita el desarrollo libre y autónomo de su pueblo.
2) Como paso previo a la creación de dicho Estado, la Autoridad Nacional Palestina debe retomar el control efectivo de la franja de Gaza y con apoyo de Egipto u otros países debe implementar la desmilitarización de ese territorio.Un Estado viable requiere detentar el monopolio de la fuerza. La existencia de milicias independientes socavan cualquier legítima aspiración nacional y transforman la iniciativa en un Estado fallido como lastimosamente se ve en todo el Medio Oriente o en países como Somalia o Sudan.
3) El gobierno de Israel debe por lo mismo tomar la iniciativa y avanzar en un diálogo serio y sincero con la Autoridad Nacional Palestina (ANP). Para ello es indispensable como primer paso, el inmediato y unilateral congelamiento de la política de asentamientos en Cisjordania.
A estas alturas resulta indiscutible que la prolongada política de asentamientos más allá de cualquier justificación histórica por tratarse de los bíblicos territorios de Judea y Samaria, no sólo es muchas veces una abierta provocación, sino que lisa y llanamente es un obstáculo para la paz al socavar las confianzas y debilitar a la dirigencia de la ANP.
Del mismo modo es también indiscutible que la prolongada ocupación de territorios que deben estar llamados a formar parte de un futuro Estado Palestino dañan la fibra moral del Estado de Israel, cuyos ciudadanos deben implementar y soportar el “costo” de controlar los destinos de otro pueblo.
4) Las comunidades judías en todo el mundo tenemos más que nunca la obligación de aportar nuestra visión crítica al Estado y gobierno de Israel. La crítica y las diferencias de opinión no debilitan, por el contrario abren el abanico de debate para alcanzar las mejores soluciones.
En ese sentido, como más de alguien ha dicho, el Estado de Israel a 66 años de su independencia ha dejado de ser un estado adolescente para entrar en la adultez.Como tal, posee la madurez suficiente para escuchar al mundo judío que no está inmerso en la oscuridad cotidiana del conflicto palestino-israelí. Ello no se contrapone con que el pueblo judío en todo el mundo reivindique el derecho a defensa de sus ciudadanos que Israel detenta al igual que cualquier otro país.
En síntesis Israel ganó esta nueva y dura batalla contra el terror del fundamentalismo islámico de Hamas en Gaza. Ahora debe ganar la batalla de la paz. Israelíes y árabes palestinos merecen un futuro mejor. Es hora que sus gobernantes y dirigentes estén a la altura de esas expectativas.
Como lo señale en mi anterior columna – “El Odio no traiciona”- aquí sólo caben dos bandos. El de los moderados y el de los extremistas.
Los primeros construyen puentes, los segundos los destruyen. Es hora de que todos comencemos a construir puentes en lugar de alimentar las llamas del odio y el enfrentamiento que desangran a ambos pueblos.