Las imágenes (las reales, no las manipuladas) dan muestra, una vez más, de la crueldad de los ataques del gobierno israelí. Se podría decir, además, que son “respuestas” desproporcionadas, abusivas y, por ende, inhumanas.
¿Alguien podría dudar de eso?, ¿existen dudas sobre una terrible y permanente política israelí de ir contra el proceso de paz?, ¿se puede negar que Israel está cometiendo crímenes y que está masacrando a diestra y siniestra en la ya pobre y menguada Palestina?
Ciertamente, no. Sin embargo, no toda la responsabilidad (la del conflicto palestino-israelí) está en Israel. Hamas hace de las suyas, que no es levantar un panfleto o protestar pacíficamente. No, lo de ellos es fanatismo, violencia y guerra.
Alguien podrá decir que aquello es la natural consecuencia de la ocupación y las matanzas por parte de Israel, pero ha quedado demostrado que hay otras formas de responder. Por ejemplo, la búsqueda de una solución pacífica a través de la política, algo que, en su momento, hizo Yassir Arafat y que, en los últimos años, ha intentado Mahmoud Abbas.
La lista de involucrados (y responsables) no se detiene con Israel y Hamas. Ahí estuvo, por ejemplo, Irán y su constante apoyo a Hamas, lo cual siempre fue acompañado –en la era de Mahmoud Ahmadinejad- por una negación del holocausto judío. Sumemos a Estados Unidos, potencia que siempre ha avalado la equivocada y brutal política israelí respecto al conflicto con su vecina Palestina.
A su vez, el “mundo árabe” (otro concepto que admite una urgente revisión por parte de los investigadores) ha sido cómplice de Israel. Sí, pues no sólo existe una gran desunión entre los “hermanos árabes” (otra frase para el bronce), sino que, en algunos casos, mientras mantienen un discurso para las masas (que llama a luchar contra Israel), también van facturando gracias a los intercambios comerciales con el gran rival israelí.
También está la ONU, que no ha sido capaz de hacer pesar sus resoluciones y que, con el paso del tiempo, se ha convertido en un organismo que sirve para luchar contra el paludismo, el maltrato infantil o la hambruna, pero que no puede ser considerado como un mediador válido a la hora de resolver conflictos político-sociales de gran alcance. La invasión de Estados Unidos a Irak fue el gran ejemplo y, por supuesto, se encargó de darle un golpe letal a este organismo.
La lista sigue con otros protagonistas. Por ejemplo, grandes regionales como Egipto, Arabia Saudita, Qatar y Turquía. O las viejas potencias imperialistas como Reino Unido y Francia, quienes tuvieron gran relevancia en la era previa a 1947 y que hasta el día de hoy mantienen su influencia en la zona.
Entendiendo que el conflicto palestino-israelí tiene muchos involucrados, cabe preguntarse, cuáles son los factores que más pesan en este asunto.Y ahí, no cabe duda, resalta la política israelí de doble cara. Por un lado, dice comprometerse con un proceso de paz, pero, por el otro, sigue colonizando territorios palestinos. Y este punto es de gran relevancia, pues cuando el gobierno israelí dice defenderse, lo único que está haciendo es mantener por la fuerza la ocupación de tierras que no le pertenecen y que, por lo demás, nunca fueron de su propiedad.
Las opiniones y los análisis pueden ser subjetivos, pero lo que no admite dudas es ver el mapa de la región desde aquel lejano 1947. Con el paso de los años y con el desarrollo de ciertas guerras, todo cambió. De ser un territorio que tenía que dividirse en cerca de dos tercios para Palestina y un tercio para Israel, pasó a ser uno en el cual se pueden ver unas pequeñas manchas. Estas últimas son los lugares en los cuales aún pueden vivir los palestinos.
Obviamente, no lo hacen en paz, ni con una gran calidad de vida.
Revisar la historia es un proceso y en una columna de opinión no se puede aspirar a eso, pero es evidente que el conflicto palestino-israelí tiene que ser detenido. Ya no por ambiciones políticas y/o territoriales, sino que por algo esencial y que debiese ser lo más importante, es decir, la muerte de miles de personas que dejan este mundo por la ambición y la avaricia de unos cuantos señores (en su mayoría europeos y estadounidenses) que se dedican a seguir jugando ajedrez en el siglo 21.
¿Cuál es la solución? Los investigadores dedicados al tema (los verdaderos, no los oportunistas de siempre) podrán explicar eso de mejor forma, pero lo más evidente salta a la vista.
En primer lugar, Estados Unidos debe cambiar su política exterior en el Medio Oriente, oportunidad que, por ahora, ha desperdiciado Barack Obama.
En segundo lugar, Israel debe entender que es inviable hablar de paz y, en paralelo, seguir construyendo asentamientos.
En tercer lugar, Palestina debe asumir que la división interna no les ayuda y que un grupo terrorista como Hamas o aliados como el Irán de Ahmadinejad no les favorecen.
En cuarto lugar, la Liga Árabe debe asumir un rol preponderante y, por lo mismo, el famoso “mundo árabe” tiene que hacer una revisión al respecto.
En quinto lugar, es momento que la ONU sea reformada y modernizada o, en caso contrario, habrá que ver la posibilidad de generar nuevas instancias. No es una idea novedosa, pero es algo que ronda en el ambiente hace años. El mundo de hoy necesita un poder que supere lo nacional, pero que, al mismo tiempo, tenga la capacidad de imponer sus medidas a los demás.
Por último, el conflicto palestino-israelí le entrega una nueva oportunidad a la cooperación sur-sur. Básicamente, porque no puede ser que el destino de África, Medio Oriente y Sudamérica, entre otros, quede en manos de los mismos de siempre. He ahí, entonces, el gran desafío de estas zonas que suelen estar desamparadas.
La unión de fuerzas (en el sentido político y no del armamento) debiese ser el principal objetivo. Así, este tipo de dramas, al igual que otros, no quedarán navegando a la deriva, sabiendo que Estados Unidos, Rusia, China u otro, impondrá su veto.
Mientras, y aunque duela, no queda más que seguir mirando el macabro desenlace.