América del Sur vive una época de fragmentación.Quizá debido al superávit de alianzas o grupos subregionales se ha impuesto una vuelta al realismo político, ya que los países de la zona se están guiando principalmente por lo que sus gobernantes estiman “el interés nacional”.
El sueño de convertir a América del Sur en una zona próspera del mundo, ha devenido en una región dividida entre países del Atlántico y el Pacífico, fragmentada en sub-grupos que actúan como bloques económicos, que han impedido dar una forma más definitiva a UNASUR.
A fines del siglo pasado, junto con el CAN, Consejo Andino de Naciones, se sumaba MERCOSUR y, Chile navegaba en solitario, con acuerdos en paralelo. Luego en el 2000 vino UNASUR, que entró en vigencia recién el 2011. Mientras tanto, se crearon la Alianza Bolivariana y su contrapartida, la Alianza del Pacífico. Un mosaico enrevesado, porque algunos países pertenecen a más de uno.
En el primer gobierno de la Presidenta Bachelet se puso especial énfasis en UNASUR, tanto así que la Mandataria fue la primera Presidenta pro-témpore de la nueva institucionalidad suramericana. El nuevo bloque era visto como un punto de confluencia de las distintas iniciativas de integración.
Con ello, América del Sur había cambiado la perspectiva: desde entonces lo que pasa en China y el Pacifico importan tanto o más que lo que pasa en Estados Unidos o en Europa.Esta última, en una crisis de identidad y confianza que ha remecido los cimientos de su misma integración. Toda una lección para UNASUR cuyas decisiones aún requieren unanimidad.
Es verdad -como dice el Canciller Moreno- que su gobierno ratificó UNASUR después de catorce meses en el Congreso. Pero omite que el presidente Piñera abandonó tempranamente UNASUR como prioridad de su administración, por sus desacuerdos con Chávez y la Alianza Bolivariana.
Con Argentina -otrora nuestro aliado estratégico- las cosas se pusieron más bien inamistosas desde el episodio de LAN en el aeropuerto de Ezeiza.
El gobierno que concluye ha tenido tres embajadores en Argentina. Nombró dos políticos que por diferentes razones no terminaron su mandato, pero al nombrar un funcionario de carrera, muchos entendieron que lo que hacía realmente era reducir las acciones bilaterales a lo estrictamente diplomático.
El panorama limítrofe continental de Chile no es bueno. Es complicado con Perú, es controversial con Bolivia y bastante frío con Argentina.
Hay que reconocer que tampoco MERCOSUR y el Consejo Andino convergen hacia UNASUR. En parte por ello, aunque también por diferencias políticas e ideológicas, el proceso de integración de UNASUR, hoy por hoy, se encuentra en estado de inercia.
Hace algunos años el Canciller de México, Jorge Castañeda, destacaba que la división más profunda de Latinoamérica es entre el Sur y el Norte. El norte de Latinoamérica es México, Centroamérica y el Caribe, una zona que constituye el perímetro de seguridad inmediata de Estados Unidos y que por ende, está sometida a una escrupulosa observación y a una fuerte presencia norteamericana en sus países.
América del Sur esta más lejos de Estados Unidos. Mientras esta última nación estaba embarcada en una guerra contra el terrorismo islámico, hubo toda una década para desarrollar un proceso de integración y enfocar las economías hacia el Asia-Pacífico.Mientras que para los latinoamericanos del norte, Estados Unidos siguió siendo un factor omnipresente.
Pero el sur tiene sus matices. La Alianza Bolivariana ha menguado debido a la desaparición de su carismático creador y promotor, Hugo Chávez.
La Alianza del Pacífico se ha visto fortalecida por sus recientes acuerdos. La crisis actual de Venezuela transcurre bajo la atenta mirada de sus nuevos socios del MERCOSUR. El presidente Morales ha solicitado una reunión de emergencia a UNASUR para tratar la “situación venezolana”. Ahora, el canciller de Venezuela, Elías Jaua, ha pedido formalmente a Surinam la convocatoria de UNASUR para tratar la situación de su país.
Un escenario complejo donde Chile quiere volver a convertirse en un promotor activo de la convergencia regional. Esto requiere no solo respetar, sino valorizar la diversidad de opciones en su interior, cooperar con sus vecinos y enfrentar los desafíos con voluntad de entendimiento hacia la integración suramericana.