Podría causar extrañeza que no se comente de modo extenso sobre una elección tan importante para América Latina en los medios internacionales. Sin embargo, es absolutamente claro lo que ha ocurrido.Es preferible que la opinión pública no tenga información sobre un proceso que sólo muestra sesgos desde todo lugar que se lo analice y, por tanto, no es conveniente que se conozca dicha realidad, especialmente si favorece a los enclaves de poder.
Honduras tiene una importancia radical para la geopolítica americana pues en su interior, por segunda vez, las fuerzas ligadas a las reivindicaciones populares pueden darse a conocer después de las masacres permanentemente realizadas en varias décadas.
Como se conoce, el presidente legítimo, Ernesto Zelaya, fue derrocado el año 2009 producto de un golpe cívico militar que puso en el poder a Porfirio Lobo, militante del Partido Nacional y quien se comprometió con los intereses transnacionales más fuertes existentes en esa nación, siguiendo la línea trazada de la violencia como mecanismo para generar miedos y mínima participación. No hay que olvidar que los índices del país están por sobre los 86 muertos por cada 100.000 habitantes, considerada la tasa más alta del mundo según el PNUD.
La elección realizada este domingo 24 de noviembre fue caracterizada por un precedente brutal, más de 30 periodistas asesinados impunemente y sobre los cuales no hay resolución alguna de culpabilidad manifiesta. Así, la presencia de partidos ligados a proyectos de equidad jugaban en un campo de batalla más allá de la competencia pues la vida estaba en riesgo.
Una vez emitidas las primeras cifras daban como ganador al compañero del Partido Nacional del presidente Lobo, Juan Orlando Hernández, con un 34% y a Xiomara Castro, de la organización LIBRE, segunda con un 28% aproximadamente, tendencia que según el Tribunal electoral ha seguido constante por lo cual se presume un ganador aunque sin confirmarlo.
El proceso fue “normal” según lo declaró la Unión Europea, la embajadora de Estados Unidos, el presidente de Guatemala y de Colombia, quienes reconocieron al candidato oficial como el nuevo presidente del país, posición exaltada por los medios oficiales internacionales como CNN y Associated Press.
Todo consumado legalmente por un Tribunal Supremo Electoral cuyos integrantes son únicamente oficialistas para dar mayor transparencia y garantía de neutralidad.
Sin embargo, lo que no se ha dado a conocer son los hechos propios de una elección a la “antigua”.
Los observadores de Dinamarca han planteado graves irregularidades en el acto de votación con suplantación real en las mesas entre otras situaciones, el Comité Internacional de Derechos Humanos ha expresado la violación evidente en todo el proceso junto a una militarización de canales y radios opositoras, agravado por actas escaneadas, trasladadas por mano o entregadas verbalmente y con el 20% de éstas guardadas para ser evaluadas posteriormente.
En síntesis, la adulteración no ha existido y sólo es obra de resentidos o frustrados por su derrota. Lo que sí es cierto es que las empresas internacionales, las bases estadounidenses, los negocios con Monsanto, el orden aunque con grados de delincuencia mediatizados, la pobreza asistida tangencialmente, pueden estar tranquilos que el nuevo gobernante garantizará la paz a todos aquellos que sirvan patrióticamente las normas que regulen al Estado para que en un acto de generosidad entregue a los modestos emprendedores del capital los territorios para ejercer su creatividad comercial.
Y aquel que no comparta esta política sana y poderosa para el bien seguramente será “reprendido” por su falta de ciudadanía. Así la democracia florecerá nuevamente en nuestra bendita Honduras.