Miles y miles de catalanes -más de un millón y medio- volvieron a la calle este 11 de septiembre, el día de “La Diada”, el día nacional de Catalunya, para hacer historia “encadenándose” nuevamente, al sonoro y melódico grito de: “¡IN-INDE- INDEPENDÈCIÁ!”, tal y como hicieron exactamente hace un año cuando una monumental manifestación abarrotó las calles de Barcelona. La mayor concentración de la historia política de la ciudad Condal, la capital catalana.
Se trató de una impresionante cadena humana que empezó a las 17:14 horas, en referencia a 1714 fecha en que se conmemora la caída de Catalunya en manos de las tropas borbónicas en las Guerra de la Sucesión Española, de más de 400 kilómetros que recorrió municipios y comarcas del territorio catalán, de punta a cabo, bordeando la costa mediterránea desde Vinaròs (Castellón) hasta Le Perthus (Francia) y cuya inspiración fue la cadena humana protagonizada por los pueblos de Lituania, Estonia y Letonia para independizarse de la entonces URSS el 23 de agosto de 1989.
Una manifestación que indiscutiblemente, representa un acontecimiento histórico en el que se dio cita de manera alegre, festiva y, especialmente, pacífica lo mejor de las tradiciones y civilidad el pueblo catalán. Millares de familias, jóvenes, mujeres y niños junto a todo su folklore y cultura tradicional con sus sardanas y sus grallas, sus castellers (las torres humanas patrimonio de la humanidad), sus gigantes y cabezudos, sus diablos y la infaltable rumba catalana.
Un carácter histórico que fue inteligentemente acentuado emotivamente con la consigna: “Jo ja m’he guardat un lloc per a la hostòria” (Yo ya me he guardado un lugar en la historia), con que las diversas figuras de la cultura de este país promocionaron esta potente idea, entre ellas nuestro conocido cantante Dyango.
Una muestra insuperable de la “Catalunya tolerante y cívica” como diría Roberto Bolaño y “una lección de democracia para las generaciones futuras es la manera catalana de hacer las cosas”, como señaló Carme Forcadell, presidenta de la Assemblea Nacional Catalana (ANC), la organización convocante.
Ahora, es evidente que se ha querido miope e interesadamente, satanizar (distorsionar) y estigmatizar este movimiento desde los diferentes sectores (principalmente españolistas) como de un nacionalismo xenófobo y extemporáneo.
Ello resulta principalmente, en nuestra opinión, porque los políticos han sido derechamente sobrepasados por una verdadera marea ciudadana que cuenta con un gigantesco e inusitado poder de convocatoria y arrastre ciudadano; algo que, por lo demás, no hace más que evidenciar la enorme fisura que separa a los partidos políticos tradicionales y la gente de a pie.
En efecto, los partidos políticos mayoritarios no han querido, no han podido o no han sabido entender un movimiento -de tinte claramente revolucionario- que no ha surgido por obra y gracias del espíritu santo y que es hoy por hoy –nos guste o no- el principal, por no decir único, proyecto político (genuino y emergente) que existe en el horizonte político español, acaso sino europeo.
De ahí el enorme éxito y las simpatías que despierta en la (informada) opinión pública internacional.
Pues, ellos han abandonado algo tan esencial como básico en política, a saber, la idea del proyecto político- histórico, engullidos por el neoliberalismo (y su insufrible economicismo), el descrédito, la corrupción y la mentira, en un contexto inasible de mutaciones y de cambio de era.
Para no hablar de las cuotas intolerables de soberanía cedidas por el actual gobierno español hasta quedar como un reverendo pigmeo ante la Troika y la señora Merkel.
Ayer, lo dijo alto y claro una emocionadísima Carme Forcadell ante miles y miles de personas que abarrotaron la Plaza Catalunya de Barcelona,en acto retransmitido a toda España por el canal catalán, TV3, “la independencia no es un fin sino la vía catalana por la que transitaremos hacia una sociedad mejor y que es la mayoría silenciosa la que ha manifestado en la calle la idea de construcción de un nuevo Estado”. Palabras que expresan inequívocamente la voluntad y ánimo de cambio y transformación social profunda y radical del pueblo catalán.
Finalmente, solo queda ver si terminará por imponer su derecho a la autodeterminación por la vía de la consulta ciudadana y soberana, prometida para el 2014, una cuestión, que claro está, por sí sola colisiona frontalmente con la idea de la “España, única, grande y libre” o de la “España no se quiebra”, un artificial y extendido imaginario forjado a sangre y fuego en tiempos de oscurantismo y barbarie por las fuerzas más recalcitrantes y reaccionarias de la vieja Europa.
La peor de sus burguesías, parafraseando al mítico poeta granadino y el detenido desaparecido más tristemente célebre de la historia de la humanidad: Federico García Lorca.