Nadie en el Departamento de Estado de Estados Unidos cree que Cuba ampara al terrorismo internacional o que realiza actos terroristas. Por lo menos, eso se desprende paradójicamente de su propio reporte que incluye a los “países que apoyan al terrorismo” y realizado por la cancillería estadounidense cada año.
La inclusión en esa lista de países no hace más que agregar más sanciones a los ya amplios efectos del embargo y bloqueo que Estados Unidos mantiene contra la isla por más de 50 años (las restricciones son similares al embargo, aunque también tienen un énfasis en la prohibición de venta de armas estadounidenses a esos países).
El tema es también un interesante ejercicio interpretativo sobre cómo lo relacionado con el “terrorismo” ha respondido en el último tiempo a los contextos geopolíticos e ideológicos del área de influencia de Estados Unidos, entre los que ha caído Cuba, espacio que la isla y la potencia del norte han cohabitado, invariablemente unidos, en una compleja historia común.
El tradicional informe sobre terrorismo que el Departamento de Estado publica año a año posee una pequeña lista de “países que apoyan” actividades terroristas. Esta lista incluye a Siria, Irán, Sudán y Cuba. El reporte iba a ser publicado a fines de abril, y fue retrasado hasta fines de mayo. No se han dado razones claras sobre ese cambio de agenda. Se especula que quizás implique cambios en la lista que podría incluir sacar a Cuba o agregar otro país, pero no se han dado señales claras al respecto.
Qué dice en concreto
El contenido del más reciente informe de 2012 sobre el terrorismo y el tema de Cuba es interesante de analizar, por las inconsistencias que contiene, y la ambigüedad que en general ha tenido la política estadounidense sobre el tema. En el caso específico de Cuba, el reporte justifica en pocas líneas la inclusión del país y al mismo tiempo desacredita las razones, en sólo tres párrafos que representan unas 250 palabras entre las casi dos mil que se destinan a Irán, Sudán y Siria.
Señala básicamente dos elementos. Uno, es la presencia de ex combatientes del grupo separatista vasco ETA, sin explicar el contexto. El párrafo señala literalmente y de forma confusa, sin dar antecedentes previos que expliquen la presencia de esos individuos, que “tres miembros sospechosos de pertenecer a ETA fueron arrestados en Venezuela y deportados a Cuba en septiembre de 2011 luego de navegar desde Cuba.Uno de ellos, José Ignacio Echarte, es un fugitivo de la ley española y se cree tiene vínculos con las FARC. Informes sugirieron que el gobierno de Cuba estaba intentando distanciarse de los miembros de ETA que viven en la isla, empleando tácticas como por ejemplo no proveyéndoles servicios como documentos de viaje a algunos de ellos”.
Lo que no dice el informe, es que fue el ex presidente español Felipe González quien pidió en negociaciones con el gobierno de Cuba en los años ochenta dar asilo a algunos de estos miembros para facilitar el proceso de desarme del grupo de esa época, considerado por algunos “terroristas”, y por otros, “combatientes separatistas”.
La vida de los etarras que han llegado a la isla no ha sido fácil en sus propias palabras, pues han estado en la práctica “retenidos” bajo estricto control, según los propios reclamos de los militantes que exigen se les deje en libertad de viajar a otro país.
Algunos de ellos han usado incluso la palabra “cárcel” para describir su situación en la isla. Autoridades cubanas han señalado además en diversas intervenciones públicas que repudian las acciones terroristas de ETA, autoridades que incluyen al propio ex canciller cubano Felipe Pérez Roque.
Luego, en el mismo párrafo sobre ETA, el informe señala que “informaciones de prensa indicaron que el gobierno de Cuba proveyó cuidado médico y asistencia política a las FARC. No hubo indicación de que el gobierno de Cuba proveyó armas o entrenamiento paramilitar a ETA o a las FARC”.
Este texto no tiene información sobre fechas de este supuesto “cuidado médico” (que Cuba aplica a todos los habitantes sin excepción) ni detalles más profundos, por lo que es imposible analizar el fondo de estas aseveraciones. Sin embargo, ratifica en el mismo párrafo que no ha habido apoyo militar alguno, ni a ETA ni a las FARC. Es decir, en los propios ejemplos expuestos arriba se debilita el mismo contenido en que se basa la inclusión de Cuba en la lista de estados que apoyan el terrorismo.
En el segundo párrafo, pequeño, señala que existen ciudadanos estadounidenses “fugitivos” en Cuba, pero no entrega nombres concretos ni mayor información. Los más recientes fugitivos en Cuba este año 2013, una madre y padre estadounidenses que secuestraron a sus propios hijos rompiendo la restricción a su custodia legal de los niños, fueron arrestados rápidamente, deportados inmediatamente y entregados a autoridades de Estados Unidos. En cualquier caso, este párrafo no explica en ningún sentido el vínculo de los fugitivos a los que se alude con el terrorismo.
El tercer párrafo, y final, describe la falta de compromiso de Cuba con el llamado “Financial Action Task Force”, o FATF, organización internacional que promueve la generación de medidas contra el lavado de dinero y el financiamiento del terrorismo.Luego, en el mismo párrafo, tras describir la no participación de Cuba en la organización, señala textualmente que en 2011 el país “asistió a la reunión del FATF sobre Lavado de Dinero en América del Sur como país invitado, y preparó un documento informal describiendo su sistema anti-lavado de dinero y de medidas para evitar el financiamiento terrorista”.
Cabe hacer notar que sólo 34 países del planeta y dos organizaciones son miembros de FATF. En América Latina, por ejemplo, ni Chile ni Colombia, entre muchos otros, son miembros del FATF. No por eso deben caer en una lista de naciones que apoyan al terrorismo.
En estos tres párrafos no hay ninguna señal que justifique la inclusión de Cuba en la lista, por la simple razón de que no existen hechos concretos relacionados con este tema.
Las paradojas
La inclusión en la lista y la existencia del embargo y sus consecuencias generan paradojas muy curiosas. Por ejemplo, en la orden administrativa firmada por Obama bajo su primer gobierno, éste amplió el derecho de los cubano-estadounidenses de viajar a la isla con completa libertad, cuantas veces quieran y sin restricciones ulteriores (bajo Bush, ese grupo de personas solo podía viajar a la isla cada tres años).
Es decir, si Cuba es un Estado que ampara al terrorismo, la actual política del gobierno de Obama crea la paradoja de que el propio presidente de Estados Unidos con su ampliación del derecho de viaje a los cubano-estadounidenses expone a cientos de miles de seres humanos a una hipotética situación de riesgo… Esto no resiste el menor análisis.
Asimismo, al Estado que ampara supuestamente al terrorismo, Cuba, el gobierno de Colombia (aliado estratégico de Estados Unidos) le pidió ser patrocinador de las históricas conversaciones de paz con las FARC, que se realizan formalmente en estos momentos en La Habana. Es decir, un supuesto Estado que apoya al terrorismo, apoya al mismo tiempo la paz entre un aliado de Estados Unidos y un grupo guerrillero. Y con el beneplácito del gobierno de EEUU, que ampara las conversaciones.
Las paradojas siguen. Cuba, el Estado que supuestamente apoya al terrorismo internacional, acaba de ser elegida presidente de la CELAC, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe, recibiendo el cargo continental de parte del presidente Sebastián Piñera, de Chile. Es decir, todos los países de América Latina eligieron a un Estado terrorista para liderarlos por un año. Esto (repitamos la frase), no resiste el menor análisis.
Cuba no ha efectuado absolutamente nunca un ataque terrorista contra Estados Unidos ni ningún ataque terrorista en ninguna forma. Es cierto que apoyó hace décadas a grupos guerrilleros o fuerzas militares en América Latina y África, lo que correspondió a una época y a un contexto en que Estados Unidos, a su vez, alentaba a los grupos paramilitares de contraataque al avance comunista en varios frentes, en el ignominioso escenario de batalla de la guerra fría. Pero eso hace décadas.
El financiamiento de grupos militares en terceros países, invasiones y operaciones de guerra de alcance mundial corresponde en la actualidad a otros países.
Lamentablemente el terrorismo se viste de muchas formas, mucho más allá de ataques suicidas con bombas, bolsos dejados en maratones y ataques a trenes subterráneos. También se viste de drones y bombardeos que rompen la soberanía de terceras naciones y que se diluyen en las lágrimas del costo colateral de vidas civiles.
Por ejemplo, reportes de Naciones Unidas y de prensa han denunciado en reiteradas ocasiones el costo en vidas humanas civiles, incluyendo decenas de niños, producto de los bombardeos estadounidenses en zonas tribales de Pakistán, donde se busca “neutralizar” a terroristas. Niños han sido víctimas de operaciones de la OTAN y Estados Unidos también en Afganistán.
Terrorismo “a la medida”
Y el tema tiene un componente de amplias repercusiones. Por ejemplo, Naciones Unidas aún no concuerda en una definición oficial del concepto “terrorismo”. El debate eterno ha girado en torno al reclamo de muchos países y actores de la sociedad civil que consideran necesario dejar fuera de la definición los actos realizados por grupos nacionales que luchan contra fuerzas invasoras o colonialistas.
La misma ambigüedad conceptual existe en torno a la lucha de grupos internos contra sus propios gobiernos o regímenes que mantienen el poder por la fuerza. En ese sentido, “terrorismo” y “heroísmo” son las dos caras de una misma moneda (muy cercanas en la rima) según el grupo que defina la clasificación de motivos ajenos o intereses propios.
Al fin y al cabo, la utilización política del término puede provocar fácilmente (si es que no ha ocurrida ya) la lamentable trivialización del concepto, lo que afecta directamente a la propia defensa de los esfuerzos contra el flagelo terrorista.
El problema es que el término “terrorista” se utiliza dentro de ecuaciones geopolíticas muy específicas y funcionales a intereses específicos.
Los “rebeldes sirios” apoyados por Estados Unidos son los “terroristas” en palabras del presidente sirio Bashar al-Assad que “provienen del exterior” a “desestabilizar” su gobierno.
Chiítas y sunitas en el Irak de la pos-invasión de Estados Unidos se masacran unos a otros en una lucha de terror mutuo y bombas suicidas. Ya caído el muro de Berlín, los gobiernos conservadores del hemisferio occidental a ambos lados del Atlántico ya neutralizaron la utilización del término “comunistas” como la “amenaza roja” al modelo: los “terroristas” parecen haberla reemplazado, como comodín político utilizable en un amplio rango de amenazas, reales o ilusorias.
Para las fuerzas de ocupación estadounidenses en Afganistán, los “terroristas” que atacan a sus unidades llegan de vuelta de cada operación a sus bases clandestinas en las montañas con la convicción de ser “combatientes de la libertad contra el invasor”. La doble cara de la moneda histórica.
El pragmatismo y curiosidades del término tienen antecedentes históricos clarificadores.Irak, por ejemplo, fue agregado a la lista del Departamento de Estado de países que apoyan el terrorismo en 1979, y fue removido después en 1982 para permitir el amplio apoyo militar y logístico estadounidense en momentos en que el gobierno iraquí luchaba contra la revolución iraní.
En esa época, Sadam Hussein era un favorito de Washington y el presidente Reagan.Luego, en la primera Guerra del Golfo de 1990, cuando Sadam invade Kuwait, Estados Unidos lo devolvió a la lista, al momento en que iniciaba la guerra contra el ex aliado.
Libia llegó a la lista en 1979, y permaneció ahí hasta que otro republicano, George H. Bush, sacó al país del listado en 2006 celebrando el “continuo compromiso” de Gadafi contra el terrorismo. Estar fuera de la lista no le sirvió al hombre fuerte de Libia para salvarse de los rebeldes enfurecidos que lo lincharon unos pocos años después, luego del apoyo militar estadounidense a los grupos opositores.
La lista ha servido para materias más allá del terrorismo: Corea del Norte logró ser sacada de la lista en 2008, en la negociación donde aceptó inspecciones internacionales a su programa nuclear. Varios años después, y pese a las amenazas concretas de su armamento nuclear, incluidos ensayos de explosiones, aún permanece fuera de la lista.
¿Qué señales concretas existen a favor de terminar con la presencia de Cuba en una lista cuyos propios antecedentes no justifican su inclusión?
El informe de este año se ha atrasado en un mes, aunque la vocería oficial de Obama ha señalado que no existen planes de sacar a Cuba de la lista, quizás en cierta forma descartando que el retraso se deba a esa posibilidad.
En una época de gestos unilaterales entre Estados Unidos y Cuba para mejorar relaciones coartadas por cinco décadas, el gesto de sacar a la isla de esa lista este mes de mayo o durante 2013 sería sin duda un hecho en la dirección correcta hacia la normalización de las relaciones entre ambos países.
Cuba está realizando reformas económicas importantes, abriendo la iniciativa privada y disminuyendo el rol del Estado en varias áreas de la sociedad. Ha liberado la salida al exterior de los cubanos (con la excepción de ciertas categorías específicas), la inversión extranjera está ampliándose, especialmente en el sector turístico y energético, y los propios hermanos Castro han dado señales de abrirse a otros liderazgos de nuevas generaciones, más jóvenes que la edad de la Revolución.
¿Será capaz el gobierno de Obama de avanzar en los propios gestos unilaterales realizados hasta ahora, entre ellos, liberalizando los viajes de los cubano-estadounidenses, permitiendo las remesas hacia la isla y ampliando las licencias para intercambios académicos, artísticos y periodísticos?
Es de esperar que los gestos de mutua conveniencia para los pueblos cubano y estadounidense continúen.
Sacar a Cuba de la lista de apoyo al terrorismo sería el primer gran paso hacia el término del embargo contra la isla, condenado año a año por Naciones Unidas por ya más de dos décadas. Y un paso importante en la verdadera lucha contra el terrorismo.