Chile tiene que devolver a su país a los reclutas bolivianos detenidos por la justicia chilena.No se trata de un delito, se parece más bien a una falta. A estas alturas, un pelo de la cola, de lo que ha mostrado el tratamiento por parte del gobierno de un hecho que crece como ola en la diplomacia vecinal.
Veamos lo hechos: tres reclutas bolivianos fueron sorprendidos en territorio chileno por carabineros.Llevados al cuartel más próximo, se notificó a la autoridad política de la cual dependen.Ergo, por instrucciones del ministerio del Interior fueron derivados a la justicia.Con este gesto, el gobierno se desprendió de un problema y hubo de crear uno mayor.
No podemos andar diciendo que tenemos una política de buen vecino. Este gesto del gobierno la invalida. No estuvimos en condiciones de otorgar al Presidente Morales un gesto de cortesía y comprensión buscando un mecanismo diplomático para salvar la situación creada. Distinto habría sido si este incidente sucede con reclutas argentinos e incluso peruanos. Con los países que Chile respeta, funciona siempre el mecanismo instintivo de la diplomacia. Pero no, en esta ocasión.
Algunos creen que es por la actitud de ninguneo que tiene nuestra política exterior con Bolivia; otros opinan que el gobierno carece de una política o que la mejor política es no tener una política.
Aferrados como estamos a los tratados de más de un siglo, a lo mejor, nuestra diplomacia tan profesional y eficiente, estima que estamos de brazos atados hasta que no termine el litigio de La Haya. Debido a que la única posibilidad de acceso al mar soberano -sin pérdida de integridad para el territorio chileno- es una franja en el extremo norte del país.
Para el gobierno parece haber un poco de todo. Considera a Bolivia el menor de los problemas en el contexto vecinal. Está el distanciamiento de Argentina -en las antípodas ideológica y políticamente- pero que es el vecino principal y tiene ad-portas una economía explosiva y al mismo tiempo, las principales inversiones chilenas están allí.
Con Perú hay una mayor coincidencia en el manejo económico, una asociación emergente en la Alianza del Pacífico y el conflicto limítrofe ha quedado reducido a un plano jurídico, aunque relevante para las opciones futuras de ambos países, sobre todo en relación con Bolivia.
Pero la política de buena vecindad requiere de gestos. Lo cortés no quita lo valiente, enseñaban en la escuela. Quizá nos falte educación para los gestos de buena vecindad.
A estas alturas los tres reclusos bolivianos se han transformado en un “cacho”, como le decimos a algo que comenzó siendo nimio y se transformó en algo relevante.
El gobierno tuvo 48 horas para resolver este problema con la misma cortesía que lo hubiera hecho si encontrara tres argentinos sospechosos en la pampa magallánica. Hoy, sin embargo, Bolivia está acudiendo a la Naciones Unidas para rescatar a los tres reclutas.
Esta indiferencia, que se parece al ninguneo mezclado con impericia, lleva al gobierno a entregar el caso a los tribunales de justicia. Un gesto de cortesía pudo haber sido un alto al fuego a las declaraciones de un lado y otro, que inició Morales en la pasada cumbre del CELAC. Pero la no política también produce efectos y a veces los acrecienta, como en este caso.
Pero la no política hacia Bolivia no se puede reducir a la cuenta chica.Después de La Haya tenemos que hacernos cargo de su demanda y buscar una mayoría nacional para que respalde una solución razonable para ambas partes.
No va ser una tarea fácil, sobre todo si el país percibe una derrota en La Haya.Podríamos comenzar por tratar a Bolivia con tanta seriedad y respeto como el que hemos profesado a los argentinos, desde el retorno de la democracia.