Por razones conocidas y ampliamente comentadas ha estado en las noticias de las últimas semanas la revista inglesa “The Economist”.
Dicha revista se publica nada menos que desde el año 1843, es prestigiosa, practica un periodismo de cierta impronta académica y publica artículos generalmente bien documentados y razonados.
The Economist se puso de moda en la opinión pública chilena a propósito de un artículo sobre la situación de nuestro país y especialmente por una frase que calificaba al Presidente Piñera como “inepto políticamente”.
(Primer paréntesis: la frase en cuestión expresaba, literalmente, “part of the problem is that Mr Piñera has proved to be an inept politician – a view not confined to the opposition”. Traducción libre: Parte del problema es que el señor Piñera ha probado ser un político inepto – una opinión sustentada no solamente por la oposición).
(Segundo paréntesis: la frase citada alude a la caída de popularidad del Presidente Piñera desde un 63% a un 29%. Sin embargo, es una opinión entre muchas otras, al comienzo de un artículo que contiene bastante más información, análisis, datos, opiniones, entrevistas, etcétera, y que bien valdría la pena quizás reseñar y comentar en otra ocasión).
En esta oportunidad me referiré a un artículo sobre Cuba, publicado en esa misma revista (“The Economist”, March 24TH-30TH 2012, páginas 13 y 51 (3-12).
Como antecedente, anoto que hace muchos años mi amistad con un gran intelectual cubano, Enrique Baloyra (QEPD), me llevó a interesarme académicamente en el caso de Cuba.
Enrique Baloyra sugería que para entender a Cuba desde 1959 en adelante había que tener en cuenta tres grandes Ces: Castro, Carisma, Comunismo.
Ello, analíticamente, permitía tipificar un régimen político que denominaba Castrista, Carismático, Comunista (habría quizás que agregar una cuarta C, la de Caribe).
La lectura del artículo de The Economist lleva a concluir que la sugerencia de Enrique Baloyra era correcta, incluso hasta hoy.
En efecto, el régimen político de Cuba sigue siendo Castrista, en cuanto ha sido dominado por Fidel Castro desde sus inicios y después de más de 50 años sigue dependiendo de él, aunque en menor medida, y mayormente, en la actualidad, de su hermano Raúl.
El Carisma siempre lo tuvo Fidel y algunos otros como Frank País, el Che Guevara o Camilo Cienfuegos, pero actualmente parece bastante ausente, sea porque la elite gobernante no tiene carisma y está burocratizada o simplemente porque está demasiado vieja como para poder desplegarlo.
El Comunismo estuvo en el ADN de muchos de los revolucionarios cubanos, y es conocido que el Che Guevara y Raúl Castro, entre los de la vieja guardia, adherían al marxismo y el comunismo. Esto es, a su esencia, que consiste en un régimen político de partido único.
Así, Cuba es uno de los pocos países del mundo en que existe actualmente el comunismo, ahora con un Fidel ya semi-retirado por razones de edad y salud precaria y en que el poder político ha sido trasvasijado a su solamente algo menos viejo hermano Raúl y a una cohorte de ancianos estalinistas (“a cohort of elderly Stalinists”).
Con todo, Cuba ha iniciado un proceso de cambio, lento y que no permite una oposición política activa al régimen – que es por cierto una dictadura- y en que muchos de los opositores son reprimidos o simplemente encarcelados. Al respecto, tampoco hay dudas: en Cuba existen prisioneros políticos.
Por otra parte, el tiempo pasa y la población de Cuba ha envejecido y sigue disminuyendo, la economía es improductiva, el estado cubano ya no está en condiciones de financiar los servicios sociales de los cuales estuvo orgulloso.
Además, no cuenta para ello con el apoyo económico que antes le otorgó la ex Unión Soviética y, la ayuda de reemplazo, proveniente de Venezuela, es ahora menos segura atendida la situación de salud del líder venezolano y la incerteza política de su permanencia en el poder.
El proceso de cambios iniciado ha llevado a que el campo está siendo privatizado; ha comenzado a ser permitido emplear a otros y surgen pequeñas y quizás medianas empresas privadas; los cubanos ahora pueden comprar y vender viviendas y automóviles; los celulares y los computadores han aparecido en la vida de su población y su uso se están extendiendo rápidamente.
Sin embargo, Raúl Castro no desea ni pretende desmantelar el control político del Partido Comunista Cubano.
Por su parte, la poderosa burocracia partidista, militar y estatal que lo acompaña tampoco desea que los cambios que efectivamente se implementen los lleven a perder el poder político que detentan.
En suma, los cubanos no están felices. Sus hospitales y escuelas no son tan buenos como eran antes y las desigualdades socio-económicas acompañan ahora a las desigualdades de poder político. Además, el futuro es incierto.
En efecto, Fidel y Raúl Castro han fracasado en preparar y legitimar una sucesión política clara y su liderazgo, y el de sus camaradas, ya demasiado viejos, puede enfrentar rechazo popular.
Las jóvenes promesas políticas -Carlos Lage y Felipe Pérez Roque- fueron despojados de sus posiciones políticas acusados de haber criticado a los hermanos Castro como “living fossils” - fósiles vivientes; Raúl Castro procedió a nombrar como su brazo derecho a José Ramón Machado, un “old Stalinist” – un viejo Stalinista, de 81 años.
Por su parte, el embargo impuesto por los Estados Unidos por décadas lo único que ha logrado es ayudar a mantener a los hermanos Castro en el poder. En definitiva ha sido la fuente del mayor respaldo a la unidad cubana en torno a ellos y la justificación oficial para la carencia de libertades políticas y el gobierno del partido único.
De los datos se colige también que, en términos socio-económicos, Cuba se parece cada día más a los otros países de América Latina: pobreza, desigualdades económicas, pero, sin libertades políticas.
La pregunta es: ¿transitará Cuba desde el régimen político comunista del partido único a un régimen político democrático de aquellos que existen hoy en la mayoría de los países de América Latina?
Está claro que los cambios socio-económicos antes aludidos no podrán ser detenidos y Cuba se moverá hacia un modelo económico distinto, de alguna forma clasificable como “semi-capitalista” o “de mercado políticamente controlado”.
Pero no está asegurado que esos procesos de cambio llevarán a que el régimen político cubano de la dictadura del partido único transite a un régimen político democrático multipartidista, que respete las libertades políticas.