En la última parte del presente año se han desarrollado importantes e interesantes procesos electorales en el norte de África. Específicamente, se trata de las elecciones para la Asamblea Constituyente de Túnez y las legislativas en el caso de Marruecos y Egipto.
Los resultados de dichos procesos han sido potentes y los islamistas, en sus más variadas formas, han conseguido contundentes victorias en los países mencionados anteriormente, dándole un nuevo escenario al Magreb y el norte de África.
Así es que en Marruecos se impuso el Partido por la Justicia y el Desarrollo (PJD), organización islamista moderada, que obtuvo cerca del 55% del total de asientos parlamentarios y que se llevó el 30% del total de votos, aproximadamente, convirtiéndose en la primera gran fuerza política del país.
Un poco antes, en Túnez, los islamistas de Ennahda también obtuvieron un notable triunfo, desplazando a los partidos de tendencia socialista y/o laica a un segundo plano.
Este gran resultado electoral adquiere aún mayor relevancia si se toma en cuenta que fueron las primeras elecciones democráticas y plenamente transparentes en toda la historia de Túnez.
El último hito de los islamistas llegó en Egipto, país en el cual se llevó a cabo la primera parte de las elecciones legislativas. En ellas, Libertad y Justicia (brazo o representante político de la Hermandad Musulmana) fue el gran vencedor, gracias al 36% de los votos y a casi dos tercios de los escaños parlamentarios en disputa.
Pero eso no fue todo, ya que si se suma lo obtenido por el Partido Libertad y Justicia (islamistas), Nour (salafistas) y Wasat (islamistas moderados), los partidos islamistas llegan al 65% del total de escrutinios y, además, se quedan con cerca del 80% de los asientos parlamentarios.
Junto a estos hechos irrefutables, se encuentran otros acontecimientos del Magreb que no deben ser olvidados. Es así, por ejemplo, que el verdadero nombre de Mauritania es República Islámica de Mauritania, lo cual deja en claro el importante poder del Islam.
Argelia tiene un largo historial de represión hacia los islamistas y la única vez que se realizaron elecciones democráticas obviamente triunfó el Frente Islámico de Salvación (FIS), dejando atrás al histórico Frente de Liberación Nacional (FLN). La inminente llegada al poder de los islamistas derivó en una guerra civil. Hoy, los islamistas siguen muy presentes y, de hecho, ya están planificando lo que podría ser su triunfo en las legislativas de 2012.
Por último, el Consejo Nacional de Transición libio ya aseguró que el nuevo gobierno estará basado en la sharía, es decir, la ley islámica. El asunto de Libia, sin embargo, parece más difuso, pues no se sabe bien quién llegará al poder, aunque no quedan dudas que los islamistas son los que están mejor perfilados.
Así, Europa Mediterránea tendrá el mismo barrio, pero con nuevas pinturas en sus casas.
Tras las caídas de los regímenes dictatoriales o autoritarios ha llegado, en algo lógico, la fuerza islamista.
¿Qué irá a ocurrir ahora?, ¿el monstruo de mil cabezas, 15 ojos y 23 manos irá a azotar a toda la población?
Esa es la pregunta que muchos se hacen, incluyendo a ciertos gobiernos, que miran con gran desconfianza al islamismo político.
De hecho, genera cierto relajo cuando escuchan que Ennahda dice que su referente es el Partido por la Justicia y el Desarrollo (AKP) de Turquía o cuando ven que el CNT libio anuncia que tiene interés en mantener buenos nexos con Europa.
Sin embargo, la duda y el temor siguen presentes. No sólo en países europeos o en Estados Unidos, sino que también entre la masa ignorante, aquella que se desinforma a través de la construcción mediática de realidad elaborada por los medios occidentales.
Sí, seguramente habrá cambios. Por ejemplo, en algunas universidades tunecinas se está pidiendo el uso obligatorio del velo, mientras que en Egipto los islamistas más radicales han dicho que el bikini y los besos en público deberían estar prohibidos. Eso, sin dudas, es algo nocivo, pero también lo era, a la inversa, la obligación de no usar el velo (en la era de Ben Alí, en Túnez).
Los islamistas suelen ser más conservadores, pero tampoco podrán transformar con facilidad las sociedades magrebíes y árabes. Por diversos motivos, no les será posible, especialmente en países como Marruecos y Túnez.
Si la mujer del rey marroquí (Mohammed VI) no usa velo y, en paralelo, el monarca es la principal autoridad religiosa del país es poco probable que ahora sea obligatorio el uso del velo en Marruecos.
Y en Túnez, existe una gran parte de la sociedad que sigue maravillada con las bondades del laicismo europeo, modelo importado hace varias décadas a Túnez.
Y a no olvidar que los pueblos del mundo árabe y magrebí han entendido que ningún tipo de dictadura o gobierno autoritario es bueno, sea laico o islamista.
Más allá de eso, lo importante es comprender que los islamistas podrán ser conservadores, pero tampoco son el talibán, ni Al Qaeda o la teocracia iraní.
No cortarán las cabezas de sus rivales, ni empezarán a poner bombas por todo el mundo.
Al menos, no a priori. Y merecen su oportunidad, ganada en forma democrática.
Por más que a algunos les moleste eso.