21 oct 2011

El hereje ha sido asesinado

Murió Kadafy. Es decir, lo mataron. Fue asesinado. Fue una especie de “muerte en su ley”.

Antes habían asesinado a una hija, a dos hijos y a varios nietos los partidarios de “la paz”.Con él habrían asesinado a un tercer hijo.

Habría muerto en Sirte, cerca de donde nació en medio del desierto.

Sirte está en la costa mediterránea, entre Trípoli por el oeste y Bengazi por el este. Tiene al norte a Nápoles y Roma y al nordeste a Atenas y Constantinopla. En medio de la cuna de nuestra civilización.

Muy cerca de Sirte, a tiro de cañón actual, está la Naval Air Station Sigonella (NAS Sigonella o NASSIO) de la armada de los EEUU y un aeropuerto de la fuerza aérea de Berlusconi.

Le balearon primero las piernas y el vientre. Luego, le metieron dos tiros en la cabeza.

Dicen que, por un rato, fue entregado a la turba. Otros dicen que lo bombardeó la OTAN.

Dicen que estaba en una alcantarilla, solo, esquivando los bombazos. Las alcantarillas son de origen árabe.

Lo extraño de su muerte es que no contaba con guardia alguna (como Osama) ni con ningún mercenario negro, de esos que, según los medios, tenía por cientos. Ningún fiel.

¿No tenía ningún fiel en Sirte, su ciudad, esa que resistió meses de bombardeo sin rendirse?

¿Lo habrán detenido mucho antes y ahora simplemente lo sacaron y ultimaron?

¿Fue su propia guardia la que finalmente lo asesinó para tratar de salvarse de los rebeldes que apoyaron a la OTAN?

Su cuerpo, claro, ya no está en Sirte. Los demócratas que lo asesinaron – supervisados por los demócratas que lo bombardearon durante seis meses en Trípoli y dos meses en Sirte- se llevaron el cuerpo.

Dicen que lo mataron cuando huía. Es difícil. Kadafy no huyó ni se entregó. Cumplió con su palabra. Combatió, resistió y evidentemente fue ultimado en una escaramuza de
combate.

¿Fue un terrorista? Bueno, como los que lo ultimaron. No lo mataron por eso.

¿Fue un dictador? Por cierto, como los que hay en su mundo vestidos de reyes o como los que hemos tenido en Chile y en Argentina, pero a nosotros no nos bombardearon y a nuestros dictadores, menos. No lo mataron por eso.

¿Por qué lo mataron?

Diría que porque fue un hereje.

Un hereje religioso.

Un revolucionario hereje.

Un hereje entre los líderes africanos.

Un hereje político y económico.

Un hereje de la guerra.

Y evidentemente no cualquier hereje. Un hereje con poder.

Un hereje sunita que interpretó libremente El Corán para identificarlo con sus teorías, como lo hacen todas las cabezas de nuevas iglesias o sectas “divinas”.

Un revolucionario que tomó distancia de Lenin y de Mao y desarrolló su propia estrategia de atentados, fundada en el viejo diente por diente.

Un coronel –no un general- que en 1970 nacionalizó todas las empresas petroleras extranjeras en Libia y proclamó el autogobierno de las masas.

Un hereje que, siendo un artista de la estrategia y la táctica, nunca acertó con medir más o menos bien la correlación de fuerzas.

Cuando el mundo se dividía entre Washington y Moscú, él levantó a Libia como centro de la política mundial y postuló a Trípoli como sede del movimiento revolucionario planetario.

Cuando el mundo se debatía en la llamada guerra fría entre el capitalismo real y el comunismo real, él levantó la tesis de la tercera teoría universal.

Cuando unos adoraban el libro negro o el libro rojo, él propuso alabar el Libro Verde, de su autoría. Y pintó todo de verde: los palacios, los colegios, las plazas.

Sinceramente él creía que Él estaba consigo, que Alá era Dios y Muammar –o Mahoma, que es lo mismo- su actual profeta. No hay otra explicación a su locura.

Como todos los grandes –Alejandro, Schazamán de Samarkanda o el actual Lumibol de Tailandia- se amaba, en primer término, a sí mismo, gozaba de los halagos y los perfumes y contaba con un séquito de mujeres de todos los colores custodiadas posiblemente por eunucos.

A diferencia de otros grandes se preocupó de dar gratuidad de servicios a todos los libios, en los buenos tiempos, y de distribuir en alguna medida las ganancias del petróleo.

Empleó el terror como lo hicieron con él hasta después de muerto, y como lo han hecho todos los que han dominado el norte africano desde que se tiene memoria.
Ha muerto el hereje.

Ha sido asesinado.

Antes de él hubo un rey, colocado allí por Inglaterra después de la II Guerra Mundial.

En Libia ahora se ha izado la bandera de la monarquía, la del mismo rey.

Los vientos del desierto han borrado y sepultado la locura y la herejía.

Ahora, nuevamente, manda Occidente y los monárquicos. La sensatez.

Ya saldrán los pordioseros con sus muñones de guerra a pedir la limosna de los turistas y Trípoli se parecerá a El Cairo, Samarkanda o alguna ciudad de Marruecos, con monarca sagrado y todo.

Este es un espacio de libertad, por lo que solicitamos que no lo desaproveches. Contamos con que las opiniones se remitan al contenido de las columnas y no a insultos, ataques personales, comentarios discriminatorios o spam.

Por lo mismo y buscando el buen funcionamiento de este canal de expresión, requerimos de un registro previo utilizando Twitter, Facebook, Gmail o Disqus.

Si tienes problemas para registrarte, haz click acá.