Pasaron inadvertidos hasta que, en la tarde del sábado, llevaron su rabia al puente de Brooklyn.
Solo entonces la voz de los indignados de Nueva York empezó a escucharse, cada vez más alto.
La protesta, impulsada por el movimiento Ocupa Wall Street, se saldó con más de 700 detenidos por bloquear el tráfico en el estratégico puente de Brooklyn
Ni los grandes medios estadounidenses ni los políticos habían prestado hasta ahora mucha atención al movimiento, que desde hace un par de semanas tiene como campamento base un parque situado a pocas manzanas del corazón del capitalismo financiero.
Pero la protesta ha extendido vigorosamente el impacto de sus reivindicaciones en contra de la avaricia de un grupo de hombres del sector financiero que en su afán de ganar más y más, han llevado a ese país y al mundo desarrollado a la incertidumbre de vivir nuevamente una recesión global, por no tener claridad de la magnitud del problema.
La tasa de paro en EE UU no baja del 9%, y el 45% entre los 14 millones de desempleados está sin trabajo desde hace más de seis meses.
“Los derechos de los trabajadores son derechos humanos”, recordaba un manifestante en Nueva York.
Sin empleo y con los ingresos cayendo de nuevo, uno de cada seis estadounidenses vive por debajo del umbral de pobreza. Lo mismo ocurre en Europa, donde mientras se siguen buscando plataformas de salvataje para varios países, el desempleo comienza a ser una gran verdad.
El movimiento arrancó el 17 de septiembre con varios cientos de personas no muy organizadas.
Ahora, también gracias al efecto réplica de las redes sociales, moviliza a miles, tirando de la rabia y la frustración producidas por la crisis y las ayudas en masa a la banca.
Hoy centenares de manifestantes salieron a la calle en Boston, Los Ángeles frente a las alcaldías para solidarizarse con los activistas neoyorquinos.
Hay algo que no funciona en la economía y en la sociedad, vivimos una realidad cada vez más alejada de un objetivo que desea la gran mayoría. Como nunca en este momento quisiéramos que el mundo fuese distinto, un mundo que está cayendo abajo dentro de un mar lleno de locuras, hipocresías y que se aleja rápidamente del mundo que quisiéramos.
Lleno de corazones, lleno de manos y brazos para los niños del mañana que con sus miradas dicen como en África somos la verdad. Como en Medio Oriente, piden no más sonidos de cañones o en los países desarrollados que claman más justicia.
No podemos seguir inmóviles, indiferentes.
Debemos regresar al mundo que regale un sendero más tolerante y de equilibrios…
“El mundo que quisiéramos” que entre todos es posible alcanzarlo.