El 11 de febrero de 2011, frente a las crecientes y multitudinarias protestas que se registraron en El Cairo y otras ciudades egipcias, el entonces presidente Hosni Mubarak tuvo que dejar el poder después de haber gobernado desde 1981, cuando asumió tras el asesinato de su predecesor, Anwar Sadat, quien había firmado la paz con Israel.
La salida de Mubarak fue saludada por gran parte del mundo como un paso que podría llevar hacia un orden más justo y democrático en Egipto y en el resto del mundo árabe.
La primavera árabe era un paso natural en Egipto tras la salida de Ben Ali en Túnez que presagiaba la caída futura de otros dictadores del mundo árabe: Khadafi en Libia, Assad en Siria, entre muchos otros.
El presidente Mubarak, más allá del carácter autoritario con el cual gobernó durante tres décadas, tenía una importancia trascendental de la cual carecía cualquier otro líder árabe: además de ser el gobernante del principal Estado árabe, era el aliado más importante de Israel y EUA y, como tal, elemental garante de los Acuerdos de Camp David suscritos entre El Cairo y Tel Aiv/Jerusalén en el año 1978.
A cambio del retiro israelí de la península del Sinaí, Egipto se transformaba en el primer país árabe en reconocer al Estado de Israel, y se firmaba un tratado de paz, que terminaba con casi 30 años de enfrentamiento militar.
La salida de Mubarak y, el consiguiente cambio de régimen en Egipto, ha tenido efectos importantes en la política exterior egipcia y, particularmente, en el tema palestino.
La nueva administración se ha acercado al movimiento palestino islamista Hamas, que busca la destrucción del Estado de Israel, en lugar del apoyo que el antiguo régimen había dado a la organización Al Fatah, partidaria de negociar un acuerdo de paz.
El rol egipcio ha permitido mediar entre ambas organizaciones, logrando un acuerdo entre ellas por primera vez desde las elecciones palestinas del 2006. La política egipcia hacia el tema palestino implicó en junio de 2011 la apertura de la franja de Gaza como una medida en contra del bloqueo impuesto por Israel en el año 2007 hacia esta zona.
A lo anterior, hay que sumar otro factor, cuya importancia ha podido ser visualizado por el gobierno y ciudadanía israelíes a partir de agosto de este año, el que puede tener consecuencias imprevistas en las relaciones egipcio-israelíes y, por consiguiente, en el conjunto del conflicto árabe-israelí, incluyendo el problema palestino.
Como efecto de las revueltas populares en Egipto, se ha producido un vacío político y militar en la península de Sinaí. Esto es una de las tantas causas que habría facilitado el atentado llevado a cabo en el sur de Israel el 18 de agosto, reivindicado por un movimiento cercano a Hamas.
La hipótesis sustentada por las autoridades israelíes es que un comando de terroristas de la franja de Gaza llegó a Israel a través de Egipto, aprovechando el vacío de seguridad en la frontera con Egipto. Como respuesta, Israel lanzó un ataque, en el que murieron tres soldados egipcios.
A partir de entonces, han habido decenas de operaciones con cohetes de grupos palestinos armados hacia el sur de Israel, los que han alcanzado las ciudades de Ashdod, Askelon y Beer-Sheva, y un atentado registrado en Tel Aviv, el día 29 de agosto. Las fuerzas militares israelíes han respondido realizando ataques selectivos en contra de la Franja de Gaza.
Los atentados ocurridos en la segunda quincena de agosto muestran los profundos cambios que se han dado en las relaciones entre Israel y Egipto: varios futuros candidatos presidenciales egipcios han pedido revisar el tratado con Israel y el secretario de la Liga Árabe, Nabil Elaraby, ha señalado que este tratado “no es tan sagrado como el Corán” y está sujeto a revisiones.
En el nuevo escenario, Israel ha tratado de evitar cualquier escalada en sus complicadas relaciones con El Cairo: así se explica que hasta la fecha no ha llevado a cabo un ataque masivo en contra de Gaza, como la denominada “Operación Plomo Fundido” de fines de 2008 y principios de 2009, operación fuertemente criticada por la comunidad internacional.
Por otra parte, las más altas autoridades israelíes han pedido perdón a Egipto por la muerte de soldados egipcios, situación que contrasta con la de Turquía, en donde Israel no ha dado muestras de un perdón público frente a los turcos muertos en el caso de la flotilla de junio de 2010, pese a los intentos de Estados Unidos para acercar a dos aliados.
Gran parte de la seguridad de Israel y de todo el Medio Oriente ha descansado en los vínculos pacíficos de aquel país con Egipto.
Los acuerdos de Camp David, fuertemente criticados en su momento por el mundo árabe, han sido un pilar fundamental para evitar otra gran guerra árabe-israelí en la zona.
Para Israel, que no ha resuelto el problema palestino, enfrentado crecientemente a un Irán que busca borrarlo del mapa, es -por razones de seguridad- vital la mantención de estos acuerdos.
Para Egipto, a las puertas de un nuevo pacto político, la mantención del tratado con Israel, sería una garantía de seriedad y confiabilidad en las nuevas autoridades, las que estarían demostrando su intención de cumplir con los acuerdos internacionales vigentes más allá de los escenarios internos.
Para Estados Unidos y la Unión Europea, a pesar de los fracasos en el proceso de paz israelí-palestinos, Camp David es una pieza fundamental que muestra que la paz es posible en la región.
La Primavera Árabe es un acontecimiento importante que no sólo tiene incidencias en el mundo árabe, sino también en todo el Medio Oriente y en el planeta.
Los cambios en el mundo árabe deben llevar a las nuevas autoridades al convencimiento de que Israel es un Estado que existe en el concierto mundial y que como tal debe ser reconocido y respetado.
Israel, por su parte, tiene responsabilidades históricas de importancia, no sólo para lograr mantener sus vínculos con Egipto y Jordania –los únicos países árabes con los que mantiene relaciones diplomáticas-, sino también para dar los pasos necesarios que conduzcan a un proceso de paz definitivo y al reconocimiento de un Estado palestino.
El camino alternativo puede significar un escenario catastrófico para el Medio Oriente y para todo el planeta.