Hace poco más de un año, el 1 de Julio de 2010, tuvo lugar aquel insólito episodio en el que con ocasión del regreso a Chile de la Selección Nacional de Fútbol desde el Mundial de Sudáfrica, el entonces DT Marcelo Bielsa amagó no saludar al Presidente de la República, Sebastián Piñera.
Tras dicho frio saludo, la vocera de gobierno afirmo “Que cada ciudadano saque su propia conclusión. Cada uno es responsable respecto a sus actos (…) pero nunca hay que olvidar que el Presidente Piñera es el Presidente de todos los chilenos“.
Al poco tiempo se produjo el accidente de la Mina San José que atrapó a 33 mineros chilenos, y todas las miradas se desviaron hacia el norte de Chile.
Primero en la terrible búsqueda de eventuales sobrevivientes, luego en la angustiosa y desafiante tarea de localización de los mismos, y finalmente, en el regreso a la superficie de la tierra por medio de la famosa capsula Fenix, cuyo primer descenso al interior de la mina fue seguido por más de mil millones de personas en todo el orbe, en una suerte de recreación del aterrizaje del hombre en la luna.
Ciertamente a esas alturas, en la algarabía del éxito, el episodio con Bielsa quedó en el olvido, una desafortunada anécdota que no era más que eso, una anécdota.
Sin embargo, muchos jóvenes chilenos desencantados hace largo tiempo con la clase política que no se hacía cargo de sus dificultades, que sentían haber sido engañados en el año 2006 tras el “pingüinazo” -como lo han declarado en estos días algunos de los líderes del movimiento estudiantil- habían estado más atentos al fútbol y al regreso de la selección nacional que al rescate de los mineros.
La epopeya del rescate, que llevó a muchos a encandilarse con la idea que ello era resultado de “la nueva forma de gobernar” que el gobierno repetía como un verdadero slogan de campaña era la verdadera anécdota, y el desaire de Bielsa a la figura presidencial era el verdadero hito que posiblemente ha marcado hasta hoy día la contingencia nacional.
No fue del fondo de la tierra que emergió el movimiento ciudadano de protestas masivas por los más variados temas, sino de aquel amague sigiloso de un entrenador de fútbol que había logrado empatizar con muchos, posiblemente la mayoría de los chilenos.
Así, frente a un Presidente que anteponía a la tradicional figura autoritaria del cargo patentada por el ex Presidente Lagos, un indisimulado esfuerzo por competir por las simpatías personales de los chilenos, en un terreno en que el sello de la ex Presidenta Bachelet había quedado grabado a fuego en forma muy reciente, era cosa de tiempo para que se produjera un desplome en la popularidad presidencial y del gobierno. Bielsa sin sospecharlo había tirado la primera piedra.
Ciertamente la erosión de la figura presidencial no es culpa de Bielsa.
Hay un cumulo de circunstancias como el desgaste irrogado por diversos episodios políticos de errática o tardía resolución y una hasta entonces inédita práctica en Chile: medir la popularidad mensualmente por parte de la empresa Adimark como si se tratara del inefable “peoplemeter” que registra las audiencias televisivas, el camino de la popularidad presidencial quedaba verdaderamente cuesta arriba.
Las referidas encuestas mensuales no hacen sino asentar con cemento las percepciones ciudadanas retroalimentando una encuesta a otra en un verdadero círculo nefasto de impredecibles consecuencias. De hecho dicha experiencia es bien conocida en el vecino Perú.
En efecto, la sistematicidad y reiteración del “golpe comunicacional mensual” clausura cualquier “ventana de salida” a esta espiral negativa.
Así como se suele decir que un nuevo gobierno goza en sus primeros cien días de una luna de miel, aquí hace falta un período similar en que el gobierno pueda actuar con tranquilidad y firmeza, sin distracciones y sin encuestas, de manera de verdaderamente retomar el rumbo de su programa de gobierno. Huelga decir que el terremoto del 27 de Febrero privó adicionalmente a este gobierno de dicha luna de miel alterando las prioridades y urgencias.
Los sucesos recientes, en especial lo acaecido con el movimiento estudiantil y el duro accionar de las fuerzas policiales que impidieron su marcha por la Alameda, los cuestionamientos a la institucionalidad y una aparente crisis de civilidad, hacen recordar aquella pequeña fábula de Franz Kafka en que el ratón mientras la trampa lo encerraba y el gato lo acechaba, exclamaba “¡ay! El mundo se hace cada día más estrecho”.
Es el momento de retomar el diálogo, cuidando lo que con mucho esfuerzo y unidad Chile ha construido en las últimas décadas.
De lo contrario, no será el gobierno, ni la oposición los que caerán en la trampa, o en las garras del gato, sino que será nuestro querido Chile.
Las negritas son del autor