Fernando Camacho Padilla es un joven historiador español que desde hace varios años trabaja en Estocolmo.
Allá, en las hermosas y gélidas tierras suecas, investiga para su tesis doctoral la profunda solidaridad de aquel pueblo y de sus gobiernos con Chile, principalmente durante los años terribles de la represión del general Pinochet, pero también antes, con el apoyo a la experiencia democrática y revolucionaria de la Unidad Popular.
Fruto de todos estos años de acuciosa investigación son varios trabajos excepcionales que hemos tenido el placer de conocer, principalmente el hermoso libro Suecia por Chile.
Una historia visual del exilio y la solidaridad, 1970-1990 (LOM, 2009), que selecciona 229 fotografías que dan cuenta, año a año, de cómo la sociedad sueca hizo suya la lucha del pueblo chileno por el socialismo, la democracia y los derechos humanos.
Ahora hemos podido leer su último trabajo: Una vida para Chile. La solidaridad y la comunidad chilena en Suecia 1970-2010, editado con el apoyo de diversas instituciones, como el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, la Embajada de Suecia en Chile y la Universidad de Estocolmo, en la que Fernando Camacho imparte clases.
Suecia cuenta con la mayor comunidad chilena de Europa. Un simple paseo por Estocolmo, Gotemburgo o Malmoe sirve para percibir esa presencia. En la llegada masiva de los refugiados en los años 70 y 80 gracias a la acogida del Gobierno de Olof Palme y el apoyo de los comités de solidaridad (singularmente, el legendario Chilekommitté) está el origen de esta colonia, en la que hoy muchos hijos de exiliados son padres de niños sueco-chilenos.
Después llegó el fenómeno de la emigración económica gracias también a las raíces chilenas que crecían en Escandinavia.
¿De dónde brotó aquella profunda solidaridad? “La historia del siglo XX en Suecia es sumamente interesante para entender esta solidaridad” –nos cuenta Camacho Padilla.
“Hasta comienzos de dicho siglo, Suecia era uno de los países más pobres de Europa. La llegada al poder del Partido Socialdemócrata cambió completamente la realidad del país y en muy pocas décadas Suecia se convirtió en un modelo en todo el mundo”.
“Este cambio no fue un milagro, sino que vino por la organización y el compromiso de toda la sociedad, muy especialmente por el movimiento obrero, que supo luchar y reclamar sus derechos frente a la oligarquía y la nobleza”.
“Una vez que la situación política, social y económica mejoró, especialmente a partir de la década de 1960, la sociedad empezó a reclamar justicia, igualdad, respeto y libertad para otros pueblos del mundo, especialmente de África, América y Asia”.
“Los primeros movimientos de solidaridad de esta etapa se organizaron en campañas por Vietnam, los países de África del Sur, Cuba y posteriormente Chile. La mayor parte de los suecos que participaron en el movimiento de solidaridad con Chile provenían de otros comités, por ejemplo de apoyo a Vietnam”.
A veces el trabajo de los historiadores comprometidos como este joven sevillano nos descubre aspectos desconocidos y conmovedores de la Historia. “Entre los primeros en abrir las puertas a los chilenos estuvieron los republicanos españoles, especialmente los militantes o cercanos al Partido Comunista, entonces agrupados en el Club de los Cronopios”.
“Los españoles prestaron el club a los chilenos recién llegados para que pudieran reunirse y organizar actividades de solidaridad. Igualmente, como los españoles llevaban muchos años en Suecia, ya conocían bien el idioma, los códigos, el sistema y las costumbres, que fueron enseñando a los chilenos”.
Cuenta Fernando Camacho que en diciembre de 1971 cuando Pablo Neruda recibió en Estocolmo el Premio Nobel sólo participó en una velada poética no oficial… organizada por Francisco J. Uriz, uno de los fundadores del Club de los Cronopios. Como si el Winnipeg navegara por los canales de Estocolmo…
Particular interés tienen los capítulos de Una vida para Chile dedicados a Harald Edelstam, el valiente embajador que salvó la vida a tantas personas en las semanas tenebrosas de la primavera austral de 1973 hasta que Pinochet le declaró persona non grata y forzó su repatriación, y a la creación de la Comisión Investigadora de los Crímenes de la Junta Militar de Chile, que en distintas publicaciones denunció a mediados de los años 70 que los crímenes de la dictadura eran crímenes contra la humanidad.
Próximamente, esperamos conocer el contenido de la tesis doctoral de Fernando Camacho Padilla sobre los lazos entre Suecia y Chile.
Sin duda, será una de las investigaciones capitales para confirmar que, frente a la tortura, la persecución y la muerte, la fraternidad entre los seres humanos no entiende de barreras culturales o distancias geográficas.