Las elecciones municipales y autonómicas del 22 de mayo han supuesto para el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) una debacle sin parangón desde el final de la dictadura franquista. La pérdida de comunidades autónomas como Castilla La Mancha o la emblemática Asturias, además de Baleares, probablemente Aragón y tal vez Extremadura, el desastre en Madrid o Valencia, la dolorosa e histórica derrota en ciudades como Barcelona y Sevilla y la pérdida de numerosas diputaciones provinciales, de centenares de alcaldías y de miles de concejales han colocado al Partido Socialista en la última semana en una situación casi dramática, con distintas voces solicitando un Congreso Extraordinario y la autoridad del presidente y secretario general, José Luis Rodríguez Zapatero, seriamente socavada.
Esta situación desencadenó una solución de urgencia en apenas 48 horas. El jueves, la ministra de Defensa, Carme Chacón, anunció que se retiraba de la carrera de las primarias para elegir al candidato socialista que se batirá con Mariano Rajoy en marzo de 2012 por suceder a Zapatero en La Moncloa.
El viernes, Zapatero reunió a los líderes regionales de su partido y les arrancó dos compromisos: el apoyo irrestricto a la candidatura de Alfredo Pérez Rubalcaba (súper ministro de Interior, vicepresidente primero y portavoz del Ejecutivo) en las primarias y la celebración de una conferencia política del Partido en septiembre, lo que supone que el próximo Congreso Federal del PSOE tendrá lugar en el verano de 2012, tras las elecciones generales y con el calendario previsto (y sobre todo, con el mapa político español definitivamente dibujado para los próximos años).
El sábado el Comité Federal socialista aclamó a Rubalcaba como candidato in pectore. En las próximas dos semanas habrá que cumplir el trámite de ver si algún otro dirigente socialista plantea su candidatura (necesitaría el apoyo de 22.000 militantes), pero lo más probable es que el 18 de junio Rubalcaba sea proclamado.
Tendrá entonces ante sí un desafío de proporciones homéricas: plantar cara a un Partido Popular que acaba de lograr una aplastante victoria y que acaricia ya el retorno a La Moncloa con su singular “estrategia” de desprestigiar la economía nacional, ocultar su programa político y aguardar, sin hacer mucho estruendo, a que el desplome socialista se confirme en 2012.
Pero el mayor reto de Rubalcaba, el que seguramente no afrontará, será la recuperación de un proyecto socialdemócrata para el Partido Socialista, acorde con la mayor parte de su hoy desencantada base social y con una parte de su historia. Zapatero dijo el sábado, muy en el estilo de la retórica que nos ha “regalado” desde su elección como secretario general del PSOE en julio de 2000, que una persona como él, capaz en sus tiempos mozos de correr los 100 metros en “poco más de diez segundos”, está preparado para remontar la distancia que hoy le saca el PP en apenas “diez meses”.
Muchos dirigentes socialistas han reclamado en la última semana y en el Comité Federal del sábado una “giro a la izquierda” en las políticas del Gobierno para recuperar el apoyo de un electorado que en buena parte se ha ido, más que al PP, a otros partidos, como Izquierda Unida o UPyD, o a la abstención.
Algunos se han atrevido incluso a plantear algo casi revolucionario en los tiempos actuales, pero que ha caído en el saco roto del “progresismo” de Zapatero: que los sectores con rentas más altas también contribuyan a pagar la factura de la crisis, puesto que por el momento este peso sólo ha recaído -y de manera lacerante- en los sectores medios y populares (reforma durísima de la legislación laboral, congelación de las pensiones, reducción del salario de los funcionarios públicos, casi cinco millones de cesantes…).
Nadie imaginó que Rodríguez Zapatero dejaría el Partido Socialista en esta situación. Su sorprendente elección en 2000, derrotando de manera inesperada al poderoso (e insufrible) José Bono, devolvió la ilusión al socialismo español. En 2003 quien fuera llamado Bambi por su compañero (y ex vicepresidente del Gobierno) Alfonso Guerra, por su ternura política y su trayectoria gris durante quince años en el Congreso, se aupó sobre las grandes movilizaciones populares contra la gestión del PP de Aznar (sobre todo, el digno y masivo “No a la Guerra” de Irak) para llegar a La Moncloa. “No os fallaré”, dijo la noche del 14 de marzo de 2004, cuando ganó por primera vez las elecciones generales. “Nos has fallado”, le indicaron millones de trabajadores en la Huelga General del 29 de septiembre y en las elecciones del pasado 22 de mayo.
Su renuncia a defender su gestión en las próximas elecciones generales le delata. Con su viraje a las políticas de la ortodoxia neoliberal, ha allanado el camino a una de las derechas más duras de Europa, el Partido Popular, y ha dado la razón al viejo aforismo de Radomiro Tomic: “Cuando se gobierna con la derecha (en este caso “como” la derecha) es la derecha la que gana”.