22 may 2011

El grito de los desencantados

“Qué bueno es internet, la gente está de pié”, gritan los jóvenes españoles que protestan ante un futuro laboral terrorífico; también lo corean jóvenes árabes que derrocan oprobiosas dictaduras que por años han destilado miseria , desigualdad y sometimiento ; otros miles en Chile levantan su voz para exigir regulaciones severas contra proyectos que podrían destruir una de las más hermosas reservas naturales y de agua dulce que posee el planeta; en México, poetas e intelectuales recorren ciudades y kilómetros para exigir un basta a los intolerantes niveles de inseguridad y muerte…y así podríamos seguir.

Diversas causas para una movilización incipiente e incesante, jóvenes que salen a las calles para gritar: si no nos dejan soñar, no los dejaremos dormir.

No existen líderes, tampoco falsos profetas que puedan “aprovecharse” de estas manifestaciones que surgen y nacen a través de las redes sociales electrónicas, etéreas, de fuerzas invisibles, que pueden transformarse en invencibles.

Es el grito de los desencantados del siglo XXI que se vislumbraba tan prometedor hace algunas décadas: sin hambre, sin pobreza, sin las aterradoras desigualdades; con democracias representativas y leales; con gobernantes probos, con un medio ambiente esplendoroso y con un futuro promisorio para las generaciones venideras.

Nada de eso ha ocurrido: quienes rigen nuestro destino en la política siguen siendo grupos que, con escasísimas excepciones, sólo defienden sus privilegios y no están dispuestos a ceder sus cuotas de poder; con un empresariado sólo preocupados de acrecentar sus ganancias, viviendo y durmiendo en el mismo territorio junto a millones de pobres, impedidos de alimentar a su núcleo familiar; con medios de comunicación tradicionales, coludidos, en su gran mayoría con estos mismos poderes políticos, económicos y fácticos, olvidando su responsabilidad social y el deber que tienen frente a sus ciudadanos .

Quienes hoy salen a la calle – porque nada ha cambiado- lo seguirán haciendo.

No se puede ser sordo. Quienes tienen el poder deben escuchar, acoger y cambiar.

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