En 1998 el llamado caso Lewinsky que involucró al presidente norteamericano Bill Clinton estuvo a punto de costarle su destitución mediante un mediático proceso de acusación constitucional (impeachment).
Famosa fue su explicación en cuanto a que a su juicio él no había tenido relaciones sexuales con la funcionaria de la Casa Blanca, ya que en su opinión el sexo oral no aplicaba a dicho concepto.El se limitó a afirmar: “tuve una relación física inapropiada (con esa mujer)”.
Ahora, el arresto de la más alta autoridad del Fondo Monetario Internacional, Dominique Strauss-Kahn (en adelante DSK) el pasado fin de semana, no solo hizo recordar otros escándalos similares a nivel mundial, sino que muy especialmente aquellas palabras del presidente Clinton.
El problema radica en que el eufemismo de Clinton parece poco sutil a la luz de la grave conducta que se le reprocha a DSK, y en especial al hecho que su situación procesal se suma inevitablemente a otros escándalos de carácter sexual que en los últimos años han afectado a diversas personalidades del quehacer político mundial.
Así, si bien la acusación en su contra efectuada por una camarera somalí del lujoso hotel en que este permanecía en Nueva York, sorprende por la impulsividad que pareciera haberla motivado, al extremo que habría huido del hotel dejando abandonado su teléfono movil, no debiera sorprender por el nivel de autoridad y poder del involucrado.
¿Qué hay detrás de estas irrefrenables conductas? Sin lugar a dudas poder sin mesura.
Hay quienes poseen la convicción de que su voluntad debe primar sobre la de los demás. De allí, que en el salto entre el deseo y la agresión o entre la seducción y la violación, la distancia sea muy pequeña.
En forma reciente, el premier italiano Berlusconi ha dado irreverentes muestras de ello. No existe contradicción entre poder y sexo, por el contrario, todo parece indicar que existe un evidente complemento entre ambos.
El escándalo conocido como caso Ruby y las fiestas “bunga bunga” se encuentran en actual investigación.
Otro ejemplo no menos indecoroso fue el protagonizado por el ex presidente israelí Moshe Katzav quien según ha resuelto la corte distrital de Tel Aviv fue responsable de similar abuso respecto de una colaboradora suya identificada solo como Aleph.
Todos y cada uno de estos casos que involucran a reputadas autoridades recuerdan a esas clásicas muñecas rusas, las Babushkas, donde una muñeca se inserta y esconde dentro de otra.
Quién sospecharía que en el interior de la “muñeca” todopoderosa de DSK que representaba el poder económico mundial, que acudía en auxilio de fallidas economías nacionales como Grecia u otras, se podría esconder una muñeca muy diferente. Una muñeca que desafía esa misma respetabilidad internacional, al abalanzarse sobre una indefensa camarera africana.
Parece evidente que el poder y la testosterona van de la mano. Tal como antaño faraones y emperadores gozaban a sus anchas de inconmensurables harenes de mujeres, tal como la historia recuerda las orgías de Calígula y los incestos de los Borgia, hoy subsisten líderes y autoridades políticas que parecen actuar con la misma indiferencia, incapaces de contener sus impulsos, pese al evidente cambio en el standard de como estas conductas son evaluadas y juzgadas.
Alguien ha dicho en estos dias que la presunción de inocencia se aplica en los juzgados, y no en los medios de comunicacion. De allí, que difícil resulta ahora para DSK invocar la misma, ni siquiera si “sólo” se trató de “una relación física inapropiada”.
El daño esta hecho y todo parece indicar que su postulación a la presidencia de Francia ha caído posiblemente junto con sus pantalones.