“No se miente cuando se dice una cosa falsa en la que se cree o de la que se tiene la opinión de que es verdadera”. (San Agustín)
Mostrando la peor cara y la más insufrible de sus armas, el discurso de la infamia y la ignominia, el Partido Popular ,“Populares” o PP, una de las derechas más cavernarias y reaccionarias de Europa ,coloca en el centro del debate electoral de la manera más artera y oportunista el tema de la inmigración.
Una deleznable tentación ante la cual -en honor a la verdad- socialistas y derechistas (CIU o “Convergentes”) catalanes han sucumbido y cuadrado, en más de una ocasión, con la espuria formación derechista, los (in) “Populares”.
En prueba de ello están la serie de burdos pleitos en los diferentes municipios de la Catalunya profunda. ¿Qué ha sido si no la inútil y absurda prohibición del “burka” o el “empadronamiento” de los sin papeles protagonizada hace tan solo unos meses? ¡Engaño y manipulación pura y dura!
El discurso de la indignación que señala, básicamente, que “los inmigrantes le quitan el trabajo a los españoles” y “que generan mayor gasto social” al estado, ha quedado, una vez más, sustancialmente desmentido por completo, en un reciente estudio de la “Fundación la Caixa” que concluyó categóricamente que “los inmigrantes generan más beneficio que gasto al (exiguo) estado de bienestar español”.
Ahora bien, esta irrefrenable tentación, un frío cálculo dotado de gran rentabilidad electoral, y que encuentra su buen caldo de cultivo entre una población indecisa, con bajos índices de escolaridad y renta (¡fácil de entender!), tiene como broche de oro, por si fuera poco, la existencia de una ley de extranjería que también comparten, los populares la suscriben, aunque con mínimas modificaciones para cuando gobiernen, según han manifestado.
El juez Luigi Ferrajoli, en este sentido, ha manifestado recientemente con motivo del lanzamiento de su libro Poderes salvajes (Trotta), que “en España, las cuotas de detención de inmigrantes en las calles y los “Centros de Internamiento de Extranjeros” (CIE) han sido fuente de importantes polémicas porque son completamente ilegítimos”.
En verdad, siguiendo su sano juicio, las políticas europeas de inmigración son una vergüenza y una total contradicción con la retórica oficialista en materia de igualdad, derechos humanos y dignidad de la personas.
El sábado 14 de mayo, manipulando en base a un estudio apócrifo los PP han enviado, desde Catalunya, un tóxico e infamante mensaje, que en nada ayuda a la atonía de la opinión pública española, en el que se acusaba a los inmigrantes de “reintroducir enfermedades que ya estaban erradicadas”. Cabe recordar que este tóxico discurso de la infamia en las autonómicas catalanas (28-N de 2010) les reportó a los “(in)Populares” un histórico éxito electoral.
Lo más preocupante de todo es que fue, precisamente, en la Catalunya “tolerante” y “cívica”, esa que tanto admirara nuestro desaparecido Roberto Bolaño.
Pero si la infamia pudiera inconcebiblemente merecer dudas, cabe señalar categóricamente que el conocimiento experto ha negado la inexistencia de estudio alguno -con validez científica- que exprese algo ni siquiera parecido a semejante patraña. ¡Es que ni el primo de Rajoy se atrevería con ello! Muy por el contrario, lo que sí han afirmado es que “los inmigrantes que sufren enfermedades se contagian en España y lo hacen por idénticas razones que los españoles”.
Zapatero, como era de esperar, no tardó en responder, desde Baleares: “el respeto a los inmigrantes es lo que hace a un país más libre, más moderno, más democrático”. ¡Toda la razón! Pues este infame argumento xenófobo y racista, al más puro estilo del Dr. Méngüele, que responde a una estrategia cortoplacista y miope, lo único que consigue es socavar el resabio valórico existente en una democracia con más bemoles que querencias. O sea, un verdadero disparo en los pies.
En efecto, esta es una democracia (que dista mucho, en verdad, de ser real y madura) seriamente golpeada por un “abstencionismo” en alza, la que en rigor es la tercera fuerza política española y que en ciertas elecciones llegó incluso a sobrepasar el 50%).
Que padece, además, un masivo desprecio de la gente hacia la política (según el CIS constituye el tercer problema que más preocupa a los españoles), los gobernantes y líderes, y un profundo rechazo a sus (impopulares) decisiones.
Sobre el 80% de los españoles se ha manifestado en contra ,tanto de las medidas ,como de las últimas reformas emprendidas por el gobierno “socialista” de Zapatero.
Una democracia que ha sufrido la más brutal agresión del “fetiche del déficit” que mancilla los derechos fundamentales de las personas; atiborrada por los conflictos de intereses, las formas de la corrupción, los lobbies políticos a favor de las grandes corporaciones y en perjuicio del interés público.
Prueba de ello es la escandalosa connivencia entre el poder y el sistema de medios de comunicación de masas, cuya finalidad es manejar en definitiva nuestras mentes, nuestras emociones y actuaciones.
Todo esto, constituyen hoy por hoy lo que el juez Ferrajoli define como los “fenómenos endémicos existentes en todos los ordenamientos democráticos, en los que resulta cada vez más fuerte la relación entre dinero, información y política”.
Y la infamia, como vemos no aporta nada, sino indignación y rabia, deja claro, eso sí, un par de ideas: España ha olvidado que fue un país de emigrantes y que “los inmigrantes no son mercancía en manos de políticos y banqueros”, parafraseando una de las consigna de la plataforma ¡Democracia real ya!
A veces, sinceramente, no sé que es más repugnante si ir a votar, ¿para intentar cambiar las cosas? , o las formas que tienen algunos políticos para pedir el voto y lograr el consentimiento ciudadano.