Este año el gobierno realiza grandilocuentes anuncios sobre la “gratuidad” universitaria, y si bien, el que miles de estudiantes puedan estudiar gratuitamente en la universidad es un avance, un alivio a los gastos de grandes sectores de la población, no podemos dejar de evidenciar el carácter de la reforma educacional en curso.
Esta reforma en la educación superior no cambia los pilares en los cuales se erige el modelo neoliberal, se mantiene –es más se profundiza en forma de becas- el carácter subsidiario del Estado, en vez de asumir este una política de fortalecimiento de la educación pública y de avanzar en el reconocimiento como un derecho universal para todas y todos los que habitamos en Chile. Desde la educación pre-escolar hasta el fomento de la investigación y tecnología, en donde estamos a años luz de la OCDE.
En este panorama es que el movimiento estudiantil debe ser propositivo, y fundamentalmente hacer sentido en la ciudadanía de estas, para que adquieran la fuerza necesaria para inclinar la balanza a nuestro favor.
Es necesario pasar de la eterna crítica a la proposición y lograr integrar nuevamente a las grandes mayorías del país tras las demandas por una educación de calidad, con igualdad de oportunidades y por sobretodo cambiar el paradigma de la compra y venta de los derechos sociales.
Para aquello, el movimiento estudiantil tiene la gran tarea de articular –al menos ser puente-para un gran movimiento social que asuma la lucha por un sistema nacional de educación pública, con su base en lo estatal, gratuidad universal y democracia al interior de las instituciones.
Además es fundamental articular un movimiento social que propugne cambios en Chile en materia laboral, tributaria y por sobretodo en la participación e influencia que se pueda alcanzar en el cambio Constitucional en el cual se debe exigir la participación de vastos sectores sociales que permita disputar la hegemonía a los sectores neoliberales, que deslegitimados por su corrupción, no están en condiciones de volver a validarse mediante el apoyo ciudadano.
Es allí donde los estudiantes organizados en los diferentes estamentos, desde los formales hasta los de facto, deben dejar de lado mezquindades y sectarismos que sin duda han hecho retroceder en la adhesión ciudadana a las justas y legítimas demandas de los cambios educativos, tanto en su financiamiento como en su esencia de derecho, que se habían impulsado desde hace más de una década con bastante fuerza.
Propuesta, articulación e influencias son las grandes tareas que debe ser capaz de realizar el movimiento estudiantil para avanzar en los cambios que reclama nuestra sociedad.